A lo largo del tiempo las personas han dudado sobre la existencia de la actividad no humana en la Tierra. Pero, luego de 50 años un exoficial de Inteligencia de Estados Unidos confirmó bajo juramento que en su país existen naves extraterrestres y cuerpos no humanos. David Grusch habló sobre su investigación vinculada a los Fenómenos Aéreos No Identificados (FANI) y generó intriga a nivel mundial. Sin embargo, Argentina también está vinculada a estos hechos, ya que un trabajador de Ingeniero White vivió una experiencia inolvidable.
“En 1962 la Armada argentina ya estudiaba estos eventos que aparecían en los radares y volaban a velocidades inauditas, salían de la atmósfera y se metían debajo del agua”, señaló a TN Andrea Pérez Simondini, Directora de la Comisión de Estudio del Fenómeno OVNI (CEFORA) y una de las caras visibles del Museo del OVNI en Victoria, Entre Ríos.
La experta completó: “Desde hace 70 años podemos decir que existe una tecnología operada por una inteligencia superior que, claramente, de haber tenido alguna intención maliciosa para con nosotros, ya nos hubiéramos dado por enterados”.
En la misma línea, indicó que en la Argentina existen cuatro o cinco casos representativos. “Son extraordinariamente complejos, con mucha fundamentación científica y con respaldo médico”, subrayó la investigadora. Uno de ellos fue el de Carlos Díaz.
De Bahía Blanca a Constitución en 18 minutos
El 5 de enero de 1975, durante la madrugada de verano, un hecho marcó un antes y un después en la vida del trabajador ferroviario que realizaba “changas” en su tiempo libre como mozo. Según su relato, cerca de las 3 de la mañana terminó su jornada laboral en un casamiento y decidió volver a su casa en la localidad bahiense de Ingeniero White, pero no pudo llegar.
De repente, luego de dieciocho minutos Carlos Díaz apareció en Buenos Aires, en el patio de una casa del barrio de Constitución.
“Llevo 48 años contando lo que pasó y nunca he cambiado mi versión, yo recuerdo todo”, aseguró a TN Carlos Díaz. El tiempo lo ayudó a poner en palabras su experiencia y por sobre todo a comprender, pero entonces su impresión fue muy distinta. “Lo tomé como una desgracia en ese momento”, reconoció. Y así, Carlos inició un relato detallado de aquel viaje extraordinario.
Salió del evento, compró la edición de ese día del diario La Nueva Provincia y se tomó el micro que lo llevaba hasta Ingeniero White en la esquina de Colón y Estomba. Ya eran las 3.50 cuando se bajó en la parada que lo dejaba más cerca de su casa, frente a un galpón de máquinas del que justo en ese momento salían dos amigos suyos de trabajar.
Los tres hombres empezaron a caminar juntos y a los pocos metros fue cuando vieron aparecer una luz blanca en el cielo. No le dieron importancia, creyeron que se trataba de un avión, pero de repente esa luz se movió a gran velocidad sobre ellos. Un instante después, de los tres amigos solo quedaban dos.
“Mirta, Mirta, a Carlitos lo llevó un plato volador”, le gritaron los amigos de Carlos a su esposa cuando llegaron corriendo a su domicilio, según ellos mismos contaron en distintas entrevistas desde esa época. Mientras tanto, él apenas si podía entender lo que estaba pasando. “Yo estaba desesperado, gritaba, ni siquiera sabía lo que era un OVNI”, enfatizó.
El momento en el que Carlos fue abducido
“Tenía el cuerpo paralizado. Sentí nervios, miedo, ganas de llorar”, contó Díaz a TN, aunque aclaró que en ningún momento “perdió la noción del tiempo ni la consciencia”. En ese momento, entró en una suerte de esfera donde quedó de rodillas, porque no se podía parar, y así estuvo durante algunos minutos solo hasta que aparecieron repentinamente “tres seres verdes y sin manos”. “Ellos no se apoyaban ni caminaban. Levitaban”, contó. Las criaturas, luminosas, tampoco hablaban, sino que se comunicaban telepáticamente.
En ese estado de shock en el que se encontraba, atinó a tratar de tocarlos. “El cuerpo (de las criaturas) parecía esponjoso”, describió Carlos, y sumó otro detalle curioso: “Cada vez que los tocaba se me caía el pelo y se les quedaba pegado a ellos”.
Pérez Simondini se refirió al caso de Carlos Díaz en la entrevista con TN y resaltó: “La historia clínica respaldó sus dichos sobre la pérdida total de vello en todo el cuerpo”. De hecho, la investigadora logró recuperar el documento y señaló que el trabajador ferroviario también fue sometido “a un examen psiquiátrico y salió indemne”.
“Había mucha evidencia física”, subrayó Pérez Simondini, y mencionó que a Díaz le quedó “una marca a la altura del abdomen sin haber tenido nunca una intervención quirúrgica”. Otra particularidad del caso, por lo menos llamativa, fue el reloj con el que lo encontró la médica de guardia que lo atendió: “Quedó parado en la hora en que él dijo haber sido abducido”.
La vida después de esa experiencia: “No me enfermé nunca más”
A las 4.17 de esa madrugada de 1975, Carlos fue encontrado en el patio de una casa en Constitución, a unos 600 kilómetros de donde vivía. Estaba dormido y tenía con él su bolso, el ejemplar de “La Nueva Provincia” que compró cuando salió de trabajar y el boleto del colectivo de la compañía La Unión que se había tomado unos minutos antes de ser abducido. Todo intacto.
Pero pasó. Hoy, a punto de cumplir los 77 años, Carlos afirmó: “Desde que me ocurrió esto no me enfermé nunca más. Ni un resfrío”. Ya no trabaja en el ferrocarril y tampoco vive en Bahía Blanca. Se mudó a Capilla del Monte, en Córdoba, donde transmite su historia sin fisuras a quien la quiera escuchar.
“No me gustaría volver a verlos”, concluyó sobre el cierre de la entrevista en relación con los seres que lo visitaron hace tantos años. No obstante, con la misma firmeza señaló: “No me hicieron daño, pero yo solo quería seguir con mi vida normal”.
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