Un par de días después, Cris le dijo a Leo que quería ir a los humedales para investigar el jagüey en donde este había visto un ovni. Al principio Leo se negó, pero luego terminó aceptando con la única condición de regresar antes de que se pusiera la noche.
Los acontecimientos habían sido algo fugaces y un tanto confusos, pero Leo supo ordenar sus ideas: «sí, admito que soy un poco imaginativo, pero no tengo razones para mentirte Cris. Sabes que desde que vivo cerca del Magdalena me gusta pescar con la puesta de sol, sin embargo, al parecer no estaba de suerte esa tarde, no había conseguido nada y me quedé dormido con la caña en la mano. Cuando desperté ya era de noche, y no terminaba de salir de mi somnolencia cuando un intenso resplandor verde en el cielo vino a precipitarse contra las aguas del jagüey en donde me encontraba… Es una locura, lo sé, pero eso fue lo que vieron mis ojos».
Cuando llegaron al lugar de impacto, se percibía una tranquilidad que resultaba inquietante. Nada, ni siquiera los pájaros cantaban y la laguna ahora parecía un espejo gigante cubierto por algas y hojas secas. Encima de una canoa recorrieron las aguas de norte a sur sin notar nada más que un extraño y pesado olor acre en el aire.
Si bien estaban decepcionados por no haber encontrado ninguna pista flotando en la superficie, la extrañeza de aquel olor artificial había sido suficiente como para ir en busca de dos poderosos imanes industriales amarrados cada uno a unas gruesas cadenas de hierro. Arrojaron con entusiasmo el primer imán, pero este tan solo chocó contra el lecho marino. Nuestros dos aventureros ya estaban a punto de abandonar su empresa cuando arrojaron el segundo imán, esta vez un poco más hacia el centro del jagüey.
De inmediato la cadena se tensó con violencia, como si hubiese sido atraída por una fuerza invisible. “La fuerza magnética” pensó Leo con un nudo en la garganta, sin duda había algo allá abajo. “¿Pero qué?” La pregunta retumbaba de manera dolorosa en la mente de ambos, pero no tanto como sus posibles respuestas.
La noche estaba cerca, el sol empezaba a derramarse en el horizonte, la luna era una sonrisa invertida, las estrellas solo puntos parpadeantes. Ciertamente era el mismo cielo de todas las noches, pero ahora se veía más amenazador.
Andrés C. Palacio
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