Si la humanidad se encuentra con extraterrestres inteligentes, es posible que posean el intelecto necesario para descifrar nuestro lenguaje. Pero también es posible que quieran medir nuestra capacidad para cooperar en el desciframiento del suyo, haciéndose eco de la trama de la película de ciencia ficción de 2016 La llegada. Descifrar una señal inteligente procedente del espacio es el sueño de los investigadores del Instituto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), pero ¿cómo desarrollar esta habilidad cuando nuestro planeta no tiene alienígenas inteligentes con los que conversar? Sin embargo, en nuestro planeta viven unas criaturas muy inteligentes y parecidas a los alienígenas: las ballenas. Aunque esto pueda sonar a otra película de ciencia ficción, Star Trek IV: Misión: salvar la Tierra, en la que una sonda alienígena intenta comunicarse con ballenas jorobadas, aquí hay una cuestión de investigación seria: ¿Puede el estudio de los sistemas de comunicación de las ballenas mejorar nuestra capacidad para detectar y comprender mensajes extraterrestres?
Para responder a esta pregunta, investigadores del SETI, la Universidad de California en Davis y la Fundación Ballena de Alaska han unido sus fuerzas para estudiar los sistemas de comunicación de las ballenas jorobadas. En un experimento sin precedentes publicado en la revista PeerJ en noviembre de 2023, el equipo de investigación emitió repetidamente una llamada de “contacto” grabada de una ballena jorobada —el equivalente ballenero de un saludo humano— en el océano frente a la costa de Alaska. Una curiosa jorobada hembra respondió, rodeando el barco y respondiendo en un estilo conversacional en un intercambio de 20 minutos. Creemos que se trata del primer intercambio comunicativo de este tipo entre humanos y ballenas jorobadas en el “lenguaje de las jorobadas”, afirma la autora principal, Brenda McCowan, en un comunicado.
Buscando señales inteligentes en las ballenas
Pero estos investigadores no intentan realmente descifrar el “lenguaje de las ballenas”. En su lugar, mediante el estudio de estas comunicaciones inteligentes no humanas y la aplicación de las matemáticas de la teoría de la información, el SETI pretende desarrollar filtros de inteligencia capaces de extraer señales inteligentes en sus sondeos del cosmos.
Otro equipo de investigadores está abordando de lleno la comunicación con las ballenas, utilizando el aprendizaje automático avanzado y la robótica más avanzada para intentar conversar con los cachalotes. La ambiciosa iniciativa, denominada Proyecto CETI (Iniciativa de Traducción de Cetáceos), en un guiño deliberado a SETI, es quizá el mayor esfuerzo de comunicación entre especies de la historia. Encabezado por el biólogo marino David Gruber, el CETI ha recibido 33 millones de dólares del Audacious Project, una asociación filantrópica que cuenta entre sus patrocinadores con los multimillonarios Richard Branson y Ray Dalio.
El CETI se centra en un grupo de 30 familias de cachalotes que habitan las aguas que rodean la isla caribeña de Dominica. Los cachalotes tienen el cerebro más grande de la Tierra, seis veces más pesado que el nuestro, lo que les permite resolver problemas complejos. Son uno de los pocos animales que pueden reconocerse a sí mismos, por ejemplo. Viven en redes sociales dominadas por las hembras y se comunican mediante una serie de chasquidos ensordecedores de más de 200 decibelios, conocidos como codas, que suenan de forma similar al código Morse o a los ruidos de transmisión de datos. Los cachalotes se dividen en clanes de cientos o miles de individuos y utilizan codas distintas para identificarse, como si fueran dialectos. A diferencia de los inquietantes cantos de las ballenas jorobadas, las codas de los cachalotes, que no se descubrieron hasta 1957, pueden traducirse en datos binarios y analizarse mediante procesamiento de lenguaje natural y aprendizaje automático profundo.
La clave de la comunicación de los cachalotes
Descifrar una lengua desconocida es más fácil con algo como la famosa Piedra de Rosetta, pero claro, no hay diccionario humano-ballena y no sabemos nada de la gramática del cachalote. Pero cuando se introducen grandes cantidades de datos lingüísticos en grandes modelos lingüísticos, los algoritmos pueden encontrar estructuras a partir de observaciones estadísticas sin saber nada del contenido. Sin embargo, se necesitan cantidades realmente ingentes de datos.
En su artículo de 2022, los científicos del CETI calculan que podrían recoger entre 400 millones y 4.000 millones de chasquidos de cachalote al año, que se combinarían con datos ambientales y de comportamiento. La recopilación de todos estos datos requiere una montaña de equipos de alta tecnología, incluidas múltiples estaciones de escucha submarinas, drones equipados con hidrófonos, drones que pueden marcar ballenas y peces robóticos blandos que recogen audio y vídeo mientras nadan entre las ballenas.
El CETI se encuentra todavía en la fase de recopilación de datos, en una carrera contrarreloj para reunir datos suficientes antes de que expire su financiación en 2025. Sin embargo, una vez recopilados los datos, les espera el verdadero reto: la aún más difícil tarea de descifrar las codas mediante aprendizaje automático, lo que requerirá una importante ampliación de la teoría y la práctica de la traducción lingüística no supervisada.
Si finalmente el CETI consigue descifrar la comunicación de los cachalotes, quién sabe qué repercusiones tendrá. Al fin y al cabo, el descubrimiento del canto de las ballenas a finales de los años sesenta catalizó el movimiento “Salvemos a las ballenas“, provocó el fin de la caza de ballenas a gran escala y salvó de la extinción a varias especies de ballenas. Pero si un día podemos conversar con los cachalotes y se enteran de que somos los responsables del creciente ruido, el empeoramiento de la contaminación y el aumento de las temperaturas en su hogar oceánico, o de que una vez los cazamos por el aceite ceroso que llena sus gigantescas cabezas y les permite generar sus chasquidos, puede que decidan que no quieren saber nada de nosotros. Así que quizá sería prudente empezar la primera conversación con una disculpa sincera.
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