Decíamos aquí, hace dos semanas, que el inusitado interés actual de las instituciones estadounidenses por el «fenómeno ovni» era un relato construido, más que una nueva realidad cotidiana que haya obligado a focalizar ahí la atención. En aquel artículo definí la existencia de un narrador, un guión y un espectador. La pregunta era «¿por qué?» o, más precisamente, «¿por qué ahora?».
El narrador de este cuento es la élite estadounidense. En un contexto de guerra abierta entre demócratas y republicanos, uno de los pocos temas en los que han coincidido es en poner en marcha las instituciones del país para explicarle al mundo que existen los extraterrestres y que quizá pronto les conozcamos. Detrás de ese acuerdo, raro y extemporáneo, existen, obviamente, intereses comunes de quienes mandan en Estados Unidos.
En cuanto al espectador, tras la consolidación de la globalización mediática, la sociedad de masas no es solo la suma de las sociedades de cada país, sino que existe una opinión pública internacional, una cultura de masas global, que es a la que se dirige este relato —basado en hechos reales o no, eso es lo de menos— pergeñado por el poder estadounidense.
Ese poder, no lo podemos olvidar, es el poder del país que viene ejerciendo el dominio internacional desde finales del siglo XIX, mantenido durante el siglo XX y vigente, aunque ya con debilidad, al comienzo del siglo XXI. No se trata, por tanto, de cualquier poder, sino del poder con mayúsculas, de ese poder que en Ciencia Política ha sido denominado tradicionalmente «imperialismo», y que lleva a determinadas naciones a entender que están destinadas a dominar el mundo. Ese dominio se ha producido tradicionalmente por las armas y por el control económico, como viene haciendo Estados Unidos durante casi dos siglos.
El imperialismo estadounidense tiene como particularidad que fue el primero en erigirse sobre la consolidación de la hegemonía capitalista, un sistema económico muy distinto a los que habían sostenido los imperialismos español o británico, que fueron predominantes durante los cuatro siglos anteriores. No en vano, las revoluciones sociales del siglo XX que pretendieron terminar con el capitalismo pusieron el foco en el imperialismo, tal como evidencia una de las obras fundamentales de Vladímir Ilích Uliánov, ‘Lenin’ (1870-1924): «El imperialismo, fase superior del capitalismo» (1916).
Es muy difícil diagnosticar qué acontecimientos pasarán a la historia o no, mientras se están viviendo, pero me arriesgo a afirmar que lo sucedido en el Capitolio el 06/01/2021 será considerado en el futuro como una bisagra del fin de un imperialismo. Durante aproximadamente cinco horas, la turbamulta impulsada por el presidente Donald Trump interrumpió la sesión legislativa en la que se certificaría su derrota electoral, e intentó hacerse fuerte en el Parlamento. Algo inédito en la historia del país, y que fue producto de la brutal polarización política que facilitó la llegada al poder del millonario estadounidense en 2017, contra el pronóstico y el deseo de las élites.
Es muy importante destacar que la llegada de Trump se produce tras dos hechos fundamentales para la opinión pública internacional: primero, las terribles consecuencias de la crisis financiera de 2008, la peor desde 1929; segundo, el decepcionante mandato del demócrata Barack Obama (n. 1961), entre 2009 y 2017, un líder que llegó bajo el lema «cambiaremos el mundo» y que fue recibido como la última esperanza de transformar la política internacional.
A día de hoy se libra una batalla judicial sin tregua para evitar que Trump pueda volver a ser presidente, algo que no es descartable en absoluto. Colean, por tanto, las gravísimas derivadas de la última gran crisis del capitalismo, quince años después.
Lo que se atisba en el horizonte es el fin de una época. El fin del imperialismo estadounidense, que podría ser también el fin del sistema económico capitalista, al menos tal como lo hemos conocido. El 20/11/2021, China, un Estado socialista, no democrático ni liberal, logró superar en riqueza a Estados Unidos. Les recomiendo que cuando, durante los próximos meses, lean o escuchen «llegan los extraterrestres», ustedes interpreten «llegan los chinos». Será la mejor forma de entender el cuento que les van a contar.
*Doctor en Comunicación Audiovisual
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