Por si teníamos poco con los líos que montamos nosotros solos aquí en la Tierra, ahora resulta que vienen los extraterrestres a liarla más. O igual no ‘vienen’ sino que vuelven.
O que han estado siempre y solo enseñan la oreja de vez en cuando. No lo sé. El caso es que el asunto de la presencia extraterrestre en nuestro planeta se ha debatido esta semana en un lugar tan serio como el Congreso de Estados Unidos. Efectivamente, por el subcomité de Seguridad Nacional -nada menos- de la Cámara de Representantes, en Washington, pasaron el miércoles varios antiguos oficiales de las Fuerzas Aéreas y de la Armada norteamericanas para asegurar no solo que hay naves de civilizaciones estelares patrullando por los cielos terráqueos, sino que ellos las han visto. Un oficial de Inteligencia incluso afirmó que las autoridades estadounidenses guardan en secreto restos de alguno de esos aparatos y hasta de sus tripulantes. Y los señores diputados, tanto demócratas (la izquierda de allí) como republicanos (la derecha), han pedido a su gobierno que informe al pueblo de todo lo que sabe al respecto. El problema es que, seguramente, el gobierno no sabe nada, porque tampoco habrá gran cosa que saber. Que se ven cosas extrañas por ahí arriba, seguro, porque no lo conocemos todo sobre la atmósfera y sus fenómenos. Pero esto de los marcianos, los ovnis (ahora los llaman UAP), Roswell, el Área 51, etcétera, forma parte del folclore y del imaginario colectivo desde hace ya muchas décadas. Y de no pocas teorías conspiranoicas, a las que nunca les faltarán aficionados.
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