31 de octubre de 2024

Extraterrestres

Informaciones Exclusivas sobre extraterrestres y ovnis en todo el mundo.

¿Ovnis en Mesoamérica? – Puebla

¿Ovnis en Mesoamérica? – Puebla

Recientemente, ante una audiencia del Subcomité de Seguridad Nacional en la Frontera y Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, tres exmilitares declararon que los extraterrestres existían, que el gobierno de los Estados Unidos lo sabe, que tienen tecnología e incluso restos biológicos de seres venidos de otros planetas. Según una nota publicada en el

Recientemente, ante una audiencia del Subcomité de Seguridad Nacional en la Frontera y Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, tres exmilitares declararon que los extraterrestres existían, que el gobierno de los Estados Unidos lo sabe, que tienen tecnología e incluso restos biológicos de seres venidos de otros planetas. Según una nota publicada en el portal de la Deutsche Welle, los “tres testigos claves de la audiencia son Ryan Graves y David Fravor, dos exaviadores de la Marina estadounidense; y David Grusch, veterano de combate y exoficial de la oficina de inteligencia del Pentágono. Los tres realizaron un juramento de verdad ante el Congreso que, de no ser cierto, es penado con cárcel. (…) Una de las declaraciones más viralizadas y espectaculares fue la de Grusch, aunque hace poco más de un mes ya había hablado al respecto con medios de comunicación. El veterano testificó que cree ‘absolutamente’ que el gobierno posee varios ovnis, así como restos biológicos de sus operadores ‘no humanos’”. Por supuesto, el gobierno niega que tales afirmaciones sean ciertas, por lo que no es oficial lo que estos personajes afirman. De inmediato las redes se llenaron de comentarios, memes y cuanta tontera se les ocurra, como si las declaraciones de estos testigos confirmaran no sólo la existencia de vida extraterrestre, sino la veracidad de cuanta teoría de conspiración estilo “X- Files” exista. Por supuesto, Jaime Mausan se encuentra que no cabe en sí mismo del gozo y podemos esperar más y más temporadas de “Alienígenas Ancestrales”. Quizá el asunto no es si existe o no vida en otros planetas; de hecho, me parece sumamente pedante por parte del ser humano pensar que es el único en todo el universo. Incluso, astrónomos como Carl Sagan consideraban que existía vida en otros lados y por ello elaboró junto con otros especialistas el intrincado y complejo mensaje que enviaron en la sonda Pioneer 2 lanzada en marzo de 1972 y cuya misión era, en principio dar información sobre el planeta Júpiter para después salir del sistema solar. Para tranquilidad de los fanáticos del fenómeno OVNI que lean este texto, no trataré en este espacio de negar la vida extraterrestre, me parece un despropósito. Lo que sí haré, es torpedear desde este momento, la andanada de tonteras que se “confirmarán” en torno a la relación de las culturas de la antigüedad, especialmente las americanas, con E.T. y sus colegas.

La idea del contacto extraterrestre con nuestras culturas Mayas, Mexica, Inca, Nazca, Chavín, Caral, entre muchas otras, es negarles la posibilidad de intelecto, capacidad organizativa, arte y, en general, de cualquier capacidad humana. Desde épocas tan remotas como el 3000 aC, en Caral- Supe, en el norte de Perú, o 1500 aC con los Olmeca, Zapotecos, Mayas, Tlatilco y otras en Mesoamérica, por mencionar quizá las civilizaciones más antiguas de nuestro continente, existe el esfuerzo del ser humano por relacionarse con su entorno, modificarlo, beneficiarse de él y, a la par, estructurar sociedades complejas. Dentro de su desenvolvimiento y en constante contacto con los elementos, los fenómenos climáticos y los astros, desarrollaron intrincadas cosmovisiones en las que concibieron una estrecha relación con la naturaleza y las entidades que consideraron compartían los espacios con ellos. Siguiendo con Alfredo López Austin, en su texto “Cosmovisión y pensamiento indígena” (2012), vemos que tales sociedades generan una coherencia relativa entre los componentes de su cultura. “Esto se manifiesta -afirma- tanto en la interpenetración de sus distintos ámbitos de pensamiento y de acción como en la uniformidad de las leyes con que se explica el funcionamiento universal, las normas fundamentales, los valores, las taxonomías y las pautas. La tradición mesoamericana se caracteriza, precisamente, por su coherencia. En ella la unidad difumina límites entre lo humano y lo no humano; moralmente, entre el arbitrio y la involuntariedad de la conducta; entre la ética y la salud; entre la religión y el derecho; entre el trabajo y el deber sagrado, etcétera”. De igual manera, a través de este pensamiento, moldearon la forma en que funcionaba el universo, su estructura, tiempos y espacios. Y, dentro de todo ello, las relaciones que el ser humano debía guardar con el entorno y las diferentes entidades, tangibles e intangibles que lo habitaban, de manera que se guardaran los equilibrios necesarios para que el mundo siguiera existiendo. “La simetría y los números son estrictas bases organizativas, aun para los dioses -continúa López-; las múltiples ruedas calendáricas ordenan la sucesión de los acontecimientos, mientras que, paradójicamente, sus combinaciones originan el devenir siempre cambiante; los colores son símbolos ubicuos de la geometría, etcétera. La estructura se vuelve obsesiva en toda expresión humana”. Más adelante, afirma que el universo se reproduce en cosas de la vida cotidiana como, por ejemplo, el plano terrestre se proyecta en la milpa y sus cuatro esquinas son los cuatro puntos cardinales; el cerro, mole espectacular que conecta el ámbito celeste con el terrestre y el inframundo -y cuyas cuevas son entradas naturales para este-, se ve emulado desde épocas tan tempranas como las que hablamos en edificios circulares, piramidales y de otras formas. Estas proyecciones se ven expresadas en ciudades, poblaciones, viviendas, enterramientos, ofrendas y un sinnúmero de prácticas que vemos en los restos que nos llegan hasta nuestros días e incluso en comunidades del presente. Se trataba de edificar ciudades y organizar grupos sociales a través de la estructura ideológica que brinda la cosmovisión.

Por otro lado, Jesús Galindo Trejo, arqueoastrónomo del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM afirma en su artículo “La astronomía prehispánica como expresión de las nociones de espacio y tiempo en Mesoamérica”, publicado en la revista Ciencias, de la UNAM (2010), que, partiendo “del hecho de que el movimiento aparente de la bóveda celeste proporciona la única manera de definir orientaciones de trascendencia universal en un paisaje terrestre, podemos notar que en Mesoamérica se erigieron suntuosos edificios y se trazaron magníficas ciudades considerando este aspecto. Además de alineaciones solares en momentos astronómicamente importantes, como solsticios, equinoccios y días del paso cenital del Sol, los mesoamericanos eligieron mayormente alineaciones que se daban en momentos de aparente nula importancia astronómica. No obstante, las fechas en las que suceden tales alineamientos poseen una peculiar característica: dividen el año solar en varias partes que se pueden expresar por medio de los números que definen el sistema calendárico mesoamericano”. Para muchos de nuestros lectores, lo que afirma Galindo y lo que comento en esta entrega serán obviedades, pero, la cosa es más compleja de lo que imaginamos. Recientemente, mientras revisaba el libro “Pintura Mural Prehispánica: Cacaxtla”, editado en tres volúmenes por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM (tomo I y los tomos II y III), me topé con el capítulo “Una visión celeste de Cacaxtla: estudios arqueoastronómicos de su pintura mural” (en el segundo volumen) en el que el mismo Galindo analiza la arqueoastronomía presente en pinturas y templos del lugar. Francamente quedé estupefacto por sus hallazgos y por la capacidad que tenían las culturas mesoamericanas de observar el paso de los astros y la bóveda celeste, establecer mitos y rituales en torno a fenómenos astronómicos y construir edificios, templos y realizar pinturas alusivas a esos fenómenos. Por ejemplo, el paso de Venus frente al sol o la luna, lo que pudiera haber significado el vencimiento de esa deidad por las otras dos y que pudieran haber quedado registrados en los murales de la Batalla o la relación entre el planeta Venus y la constelación de El Escorpión en un momento específico en que se tocaron, fenómeno que sucedió por los años en que se pintan las pinturas del Templo de Venus. En ellas podemos ver, por ejemplo, a un personaje con cola de escorpión que claramente tiene en una mano el símbolo del planeta Venus, es decir, una estrella con un ojo. Como afirma Galindo, “Cuando el astro principal del cielo desciende a plomo sobre la madre tierra, el planeta más brillante del cielo, Venus, surge exactamente de ese punto de la montaña sagrada [la Malinche]. Podríamos interpretar al personaje femenino [representación de esa montaña] plasmado en el pilar sur como una alegoría de una realidad astronómica perceptible y sin duda de hondo significado ritual. El personaje masculino puede ser descrito también en términos de un fenómeno aludido por los elementos iconográficos que lo acompañan. Esta vez la conjunción de la constelación del Escorpión con Venus habría dado la pauta para inspirar el diseño pictórico. Recuérdese que en épocas posteriores al apogeo de Cacaxtla, Venus alcanzó una particular preponderancia en el panteón mesoamericano como el dios civiliza­dor Quetzalcóatl, aquel que le habría obsequiado al hombre el conocimiento de la cuenta del tiempo.”

Como vemos, basta hacer una auténtica observación astronómica de la orientación de los edificios y las pinturas, sumado al análisis histórico arqueológico de ciudades, periodos y culturas, para encontrar los motivos, intenciones, reflexionar procedimientos y sistemas. No se necesita especular sobre la llegada de marcianos arquitectos, astrónomos e ingenieros que vinieran a ayudar a estas culturas perniciosamente consideradas “primitivas”. De hecho, yo no estoy viendo que estos fanáticos del fenómeno OVNI teoricen sobre la posible creación de cuanta obra arquitectónica europea -como la Torre de Londres, el Louvre, Notre Dame, la Capilla Sixtina o el Coliseo romano- con asesoramiento intergaláctico. Esos por supuesto que no ya que fueron creados con el ingenio y la capacidad de Europa y sus ciudadanos y pensadores “de primera”. Mal hacen las personas de ese supuesto primer mundo pensar en la intervención extraterrestre en las grandes obras de la antigüedad, pero peor hacen aquellos que habitan en México y otros países de América al abrazar semejantes teorías que tienen mucho de colonial y que niegan la enorme capacidad de nuestras comunidades originarias.