17 de diciembre de 2024

Extraterrestres

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Palabras que no hablan

Palabras que no hablan

No tengo claro si es porque me hago mayor, o porque vivo la política con distancia, o porque hay una dejación general en el buen uso de las palabras en este mundo hipercomunicado, o porque vayan ustedes a saber… Pero lo cierto es que me irrita cada vez más la manera en que se expresan

No tengo claro si es porque me hago mayor, o porque vivo la política con distancia, o porque hay una dejación general en el buen uso de las palabras en este mundo hipercomunicado, o porque vayan ustedes a saber… Pero lo cierto es que me irrita cada vez más la manera en que se expresan nuestros políticos, con esta mezcla de imprecisión y contundencia que no aguanta ningún diccionario ni, todavía menos, ningún aprendizaje de eso que repetía Rafael Campalans: política es pedagogía.

Dice la derecha: “España soy yo”. Dice la izquierda: “El progresismo es lo que yo haga”. Dice Puigdemont: “Nosaltres, els catalans”, con 392.634 votos, un 11,16% del total emitidos en Catalunya. Y me pregunto si no sería mejor, más comprensible, más higiénico en pro del debate público, que dijeran: “Nuestro proyecto para España es x, y, z”, “El progresismo es hacer esto, eso o aquello” o “Nosaltres, els votants de Junts per Catalunya, que no som majoria, pensem i volem això”. A mí, les confieso, me gustarían todos un poco más.

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Y así casi todos. Dice, por ejemplo, Errejón que, con la posibilidad de hablar las lenguas cooficiales, la España real ha entrado en el Congreso. También dijo que la democracia había entrado en el Congreso en el 2016 cuando llegó Podemos. ¿En serio? ¿El Congreso resultante del sufragio popular desde 1978 era irreal? ¿O antidemocrático? No sería mejor decir algo así como “me congratulo de que se puedan hablar las lenguas cooficiales en el Congreso porque creo que le da un plus de representación a nuestra diversidad” o algo así como “me alegro de que el resultante de los votos de los españoles haya dado un Congreso más multipartidista y que, en él, mi partido esté representado”. A mí, les confieso, me gustaría un poco más.

Si hacen el ejercicio de los significantes vacíos con los eslóganes electorales, les puede provocar hasta risa porque ahí está el súmmum de las palabras que no dicen nada.



En esta avalancha de confusión intencionada, la amnistía va a ser el monotema

Algo parecido a esta avalancha de confusión intencionada nos va a pasar con la amnistía, que, a nadie se le escapa, va a ser el monotema en las próximas semanas. Más allá del análisis sobre sus efectos, del que escriben personas mucho más cualificadas que yo –Lasalle, por ejemplo, advierte del riesgo de una transición constituyente por la vía de los hechos–, me gustaría entender mejor su propósito, ni que sea para invocar a Campalans y su reclamo de pedagogía. Dicen que la amnistía servirá para pacificar Catalunya, pacificar como sinónimo (sic) de pasar página, en el entendido que el procés no se superará hasta que Puigdemont vuelva y no haya causas abiertas.

Pero déjenme que exprese mis dudas. Si esto es así de claro, ¿cómo no ha sido uno de los puntos fuertes del programa electoral? Y más importante, ¿hablamos de pasar página o de hacer ver que no hubo ninguna? ¿Esto es pacificar Catalunya? Llámenme ingenua, pero yo creía que justamente el procés se había originado porque no había un nuevo pacto de encaje una vez dictada la sentencia del 2010 sobre el Estatut. Y 13 años después seguimos sin reforma constitucional, sin nuevo sistema de financiación (pendiente desde el 2014), sin mecanismos reforzados de lealtad institucional, sin reforma del Senado, sin conferencia de presidentes institucionalizada… ergo, seguimos igual. Cada gobierno puede, legítimamente y bajo las reglas de las que democráticamente nos hemos dotado, actuar para tratar de solucionar problemas. ¿Pero no les parece este un tema suficientemente importante como para al menos reclamar tiempo, reflexión y palabras que digan algo?



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