Cuando «Tigre y Diamante» se sientan para hablar de su tercer disco, «Actitud ganadora» (Astro), que sale hoy a la venta, y resumen la evolución de sus canciones con un «hemos madurado» hay que echarse a reír. Y no es que la banda que empezó siendo un dúo de garage-punk con Jon y Coke no haya alcanzado otras sonoridades y embridado parte del salvajismo inicial ahora que son seis, que levantan un muro de tres guitarras y que envuelven con los sintes de Iker sus himnos hipnóticos de amor, drogas y resaca del día después al siguiente. Todo eso es cierto. Y también que las canciones, como señalan, «tienen más capas», que la producción de Pablo Martínez («Desakato») en los estudios Ovni ha logrado hacerles sonar limpios y grandes. «Pulcros».
Pero la gracia –la gracia de este grupo de Gijón– está también en que ninguno de ellos estaría ya en el momento vital de salvarse o inmolarse con una banda de rock. Curtidos en aventuras musicales de la escena asturiana durante las últimas dos décadas, al menos, estos cuarentones tiene una mochila lo suficientemente grande como para no haber llegado tan tarde a la edad (musical) adulta. Lo confiesan indirectamente cuando señalan sus filias y espejos en la escena nacional, hablan de «Melenas» y admiten que las de Pamplona podrían ser sus hijas. Claro que ahí también está la gracia. Escuchando este tercer disco y hablando con ellos, uno se da cuenta de que «Tigre y Diamante», en ese paso del dúo al sexteto (el último en quedarse en el barco ha sido Jaime después de haber entrado a suplir a Sete) han logrado generar un ecosistema familiar propio, un entorno satélite en el que el sentimiento de pertenencia a una banda de rock todavía conserva algo de comunidad, de pertenencia, de tribu.
«Humanamente este grupo es una de las mejores cosas que hay. Jon sabe llevar una banda, Coke tiene mucho bagaje previo y parece que nunca hay un punto y aparte, que tú eres de ‘Tigre y Diamante’ todo el rato», reflexiona Alejandro, penúltimo en llegar. «La gente nota que está viendo a gente que se lo pasa bien, estamos todo el rato hablando entre nosotros, contándonos lo que se nos ocurre para la próxima canción, 24/7, larga vida al grupo», se agolpan los demás ante esa exaltación del equipo.
Cierto, en «Actitud ganadora» hay mucho de broma privada elevada a proclama golfa y coreable, punk rock, algo más post y noventas en algún caso, si no pensado para la pista de baile sí para la celebración gozosa del espectador entendido como colega. El público cómplice.
De todo eso hay en algunos de los cortes más veloces y efectivos, sea «El mejor gol de Cunningham» (con la colaboración de Fernando Alfaro), en «Mi problema y yo» o en «Corredores de la India». También hay algún anticlimax a modo de epílogo, pero lo que manda es el muro de guitarras y una voz con cierto hastío existencial en lo cotidiano que puede recordar mucho a Jota aunque no hagan falta los subtítulos.
Algunas de esas composiciones, fruto de esa intensidad con la que trabaja la banda, surgieron casi dos días antes de entrar al estudio, y la dinámica sigue con tal velocidad que a punto de presentar el disco ya tendrán media docena de canciones nuevas (cuando se realizó esta entrevista iban cinco). De momento se les podrá ver en Madrid, en la sala Maravillas, el sábado 25 de noviembre a las ocho de la tarde. En su querida ciudad, que también se cuela en los versos, escenarios y títulos de este trabajo, lo harán para despedir el año, el 30 de diciembre en la sala Tizón, a las 21.00 horas. En los dos conciertos abrirá el grupo invitado «María Jesús y su hijo», y en el caso de la presentación en Asturias preparan un regalo para esa legión creciente de seguidores que tendrá que ver, apuntan traviesos tapándose la cara, con el diseño que remata la portada del disco, obra de María Perera. ¡Sorpresa!
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