¿Hay extraterrestres? ¿Podrían encontrarse? ¿Necesitarían ser evangelizados? Sobre este tema, ¿la astrofísica moderna tiene datos distintos a los de hace unas décadas?
Este es el tipo de preguntas creativas que se hacen en la Sociedad de Científicos Católicos, tanto a nivel internacional, como en la sección española, la cual cuenta con un año de vida y más de cien asociados ya.
Enrique Solano Márquez, su director en España, astrofísico del Observatorio Virtual Español (del Centro de Astrobiología del CSIC) planteó este tema clásico y apasionante en el II Encuentro de Científicos Católicos, que tuvo lugar en septiembre en la Universidad Francisco de Vitoria.
Objetos que desaparecen y hallazgos que asombran
Lo primero que estableció es que hay datos nuevos y datos que cambian. Por ejemplo, hay en el espacio mucho objetos que se veían (y se fotografiaron) hace unas décadas, pero que hoy han desaparecido. «Hay unos 5.000 objetos que no sabemos muy bien qué eran. Salían en mapas del cielo de los años 50, y hoy ya no. En astronomía hay muchos objetos que pegan ‘petardazos’ y aumentan de brillo, luego ya no se ven. O eran errores de los instrumentos de hace décadas, y los instrumentos actuales, más eficaces, no los tienen. O simplemente son fenómenos que aún no conocemos», explicó Solano. Citó un estudio suyo sobre esto (Discovering vanishing objects in POSS I Red Images), como ejemplo de que en el cosmos hay cosas nuevas para ver, y cosas viejas que desaparecen o se reinterpretan, o siguen siendo misteriosas.
Otra novedad con respecto a los años 70 u 80, cuando ver OVNIs estaba de moda, es que ahora todo el mundo tiene móvil con cámara. ¿No debería haber hoy más ‘avistamientos’ de OVNIs? Lo curioso es que ver OVNIs (o declararlo) es cosa de europeos, norteamericanos y australianos; en cambio, en India, China y otros países, nadie declara verlos.
Si hubiera razas extraterrestres inteligentes deberían venir de muy lejos (no hay en nuestro sistema solar) y por eso deberían estar muy avanzados técnicamente.
El astrofísico Enrique Solano habla de los descubrimientos sobre planetas lejos de nuestro sistema solar en el II Congreso de Científicos Católicos de España.
Deberían vivir en planetas adecuados para la vida, pero ¿hay muchos de esos planetas?
«En los últimos 30 años los astrónomos han encontrado muchos planetas y sistemas solares. Resulta que casi nunca se parecen a nuestro sistema. Hay muchas cosas raras que han sorprendido a los astrónomos. Por ejemplo, resulta que un 30% de los planetas que descubrimos son megaplanetas, enormes», señala el astrofísico.
«Un planeta con vida necesitaría agua. Bien, es una molécula bastante común en el universo. El planeta debe estar a cierta distancia de habitabilidad de su sol: ni muy cerca, para no quemarse, ni muy lejos, para no helarse. Puede haber bastantes de estos. En las nubes moleculares vemos aminoácidos. Podemos suponer que la química orgánica quizá es bastante común en el universo. También encontramos en la naturaleza microorganismos en lugares extremos, y bichos como los tardígrados, muy resistentes. Quizá hay vida sencilla en océanos subterráneos de otros planetas», aventura Solano.
El Observatorio Vaticano se plantea el tema
Señaló que hay trabajos del Observatorio Vaticano buscando estrellas candidatas a acoger vida, y han publicado algunos cálculos sobre posibles civilizaciones (por ejemplo, de 2020, de José Gabriel Funes, sacerdote jesuita y astrónomo que durante 9 años fue presidente del Observatorio Vaticano («Monte Carlo estimation of the probability of causal contacts between communicating civilisations»).
La vida unicelular no parece demasiado difícil de encontrar, dijo Solano, pero el paso a la vida inteligente es otra cosa: requiere muchísimo tiempo y extrañas transiciones. «Un estudio calculó que la posibilidad de que seamos la única civilización de esta galaxia es del 99,6%. Pero aunque hubiera otra, ¿cómo contactaríamos? Tenemos 133 estrellas en un radio de 50 años luz: si nos enviaran mensajes lumínicos tardarían 50 años en llegar, suponiendo que supiéramos reconocerlos».
Y está la paradoja de Fermi: si existen esas civilizaciones, ¿cómo no hemos contactado aún? ¿Puede ser que desaparezcan antes de desarrollar la tecnología adecuada? ¿O se esconden? ¿O deberíamos escondernos nosotros de ellas?
Enrique Solano habla de exoplanetas en el II Congreso de la Asociación de Científicos Católicos.
Algunos aspectos desde la tradición cristiana
En la tradición cristiana antigua, la idea de seres corporales en otros planetas (aunque quizá con cuerpos de sustancias extrañas) no ha espantado a los pensadores. Santo Tomás de Aquino comentó que además de los ángeles (buenos y malos) y de los humanos, la Escritura da margen para otras «substancias espirituales» (seres inteligentes).
Nicolás de Cusa, erudito cardenal del s.XV, sospechaba que podía haber criaturas en la región del sol, que serían de gran intelecto, y «más espirituales que los habitantes de la luna». (Cusa, por otra parte y respecto a otro tema, negaba que los demonios pudieran tomar formas físicas, de animales y otro tipo, ni mantener relaciones sexuales con seres humanos, al carecer de corporalidad).
La Biblia no habla de extraterrestres, pero, dice Solano, «por lo mismo que el manual de un electrodoméstico no habla de otros temas: la Biblia es un manual para ir al Cielo. Cuando nos habla de los ángeles, queda claro que ellos son seres espirituales que adquieren conocimiento de forma distinta a la nuestra, y ya está». El tema de la hipotética vida inteligente no es un tema necesario para la salvación de los hombres y por eso Dios no ha querido ponerlo en la Biblia.
Si hubiera extraterrestres, ¿hay que evangelizarlos?
Recientemente, la NASA contactó a sacerdotes y teólogos (no solo católicos) para hipotetizar cómo deberíamos tratar a una raza extraterrestre si se la encontrara. La Universidad de Cambridge publicó las respuestas en el libro Astrobiology and Christian Doctrine en julio de 2023.
«A mí me parece un ejemplo interesante de colaboración entre ciencia y fe en un tema de frontera», señala Solano. El libro viene a considerar que los extraterrestres serían «unidades racionales de cuerpo y alma», por lo que tendrían dignidad individual y deberían ser tratados como iguales. (Aunque los escritores de ciencia ficción pueden imaginar muchas variantes: ¿mentes colmena?, ¿corales inteligentes?, ¿de verdad serían «individuales» y no colectividades?, ¿cuán corporal sería ese cuerpo?).
Jesús, al despedirse de sus amigos, les dejó instrucciones muy importantes: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la Creación». Pero, ¿qué es «el mundo entero»? Primero, incluir, los judíos y samaritanos; luego, los gentiles, hasta Finisterre. Luego, los pueblos de América, y de islas y países lejanos, por extraños que parezcan.
Pero, por otra parte, el novelista y apologista C.S. Lewis plantea que a lo mejor ellos nunca han caído, viven sin pecar en armonía con Dios, y no necesitan salvación como la nuestra (tema de su novela ‘Más allá del planeta silencioso’).
Eifelheim y Más Allá del Planeta Silencioso, novelas clásicas, inteligentes y serias sobre extraterrestres (ficticios) y fe cristiana.
¿El Hijo podría encarnarse en otras razas inteligentes?
Y si necesitan salvación, ¿debe ser a través de la Encarnación de Cristo, de sus sacramentos? ¿O Dios querría salvarles de otra manera? ¿Podría el Hijo encarnarse en otras carnes, en cuerpos muy extraños y distintos a los que tenemos, para ser uno de ellos, como es uno de nosotros?
¿O no haría falta, igual que Cristo el judío es uno para galaicos, quechuas, maoríes o esquimales? ¿Aporta información 1 Col 15-20: «que todas las cosas se reconciliaran en Él y para Él, todo lo que hay en el cielo y en la tierra»?
«Lo que sí sabemos es que Dios es muy bueno, y que si esas razas necesitan salvarse, Dios tendrá mecanismos para salvarlas. Como a los jornaleros, a cada uno sabe el Dueño como darles su jornal», apunta Enrique Solano.
Por último, ¿vale la pena pensar en estos temas? El astrónomo jesuita Guy Consolmagno dice que «pensar sobre aliens es una buena forma de saber lo que significa ser humano», igual que nos ayuda también plantearnos la diferencia entre nuestra inteligencia y la de máquinas cada vez más sagaces. Si encontráramos razas extraterrestres (como cuando encontramos razas animales asombrosas en el mar o las selvas) nos ayudaría a saber más de Dios.
Proyecto Hail Mary, Eifelheim, Cixin Liu… y San Jerónimo
En el turno de palabras tras la exposición, se plantearon varias novelas recomendables, como Proyecto Hail Mary, el tercer libro de Andy Weir (autor de El Marciano, de gran éxito como novela y en el cine), con mucha ciencia seria y bien explicada; Eifelheim, de 2006, del católico Michael F. Flynn, sobre unos extraterrestres de cuerpos insectoides, que naufragan en un pueblo medieval y se llevan bien con el párroco y se interesan por la fe; o la trilogía de los Tres Cuerpos, de Cixin Liu, sobre un universo de recursos escasos y civilizaciones que desconfían y se esconden unas de otras para no ser detectadas.
También se recordó que en la vida de San Pablo Primer Ermitaño (escrita por San Jerónimo), un fauno («un hombrecillo pequeño, con la nariz chata y cuernos en la frente, y la última parte de su cuerpo terminaba en pies de cabra») acude ante San Antonio del Desierto a pedirle que acuda a evangelizar a su gente en territorio salvaje, negando ser demonios, sino un tipo peculiar de «hombres», algo que Jerónimo acepta sin escándalo (Velázquez pintó esa escena en su cuadro sobre San Pablo el Primer Ermitaño).
Los interesados en la Sociedad de Científicos Católicos pueden visitar su web aquí.
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