Cuando hablamos de lo “paranormal”, nos referimos a objetos que se mueven solos (poltergeist), apariciones fantasmagóricas, clarividencia y una serie de eventos que resultan inexplicables a la luz de la ciencia.
Una encuesta de IPSOS de mayo de este año realizada en 26 países sobre las creencias religiosas, indica que el 49 % de los participantes cree en espíritus sobrenaturales (demonios, ángeles, espíritus, etc.). Otras encuestas específicas han hallado que casi el 40 % de los estadounidenses creen en fantasmas, en España el 20 % al igual que en Argentina, mientras que en Inglaterra casi la mitad de la población cree en fantasmas.
¿Por qué algunas personas pueden creer en apariciones fantasmagóricas, y otras no?
Encuentro cercano con un fantasma
En el folclore de muchas culturas, los fantasmas (“aparición” en griego) refieren a las almas errantes o en pena, de seres muertos que se presentan entre los vivos en formas perceptibles a través de manifestaciones visuales, como personas translúcidas o figuras de luz, por medio de aromas particulares, cambios en la temperatura del ambiente, moviendo objetos o por medio de sonidos como voces extrañas.
Un elemento común a todas esas “apariciones” es la bipolaridad: a veces actúan como materia, con sus propiedades generales y específicas (olor, color, luminosidad, etc), y a veces no se comportan como tal (como cuando desaparecen, atraviesan objetos, etc). Hasta el momento, la ciencia no ha demostrado que exista algo similar, y por ello es improbable que los fantasmas existan… y tampoco hay pruebas de que una persona pueda continuar existiendo después de la muerte. Además, en las apariciones los fantasmas mantienen un aspecto inmutable en el tiempo, y no tienen ningún tipo de necesidad fisiológica.
Al igual que sucede con los OVNI, pese a las mejoras tecnológicas y la gran disponibilidad de registradores de video y fotográficos, no hemos podido probar la existencia de fantasmas de manera inequívoca, con una foto o video de buena calidad y que no esté fuera de foco.
Según el sociólogo Christopher Bader, «El primer requisito para que haya un fantasma en la casa es que alguien crea que hay un fantasma en la casa«.
La Navaja de Ockham
Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Hertfordshire, examinaron 71 estudios realizados entre 1980 y 2020 que analizaron los vínculos entre la creencia en los fenómenos paranormales y la función cognitiva… y el resultado no debería sorprender: la aceptación de los fenómenos paranormales está asociada con diferencias o déficits cognitivos.
Esto no significa que los que creían en lo paranormal son menos inteligentes. Todo tiene su origen en la diferente forma de pensar que tienen los creyentes y los escépticos al abordar problemas abstractos.
Los escépticos suelen caracterizarse por un estilo de pensamiento analítico: ante un problema abstracto, piensan en todas las formas de resolverlo y eligen la más probable. Aplican de manera consciente o inconsciente el principio de la Navaja de Ockham: “si oigo galopar, pienso en caballos, no en unicornios”. Es decir que, en igualdad de condiciones, la explicación más simple es la más probable. Básicamente, no creen en los fantasmas porque consideran que, se mire por donde se mire, es improbable que existan.
Quiero creer
«Quiero creer» es una frase que reconocerán los fanáticos de “The X Files”, la serie televisiva que se centraba en casos paranormales investigados por dos agentes del FBI. Básicamente la obsesión del agente Fox Mulder para resolver sus investigaciones se basaban en “Cree para entender».
En el estudio mencionado, se halló que las personas que creen en fantasmas y fenómenos inexplicables se caracterizan por un estilo de pensamiento intuitivo y confían ciegamente en sus instintos y emociones. A diferencia de los escépticos, entienden la realidad sin necesidad de aplicar la lógica o el análisis.
En definitiva, creer en lo paranormal está vinculado a nuestro grado de flexibilidad cognitiva e inteligencia fluida, es decir resolver problemas independientemente de cualquier otro conocimiento adquirido previamente.
Halloween y Día de Muertos sirven de consuelo
Pablo Fernández Christlieb, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirma que las personas creen en entes paranormales debido a que tienen fascinación por lo incierto, enigmático, misterioso o por aquello que no tiene respuesta.
Según Fernandez, “sentir ‘fantasmalmente’ la presencia de los seres queridos que han muerto tiene una dosis de consuelo, creer por un momento que las personas no se fueron y los llevamos en la memoria y en el recuerdo”. Y esto sucede en una fecha en particular: el Día de Muertos.
Algo similar sucedió con el origen de Halloween (“All Hallow Eve”, víspera de Todos los Santos en español). Halloween tiene puntos de contacto con esta tradición cristiana, además de otras creencias paganas celtas como el Samhain, y romanas, como el mundus patet.
El Samhain, es un festival celta en el que se rompía la barrera entre el mundo humano y el sobrenatural para que los espíritus se acerquen a las que fueron sus casas y allí se les daba un buen recibimiento. El mundus patet (mundo abierto) refiere a un lugar en Roma que se creía el punto de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Su entrada permanecía sellada por una gran losa que solo se retiraba en tres ocasiones al año para permitir que las almas de los ancestros regresaran al mundo de los vivos para ganarse su favor, ya que estos protegían a la familia y garantizaban su prosperidad.
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