La semana pasada, varias noticias removieron mediáticamente el tema de la vida extraterrestre. Primero, fueron develados en el Congreso de México unas supuestas momias alienígenas con una antigüedad de 1.000 años. Luego, varios medios titularon sobre los resultados del telescopio espacial James Webb donde se da cuenta del descubrimiento de señales de vida en el exoplaneta K2-18 b, a una distancia de 120 años luz de nosotros.
Y, para ponerle la cereza al pastel, la Nasa publica un informe de un comité independiente sobre los fenómenos anómalos no identificados (Fani), lo que ha puesto a los ovnis sobre la mesa.
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¿Estamos solos en el vasto universo que nos rodea? Esta pregunta siempre ha intrigado a la humanidad durante siglos y ha dado lugar a una exploración interdisciplinaria que abarca desde la ciencia y la mitología hasta la cultura popular y la ciencia ficción.
Civilizaciones antiguas como los sumerios y egipcios tenían mitos y relatos que hablaban de seres divinos descendiendo del cielo. Los griegos también tenían sus propias historias de seres celestiales. Estas narrativas, aunque en su mayoría mitológicas, sentaron las bases para la curiosidad humana acerca de la vida más allá de la Tierra.
Fue durante la revolución científica, en el siglo XVII, cuando comenzamos a ver un cambio en la forma en que abordamos la posibilidad de vida extraterrestre. Visionarios como Giordano Bruno y Johannes Kepler sugirieron que el universo era colosal y que, en algún lugar, podría existir vida similar a la nuestra. A Bruno, sus osados planteamientos sobre el cosmos y la pluralidad de los mundos habitados le costarían la vida, siendo quemado en la hoguera en 1600.
Sería a finales del siglo XIX y comienzos del XX cuando la idea de “marcianos” o seres extraterrestres provenientes de Marte se popularizó en la literatura y la cultura popular. Uno de los primeros trabajos que mencionan seres marcianos fue la novela La guerra de los mundos, escrita por H. G. Wells y publicada en 1898. La obra describe una invasión de la Tierra por parte de marcianos que utilizan máquinas de guerra avanzadas. La novela causó sensación y se considera uno de los primeros ejemplos de la ciencia ficción moderna.
El administrador de la Nasa, Bill Nelson en la rueda de prensa en la que se reveló el informe sobre ovnis.
Desde la ciencia, la idea de la vida en Marte también fue impulsada por observaciones astronómicas de la época que sugerían la posibilidad de canales o líneas en la superficie del planeta rojo, lo que llevó a la especulación sobre la existencia de agua y, por lo tanto, de vida en el planeta rojo.
Algunas de las mejores observaciones se hicieron en 1894 desde el Observatorio Flammarion, en Bogotá, a 2.640 metros más cerca de las estrellas, por el astrónomo colombiano José María González Benito.
Décadas más tarde, a mediados del siglo XX, la carrera espacial llevó nuestra búsqueda de vida extraterrestre al espacio. A medida que la tecnología avanzaba, comenzamos a buscar signos de vida en planetas y lunas de nuestro propio sistema solar. La exploración de Marte, la búsqueda de agua en Europa (luna de Júpiter) y la misión Voyager, que llevó una cápsula con información sobre la Tierra al espacio interestelar, son una pequeña muestra de estos esfuerzos.
En las últimas décadas hemos logrado descubrir miles de exoplanetas; algunos de ellos en la “zona habitable” de sus estrellas, donde las condiciones podrían permitir la existencia de agua líquida y, potencialmente, vida como la conocemos. También seguimos escudriñando señales de radio del espacio profundo, esperando alguna proveniente de una lejana civilización inteligente.
Si bien aún no hemos encontrado evidencia de vida extraterrestre, hemos podido comprender y abordar mejor los desafíos de su búsqueda. La astrobiología es ahora una vibrante línea de investigación mundial.
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En cuanto a las novedades mediáticas, las momias alienígenas parecen ser burdas falsificaciones hechas con huesos de animales y materia orgánica; la detección del telescopio espacial de metano, dióxido de carbono y sulfuro de dimetilo en aquel exoplaneta no es evidencia clara de procesos biológicos que los hayan generado; y, finalmente, el informe de la Nasa no ha encontrado ninguna prueba de que los Fani no puedan ser explicados por causas ‘normales’, aunque deja una puerta abierta para reunir más pruebas.
Jaime Maussan junto a las momias que hoy tienen en debate a todo el mundo. Se dice que no tienen ADN humano. La imagen de estos extraterrestres ya hacen parte de la cultura popular.
Tal vez, algún día, nuestros telescopios apunten hacia un punto distante y encuentren una señal que sí pueda confirmar que no estamos solos. Hasta que llegue ese momento, seguiremos mirando hacia las estrellas con esperanza y asombro.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
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