4 de mayo de 2025

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¿Podría suceder una inversión de los polos como en El Eternauta?


Nuestra actual sociedad tecnodependiente podría estar en graves problemas si, por alguna catástrofe natural, solo lo viejo funcionara…

¿Podría suceder una inversión de los polos como en El Eternauta?¿Podría suceder una inversión de los polos como en El Eternauta?

Crédito: Netflix/MysteryPlanet.com.ar.

Desde su primera publicación en 1957, El Eternauta ha sido mucho más que una historieta de ciencia ficción: es un relato sobre la resistencia, la solidaridad y el desconcierto ante fenómenos que escapan al control humano. En la reciente adaptación de Netflix, un detalle aparentemente menor cobra peso simbólico y científico: el personaje interpretado por César Troncoso, «el tano» Favalli, muestra una brújula desorientada y menciona una posible inversión de los polos magnéticos.

Esta conexión, no tan explícita en el cómic original, plantea la posibilidad de que una alteración planetaria pueda tener efectos sociales y tecnológicos profundos. Lejos de tratarse de una simple licencia creativa, el trasfondo de esta idea encuentra respaldo en descubrimientos científicos reales.

El Eternauta. Episodio 3: Magnetismo. Netflix, 2025.

El recurso narrativo adquiere así un valor que va más allá de lo simbólico: anticipa —quizás intuitivamente— lo que la ciencia moderna ha empezado a demostrar con mayor claridad. El campo magnético de la Tierra es dinámico: se debilita, se desplaza y, cada cierto tiempo, se invierte. Y aunque la última gran inversión ocurrió hace unos 780.000 años, nuevas investigaciones sugieren que el proceso puede ser mucho más complejo de lo que se pensaba.

Lo que dice la ciencia: velocidad, duración e incertidumbre

Estudios recientes muestran que las inversiones geomagnéticas podrían darse con mayor frecuencia y rapidez de lo estimado. Un hallazgo publicado en Science Advances sugiere que durante la última inversión completa, el campo se debilitó significativamente en tan solo unos siglos, un abrir y cerrar de ojos en términos geológicos. Este debilitamiento permite que más radiación cósmica y partículas solares lleguen a la superficie, lo que podría tener consecuencias impredecibles para la vida moderna.

Ilustración esquemática de las líneas invisibles del campo magnético generadas por la Tierra, representadas como un campo magnético dipolo. En realidad, nuestro escudo magnético está apretado más cerca de la Tierra en el lado que mira al Sol y extremadamente alargado en el lado nocturno debido al viento solar. Crédito: Peter Reid.

Por otro lado, otro estudio revela que la última inversión completa del campo magnético duró alrededor de 22.000 años. Esto sugiere que los efectos asociados —como un campo debilitado— podrían prolongarse durante milenios, exigiendo estrategias de adaptación a largo plazo.

Estas dos dimensiones —la velocidad del inicio y la duración de la transición— hacen que la humanidad del siglo XXI, completamente tecnodependiente, se enfrente a un desafío sin precedentes: ¿cómo sostener la infraestructura global si el «escudo invisible» de la Tierra falla de forma prolongada?

Sol, tormentas geomagnéticas y una civilización vulnerable

La preocupación se amplifica cuando se considera el actual estado del Sol. Nos encontramos en el ciclo solar 25, que se espera alcance su pico de actividad este año. Ya se han registrado llamaradas solares de clase X, las más poderosas, una de ellas catalogada como la mayor en lo que va del ciclo. Estas erupciones solares liberan enormes cantidades de energía y partículas que, al interactuar con un campo magnético debilitado o inestable, podrían tener consecuencias devastadoras.

La mancha solar AR3664 acaba de desatar la llamarada solar más fuerte del ciclo solar actual, ¡una explosión de categoría X8.7 desde más allá del limbo occidental del sol! Crédito: Observatorio de Dinámica Solar de la NASA.

Los sistemas GPS, las telecomunicaciones, las redes eléctricas e incluso los satélites de observación climática dependen del equilibrio geomagnético. Una tormenta solar fuerte, como la registrada en el evento Carrington de 1859, podría hoy colapsar por completo las redes eléctricas de continentes enteros. Y si esto ocurre en el contexto de una inversión polar en marcha, las consecuencias se multiplican.

Lo que antes era un riesgo moderado se convierte en una amenaza compleja y sistémica. La ciencia actual ha demostrado que la combinación de un Sol hiperactivo y un campo magnético debilitado no es solo plausible, sino probable en algún punto del futuro cercano. El Eternauta, en este sentido, se vuelve una advertencia cultural sobre nuestra excesiva confianza en la estabilidad del entorno físico que nos sostiene.

Cultura, ciencia y la necesidad de una resiliencia global

La inversión de los polos magnéticos no es solo un fenómeno geofísico; es también una metáfora poderosa para pensar nuestra relación con la naturaleza y con la tecnología. En El Eternauta, el desastre no es solo externo —la nevada o la invasión alienígena—, sino interno: la desorganización social, la caída de las estructuras, la pérdida del sentido de orientación, literal y simbólica. Hoy, vivimos en una sociedad globalizada que depende de sistemas extremadamente frágiles: Internet, satélites, cadenas de suministro, inteligencia artificial. La resiliencia de estas estructuras es cuestionable ante una amenaza prolongada de origen natural.

Una de las páginas del cómic de Oesterheld ilustrado por Solano López. El cómic completo puedes leerlo AQUÍ.

Pensar hoy en una inversión de los polos, con el apoyo de la ciencia y el espejo que ofrece la ficción, no implica caer en el alarmismo. Al contrario, es una oportunidad para prepararse, invertir en tecnologías resistentes a tormentas solares, revisar protocolos de emergencia y descentralizar infraestructuras críticas.

Como decía Oesterheld, «el héroe verdadero es un héroe colectivo». La solución no vendrá de un individuo aislado sino de una comunidad informada, organizada y solidaria ante lo inesperado. En el siglo XXI, la ciencia ficción y la ciencia real deben dialogar más que nunca para anticipar —no profetizar— y construir estrategias de adaptación realistas y humanas.

Por MysteryPlanet.com.ar.