Flores de jacaranda en el suelo del Parque Alameda Central.
PEDRO PARDO/Getty Images
Y no solo eso: como en el caso del siempreviva, llegan a producir sustancias que liberan en el sustrato e impiden la germinación y el crecimiento de especies nativas. También llegan a alterar los ciclos de degradación de suelos y nutrientes. Incluso bloquean el crecimiento o la obtención de energía de otros individuos y pueden llegar a modificar las interacciones de otros animales como su polinización o anidación.
Por ahora, la evidencia científica no ha mostrado que la jacaranda tenga alguno de estos comportamientos. En sentido contrario, un estudio reportó que, en el Jardín Botánico del Instituto de Biología, son una de las especies que los colibríes prefieren.
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Martínez explica que, para entender si un árbol se está volviendo una plaga, primero es necesario identificar si su especie es nativa o exótica. Luego, se debe detectar si el comportamiento de la especie es normal, por por ejemplo, revisar si hay cambios en los patrones de reproducción, crecimiento descontrolado o conductas no mostradas en su medio natural. Las condiciones y medidas de control de su área nativa no siempre se replican en sus nuevas residencias.
Además, apunta, la Conabio monitorea lo qué pasa a nivel general con la biodiversidad. Para esto, es muy importante la observación ciudadana. De detectarse alguna propiedad o comportamiento que afecte el entorno, correspondería a instancias como la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México valorar si se requiere algún estudio.
No todas las especies exóticas se volverán invasoras. Algunas perduran de mejor forma en sus nuevos entornos y llegan a ser naturalizadas. Es el caso del pirul, una de las primera plantas que se introdujo en la Cuenca de México hace 500 años. Actualmente, indica Martínez, en algunas regiones hay personas que admiran el paisaje que estos conforman, en otras zonas, las persona reconocen que este espacio desplazó a mezquites y huizaches. El pirul se ha integrado armoniosamente con el medio ambiente y los mexicanos se lo han apropiado culturalmente.
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José Carlos Martínez admite que la floración de las jacarandas las ha vuelto entrañables en la CDMX aunque, como árbol integrales, no se les aprecia mucho. A veces, agrega, algunas personas no las reconocen sin flores púrpuras. O peor. “Algunas les echan gasolina, las ahorcan, las cortan mal o les ponen cemento para delimitar su crecimiento. Las apreciamos, pero no les damos el mantenimiento adecuado para que estén sanas”.
Los árboles descuidados en las ciudades pueden llegar a enfermar y ser víctimas de plagas. Si algo así ocurriera con las jacarandas, dado que hay muchas por toda la ciudad, la historia sería diferente. Lo capitalinos ya conocen una historia así con las palmeras.
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Martínez dice que las jacarandas no son una plaga en el estricto sentido biológico. No está depredando ecosistemas ni a otras especies. Sin embargo, debido al amor que la gente siente por ellas, muchos las plantan en lugares inadecuados,
Especies nativas, una mejor opción
“Frente a pensar si la jacaranda es invasora o no, mejor plantemos especies nativas”, dice claro José Carlos Martínez y destaca que en, la Ciudad de México, lo más importante es incrementar la biodiversidad.
Sin lugar a dudas, es un gran reto. Conabio señala que la pluralidad de especies de las áreas verdes urbanas de la ciudad es baja, y recuerda que, a “mayor diversidad y menor fragmentación, mayor será la capacidad de suministro de servicios ecosistémicos, control de plagas y enfermedades”.
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