Los extraterrestres, seres inteligentes provenientes del espacio exterior que toman contacto con la Tierra, vienen según la palabra popular, montados en «ovnis». Stanislav Grof, en un intento de explicar un fenómeno que elude la experimentación y que genera fuerte entusiasmo y negativas cerradas, lo considera «una experiencia psicoide», y da a esta palabra el sentido de lo que no pertenecen al reino del psiquismo ni al reino de la realidad material sino que está ubicado en el interregno entre la conciencia y la materia.
Desde ese lugar hay quienes dicen haber visto ovnis a plena luz del día y otros, de noche.Algunos aseguran haber presenciado aterrizajes y otros haber hablado con los extraterrestres y haber sido llevados a bordo o «abducidos» para ser estudiados científicamente.
Hasta ahora la explicación oficial de los ovnis oscila entre desórdenes mentales de los que dicen haberlos visto o interpretaciones erróneas de globos metereológicos, meteoritos, bandas de pájaros o reflejos.
Pero a pesar de todo, hay gente entrenada y sin problemas psíquicos, que se ha propuesto avistarlos y dice haberlo hecho, no solos sino en compañía y hanb aportado documentos gráficos, en ningún caso definitivos
El punto sigue siendo si la Tierra fue visitada en el pasado por extraterrestres, una de las interpretaciones posibles de los fenómenos a que aludimos antes en diversos tiempos y lugares, y si está siendo visitada ahora o se trata de una ilusión, una fantasía propia de una época donde un orden de creencias cede para dar lugar a otro que lo reemplace en quienes de todos modos no pueden esperar, necesitan creer ahora en algo visible y tangible
La naturaleza «psicoide» de los ovnis permite atribuirles una condición internedia entre las alucinaciones y los fenónemos «reales»
Esta condición híbrida hace difícil estudiarlos científicamente porque la ciencia necesita una distinción clara entre lo real y lo irreal, y no puede navegar en aguas intermedias, salvo las proezas que vemos hacer a la física cuántica, por ejemplo.
Un formidable erudito como era el médico y psiquiatra suiza Carl Gustav Jung, discipulo apartado de la escuela de Freud, aplicó al fenómeno Ovni su método de «ampliación», que consiste en estudiar el fenónemo en sí y todo cuanto pueda relacionarse con él en cualquier ciencia, fuera de la ciencia, en cualquier tiempo y lugar.
En su libro sobre la «cosas que se ven en el cielo», Jung volvió sobre tu teoría psicológica de los arquetipos, formaciones del inconciente colectivo anteriores incluso a la experiencia humana, es decir, formadas en épocas en que no éramos todavía propiamente humanos. Postuló que las visiones de Ovnis eran visiones arquetípicas que se originan en el inconsciente colectivo. Queda por saber qué fue lo que en un momento prehumano permitió que tales visiones anclaran en el nivel más profundo posible de la conciencia, justamente aquel en que lo psíquico se hunde en lo físico, lo que Grof llama «psicoide»
Los avistamientos de Ovnis están casi siempre asociados con luces de aspecto sobrenatural, al menos muy inusual, como las que suelen verse en estados alterados como los místicos o los inducidos por drogas. Tan pronto el que vio un Ovni narra lo que vio, aparecen temas mitológicos con toda claridad, «arquetícipos» en el sentido de Jung, lo que le da solidez a su interpretación.
Pero los Ovnis dejan también evidencias físicas, no concluyentes, que permite sacarlos del mundo psíquico para colocarlos en la realidad a que todos prestamos consenso y que lo pone en el orden «psicoide».
Los Ovnis han dejado huellas en el suelo, a veces tierra quemada o materiales que los químicos no pueden identificar por análisis. También ha sido posible tomar fotografías y películas y verificar ciertas señales en el cuerpo de los «abducidos», los conocidos círculos que aparecen en campos sembrados, muy elaborados sin que se pueden atribuir a nadie en particular, y las recurrentes mutilaciones quirúrgicas de ganado. Lo cierto es que si bien aparecen señales, nunca hay claridad física plena, contacto de lleno como querrían las personas que necesitan ver para creer y tocar lo que ven. Esta condición elusiva es posiblemente una de las que han llevado a conjeturar el estado intermedio «psicoide» para el fenómeno Ovni.
Se arguye a favor de la veracidad de los relatos de los «abducidos» que a pesar de sus diferencias individuales coinciden en la descripción de las formas de vida alienígena y en ciertos símbolos que aparecen durante los contactos, incluso en personas sin información ni interès previo en el asunto. Es una caracteristica que apunta a que, como todo lo que no pertenece a la conciencia individual, no reconoce las diferencias que ésta determina sino que se mantiene en la indiferenciación propia del inconciente.
El experto astrofísico francés Jaques Vallée, ha dado su propia interpretación del tema, al que se dedica desde hace décadas. Par él, algunos ovnis tienen una realidad física ligada a experiencias internas inusuales de quienes experimentan el avistamiento. Para Vallée, las naves proceden de «otras dimensiones» espaciotemporales coexistentes con nuestro universo, explicación compatible con las doctrinas sobre «universos paralelos» y quizá sugerida por ellas. Vallé desliza una posibilidad decepcionante para los creyentes: los extraterrestres no serían en verdad «extraterrestres» como el común de la gente se imagina. Las inteligencias que producen esos fenómenos serían capaces de manipular el espacio y el tiempo en modos que sobrepasan nuestra capacidad de comprensión.
Es posible que el estado de conciencia del observador permita al ovni entrar en su dimensión espaciotemporal y hacerse perceptible. Pero no son nada más que «cosa mentale» sino que tienen una existencia independiente de la conciencia perceptora. No son productos de nuestra imaginación, como los sueños o las alucinaciones, sino que los «extraterrestres» usan nuestra conciencia para entrar en el plano de nuestra realidad cotidiana.
De la Redacción de AIM
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