10 de noviembre de 2024

Extraterrestres

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El científico que se metió a cazador de OVNIS

El científico que se metió a cazador de OVNIS

Con apenas 15 años tuvo su primer encuentro con el Fenómeno, como él lo llama. Estaba en el ático de su casa en Pontoise (Francia), cerca de París, ayudando a su padre con unas tareas de bricolaje. Su madre dio un grito desde el jardín y Jacques se apresuró escaleras abajo. Ambos vieron un disco

Con apenas 15 años tuvo su primer encuentro con el Fenómeno, como él lo llama. Estaba en el ático de su casa en Pontoise (Francia), cerca de París, ayudando a su padre con unas tareas de bricolaje. Su madre dio un grito desde el jardín y Jacques se apresuró escaleras abajo. Ambos vieron un disco gris y muy brillante sobre la catedral gótica de la ciudad. Al día siguiente supo que su mejor amigo también lo había visto. «Le pedí que lo dibujara y era exactamente lo mismo», recuerda Jacques Vallée, convertido 67 años después en un ufólogo de renombre.

Aquel adolescente tiene hoy 82 años y un notable currículum a sus espaldas. Licenciado en matemáticas por la Sorbona de París y doctor en ciencia computacional por la Northwestern University de Illinois (EEUU), Vallée puede presumir de una larga carrera en el mundo de la ciencia y la tecnología.

Al fin y al cabo, ayudó a la NASA a crear una cartografía de Marte; trabajó, allá por los años 70, en el nacimiento de Arpanet, precursor de la actual internet; ha desarrollado herramientas de software utilizadas por la Biblioteca Británica, la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense o más de 70 plantas nucleares en el mundo.

Cree que detrás del folklore, cuentos de hadas o pasajes bíblicos, podrían encontrarse relatos de encuentros con esta otra realidad

En la actualidad es un capitalista de riesgo que mueve millones de dólares en empresas tecnológicas y relacionadas con la salud, en Silicon Valley, Europa o Israel. En paralelo a esta carrera ortodoxa, Vallée ha continuado explorando ese fenómeno todavía no explicado que son los objetos volantes no identificados.

Hubo otro episodio de juventud que terminó de asentar para siempre su interés en el misterio de estas ‘visitas’ alienígenas. Antes de dedicarse a la programación, Vallée, aficionado a la astronomía desde pequeño, trabajó en el Observatorio de París, trazando los satélites que orbitan alrededor de la Tierra. Una noche vieron un objeto que orbitaba en dirección contraria a la rotación de la Tierra, algo absolutamente anormal. No pensaron en naves espaciales, sino en algún nuevo lanzamiento de cohetes, o un meteoro. Pero al rato, la persona a cargo del proyecto cogió la cinta donde había sido grabado el objeto y la borró. ¿Por qué? Jacques Vallée cree que simplemente por temor al ridículo. «Pensaba que los americanos se reirían de nosotros si informábamos de un objeto no identificado en el espacio». Corría el año 1961 y Vallée decidió en ese instante que, aunque fuera de tapadillo, se dedicaría a tratar de explicar esos fenómenos. Y en ello sigue.

En el resbaladizo mundo de la ufología, sus teorías le han granjeado admiración y no pocas polémicas. «Soy un hereje entre herejes», resume. En gran parte porque, con el paso del tiempo, no teme cambiar de idea. Le granjeó no pocas enemistades el abandono de la llamada hipótesis extraterrestre: una extendida teoría que supone que los OVNIS son un tipo de vida que viene de visita a la Tierra. Vallée la secundó en los 60, pero se opuso a ella en su libro Pasaporte a Magonia. Del folclore a los platillos volantes.

Vallée también trató de convencer a Spielberg de que cambiara el final de Encuentros en la Tercera Fase: nada de alienígenas. «Le dije que era más interesante si no se trataba de extraterrestres. Era real, físico, pero no E.T», sostiene. El director no le hizo caso, pero se inspiró en Vallée para el científico francés interpretado por François Truffaut en el film.

Ayudó a la NASA a cartografíar Marte; contribuyó al nacimiento de Arpanet; desarrolló ‘software’ que usan la Biblioteca Británica, la NSA y más de 70 nucleares…

Pero, si no se trata de extraterrestres, ¿qué son? Vallée no tiene reparos en afirmar que no lo sabe. «Probablemente moriré sin encontrar la solución a este enorme problema», escribió en un diario hace años. Entretanto, creó con su mujer, Janine Saley, bases de datos de fenómenos que consideraba creíbles, para ver si los modelos informáticos arrojaban luz sobre el asunto.

También se ha centrado en los efectos en la psique de los testigos. A menudo relatan episodios de clarividencia, como si la potente luz que suelen describir ‘iluminase’ también su entendimiento. Habla de «una gran cantidad de energía concentrada en un espacio muy pequeño, que podría afectar a nuestro cerebro».

Y ha sostenido también que tras el Fenómeno (sí, con mayúsculas lo escribe él) se encuentra un sistema de control que trata de influir sobre nuestro sistema de creencias. Como si quisiese enseñarnos algo, utilizando la manipulación social a través del engaño. «Sea lo que sea, es mucho más inteligente que nosotros –afirma–. Y tiene un gran sentido del humor».

No escapan a esta interpretación, desde su punto de vista, milagros como el de Fátima o Lourdes. Sostiene que los relatos de los que presenciaron eventos como la ‘danza solar’ en Fátima –el Sol zigzagueó ante centenares de personas allí congregadas– son compatibles con los avistamientos de OVNIS.

Un aspecto importante de su teoría es que detrás del folklore popular, cuentos de hadas o incluso pasajes bíblicos, podrían encontrarse, en realidad, relatos más o menos tergiversados de encuentros con esta otra realidad. ¿Y si los estigmas que recibió San Francisco fuesen, en realidad, huellas en la piel producidas por una energía desconocida? Hay grabados del siglo XVI cuyos dibujos se parecen mucho a representaciones modernas del fenómeno OVNI.

También se ha sumergido en la historia. Y ha visto que, al contrario de lo que muchos sostienen, la aparición de OVNIS no es algo que comience en el siglo XX o, a lo sumo, en el XIX. Vallée ha encontrado episodios que se remontan a más de 3000 años atrás.

En el antiguo Egipto, un hombre declaró haber visto un disco brillante descender del cielo. En Japón, en 1180, se hablaba ya de una nave de barro. Los romanos mencionaron escudos en el cielo y dejaron numerosos informes: el Consejo exigía documentos detallados sobre cualquier evento inusual en el cielo. Y aparecen en los textos de Cicerón, entre otros. Incluso Goethe, a los 16 años, refirió haber visto innumerables luces moviéndose en un barranco. Miguel Ángel también habría visto un triángulo luminoso en el cielo más de 300 años antes. Llegó a pintarlo, aunque el cuadro no ha sobrevivido.

Muchas de estas teorías pueden sonar disparatadas. Vallée está acostumbrado. Pero asegura que no hace más que aplicar el método científico. Que, además de sumergirlo en archivos históricos, le ha llevado a realizar análisis isotópicos de restos que ha ido recopilando.

En diciembre pasado publicó un artículo, junto con Garry Nolan, de la Universidad de Stanford, en la revista científica Progress in Aerospace Sciences, que no es, precisamente, el escenario habitual de teorías oscurantistas sobre avistamientos de OVNIS. Y antes de publicarlo, se revisó concienzudamente el trabajo de los investigadores. Buscan en esos restos materiales desconocidos que prueben el origen no terrestre de estos restos encontrados en países como Argentina, Brasil o Estados Unidos y que Vallée ha ido recopilando.

Las conclusiones, una vez más, no son definitivas. Pero este matemático francés sigue buscando explicaciones. Y, poco a poco, la comunidad científica va aceptando que el estudio de los OVNIS es legítimo, no cosa de un puñado de locos. Con esto, Vallée ya considera que ha conseguido algo importante, pues sólo así conseguiremos –algún día– resolver el misterio.