17 de diciembre de 2024

Extraterrestres

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Estamos buscando mal a los aliens, insisten científicos

Estamos buscando mal a los aliens, insisten científicos

Un influyente grupo de investigadores aboga por nuevas formas de buscar en el cielo indicios de sociedades extraterrestres. Argumentan que los métodos actuales podrían estar sesgados por el pensamiento humano y que es hora de aprovechar las técnicas de aprendizaje automático con base en datos.El equipo de 22 científicos publicó un nuevo informe el 30

Un influyente grupo de investigadores aboga por nuevas formas de buscar en el cielo indicios de sociedades extraterrestres. Argumentan que los métodos actuales podrían estar sesgados por el pensamiento humano y que es hora de aprovechar las técnicas de aprendizaje automático con base en datos.

El equipo de 22 científicos publicó un nuevo informe el 30 de agosto, en el que se afirma que este campo necesita hacer un mejor uso de herramientas nuevas e infrautilizadas, en concreto, catálogos gigantescos de estudios de telescopios y algoritmos informáticos que puedan extraer esos catálogos para detectar rarezas astrofísicas que podrían haber pasado desapercibidas. Puede que alguna anomalía apunte a un objeto o a un fenómeno de origen artificial, es decir, extraterrestre. Por ejemplo, los clorofluorocarbonos y el óxido de nitrógeno en la atmósfera de un planeta podrían ser signos de contaminación industrial, como el esmog. O tal vez los científicos puedan detectar algún día una señal de calor residual emitido por una esfera de Dyson, una hipotética envoltura masiva que una civilización alienígena podría construir alrededor de una estrella para aprovechar su energía solar.

Aprendizaje automático para buscar extraterrestres

George Djorgovski, astrónomo de Caltech y uno de los autores principales del informe, declara que «ahora disponemos de enormes conjuntos de datos procedentes de estudios del cielo en todas las longitudes de onda, que cubren el cielo una y otra y otra vez», y añade: «Nunca antes habíamos tenido tanta información sobre el cielo, y disponemos de herramientas para explorarla. En particular, el aprendizaje automático nos da la oportunidad de buscar fuentes que pueden pasar desapercibidas pero que, de alguna manera (con diferentes colores o comportamiento en el tiempo) destacan». Por ejemplo, eso podría incluir objetos que parpadean o son sorprendentemente brillantes en alguna longitud de onda, o los que se mueven inusualmente rápido u orbitan en una trayectoria inexplicable.

Por supuesto, la mayoría de las veces, los datos atípicos resultan tener explicaciones mundanas, como un error instrumental, por ejemplo. A veces revelan novedades, pero de naturaleza más astrofísica, como un tipo de estrella variable, un cuásar o una explosión de supernova que nadie ha visto antes. Esa es una ventaja crucial de este enfoque, argumentan los científicos. Pase lo que pase, siempre se aprende algo. El informe cita al astrofísico Freeman Dyson. «Toda búsqueda de civilizaciones extraterrestres debe planificarse para dar resultados interesantes, incluso cuando no se descubran alienígenas.»

El proyecto surgió de un importante taller celebrado en 2019 en el Instituto Keck de Estudios Espaciales de Caltech, en Pasadena, California, e incluye a un equipo de astrónomos y científicos planetarios, principalmente de Caltech y del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, además de un grupo de otras personas, como Jason Wright, del Centro de Exoplanetas y Mundos Habitables de Penn State, y Denise Herzing, experta en comunicación con delfines, que fue incluida por sus conocimientos sobre lenguas no humanas.

La búsqueda de tecnomarcadores alienígenas está relacionada con la astrobiología, pero difiere de ella, que a menudo se refiere a la búsqueda más amplia de planetas habitables, no necesariamente habitados. Los astrobiólogos buscan indicios de los elementos necesarios para la vida tal y como la conocemos, como agua líquida en la superficie y atmósferas con señales químicas de oxígeno, dióxido de carbono, metano u ozono. Su búsqueda suele incluir indicios de formas de vida muy simples, como bacterias, algas o tardígrados. El telescopio espacial James Webb ha ayudado a los astrónomos a avanzar en este campo, al permitir la espectroscopia de atmósferas planetarias e iluminar mundos prometedores como K2-18 b, que tiene metano y dióxido de carbono, y GJ 486 b, que parece tener vapor de agua.

Buscando señales de radio extraterrestres

La búsqueda de tecnomarcadores también difiere de la búsqueda de señales de radio que podrían haber sido enviadas por sofisticadas civilizaciones extraterrestres, ya sea por accidente o buscando deliberadamente el contacto. Esta búsqueda de inteligencia extraterrestre, también conocida como SETI, normalmente implica el uso de radiotelescopios dedicados, como el Allen Telescope Array y el Green Bank Observatory, para escanear partes del cielo en un rango de frecuencias.

Pero a Djorgovski y a algunos de sus colegas les preocupa que este tipo de búsquedas estén plagadas de prejuicios, como ideas preconcebidas sobre cómo podrían ser los extraterrestres, qué tecnologías podrían haber desarrollado, cómo colonizarían planetas y los tipos de señales que emiten sus civilizaciones. Señalan que otros seres podrían no tener una química con base en el carbono y el agua, y podrían utilizar tecnologías con las que no estamos familiarizados. «En el pasado, las búsquedas de inteligencia extraterrestre se centraban en la radio. Personalmente, soy escéptico al respecto, porque básicamente parte de la base de que una civilización avanzada quiere enviar señales y usaría la tecnología del planeta Tierra de mediados del siglo XX para hacerlo, y de una forma que podamos entender», aclara. Como ejemplo, menciona cómo a principios del siglo XX, en la época en que La guerra de los mundos y otras obras de ficción alimentaron la especulación sobre los marcianos, los inventores Nikola Tesla, Thomas Edison y Guglielmo Marconi creyeron detectar señales de Marte, pero resultaron ser ruido de radio a bajas frecuencias que no pueden penetrar la atmósfera terrestre.