Incluso 40 años después, V: invasión extraterrestre sigue causando furor. Su guionista, productor y director Kenneth Johnson jamás ha dejado de recibir cartas de fans de la miniserie que creó en 1983 y que conmocionó a Estados Unidos (y buena parte del mundo) con su descripción de unas criaturas autoritarias de sangre fría que conquistaban nuestro planeta. Aquellos invasores ataviados con monos rojos, gafas oscuras y gorras de béisbol eran en realidad seres de otro planeta, pero Johnson siempre quiso que su drama de ciencia ficción fuese algo más que mera evasión y entretenimiento. Para él suponía una advertencia.
Cuando recibe nuevas cartas de sus espectadores, Johnson las abre con la esperanza de que hayan captado el mensaje, que hoy en día se le antoja tan obvio como en aquel entonces: «Me puse a pensar: Dios, ¿cómo se sentiría la gente normal y corriente si de repente se produjese un cambio radical en nuestra vida que lo cambiara todo, si de repente se abalanzara sobre nosotros un hiperpoder, igual que sucedió con los nazis en Europa?», explica. Pero en los últimos años, los teóricos de la conspiración de la extrema derecha, los seguidores de QAnon y los lunáticos de siempre se han centrado en el hecho de que los extraterrestres de V eran reptilianos disfrazados de humanos para engañarnos. Muchos albergan la creencia de que una cábala reptoide controla de veras el mundo: «A lo largo de los años he recibido correos electrónicos y cartas de gente en los márgenes que me dicen cosas como: ‘¡Oh, tú lo pillas! ¡Tú sabes que hay lagartos entre nosotros!», asegura Johnson.
Esta es apenas una vuelta de tuerca en la auténtica saga que se esconde tras V, un programa que cambió para siempre la televisión al trasladar a la pequeña pantalla la escala de las superproducciones, todo ello mientras nos presentaba una alegoría política inquietantemente premonitoria que la mayoría de sus espectadores percibieron con claridad. El título tenía dos significados: por un lado, V se refería a los Visitantes que aparecían surcando nuestros cielos bajo la promesa de avances médicos, nuevas tecnologías asombrosas y tiempos de paz, a la vieja usanza. También alude a «victoria», el grito de guerra de la rebelión que se forma cuando los recién llegados acaban revelándose como depredadores escamosos. A medida que crece su poder, los alienígenas acorralan a quienes se resisten, que pasan a convertirse en su nueva fuente favorita de alimento.
V fue vista en más de 33 millones de hogares estadounidenses, algo que en la época suponía el 40% del total de audiencia. Y, desde luego, trascendió de sus fronteras. Para ponerlo en perspectiva: la serie más vista en EEUU en la actualidad, Yellowstone, tiene una media de 13,1 millón de espectadores por episodio. Tal fue la popularidad de V que dio paso a una segunda miniserie, más adelante a una serie de frecuencia semanal y, décadas después, en 2009, a un lustroso reboot. Aunque los recuerdos se hayan ido desvaneciendo con el paso del tiempo, sigue manteniendo su robusto estatus de serie de culto. A día de hoy, aún pueden verse invasores ataviados con un mono rojo en toda convención de cosplayers que se precie.
No obstante, pocos fans conocen el trasfondo de cómo se hizo V, y cómo en sus orígenes fue una clarísima parábola antifascista sin extraterrestres a la vista, o saben del espantoso crimen que conmocionó al elenco y al equipo cuando una de sus estrellas, Dominique Dunne, fue brutalmente asesinada y otra acabó viéndose envuelta en la tragedia como testigo. Y, a pesar del éxito de la serie, se deshicieron de Johnson, algo que supuso el colapso de la franquicia. Los entresijos de V bien podrían dar pie a un culebrón de primer orden.
Y ahora, Johnson alberga la esperanza de recuperar la serie del relicario de la nostalgia televisiva, despojándosela a los ejecutivos que la hicieron fracasar y a los conspiranoicos que no supieron entenderla. Está tratando de rehacerla convirtiéndola en varias películas, convencido de que los temas que aborda son más relevantes que nunca. A sus 80 años, Johnson es una presencia ágil y esbelta, curtido por sus años en las trincheras hollywoodienses pero aún repleto de energía. Guarda un parecido asombroso con nuestro Don Quijote, con su barba pelirroja sembrada de canas y su hilera de cabello. V es y ha sido desde siempre su encomienda imposible.
A principios de los 80, Johnson era uno de los principales showrunners de Hollywood, tras ser guionista de El hombre de los seis millones de dólares y haber creado su spin-off, La mujer biónica, así como la serie de Marvel El increíble Hulk. Quiso hacer uso de la influencia que había conseguido creando algo más valioso. Algo que perduraría.
Para ello, se inspiró en la novela distópica de Sinclair Lewis publicada en 1935 Eso no puede pasar aquí. El escritor estadounidense ganador del Nobel la escribió en la época del ascenso de Mussolini en Italia y la toma de poder de Hitler en Alemania, y la concibió como una advertencia de cara a todos aquellos estadounidenses complacientes que creían que su democracia era menos vulnerable de lo que lo era en realidad. Décadas después, Johnson estaba convencido de que la premisa seguía siendo relevante. En el libro de Lewis, Estados Unidos es un país destrozado por el ascenso de un político fanfarrón y extravagante que se sirve de alarmismo y promesas vacuas a la clase trabajadora para ganar las elecciones antes de consolidar su poder, acabando con toda tradición gubernamental, quebrantando cualquier ley que le limite y avivando la paranoia y la división.
Los ejecutivos de NBC—los estudios que dos décadas después darían luz verde a un programa protagonizado por Donald Trump, The Apprentice—consideraron que era demasiado inverosímil.
Brandon Tartikoff, presidente del área de entretenimiento de NBC desde hacía un año, quería hacer algo audaz para revivir a una cadena relegada al último puesto entre las cadenas más vistas. Más adelante se convertiría en leyenda por programar éxitos como Miami Vice, La hora de Bill Cosby, Ley y orden, El príncipe de Bel-Air y Seinfeld, pero en 1982 no existía ninguna de esas series. No tardó en comprometerse a llevar a cabo la miniserie de Johnson y posiblemente convertirla en una serie de frecuencia semanal… pero tenía algunas sugerencias: «Me dijo ‘no sé si los americanos entenderán el fascismo’ y yo le contesté ‘bueno, no es un concepto complicado, Brandon. Te pones una camisa marrón, te afeitas la cabeza y le das una paliza a alguien’, pero él insistió: ‘¿No podría ser una fuerza exterior, como los soviéticos o los chinos?», recuerda Johnson.
Un joven ejecutivo de programación llamado Jeff Sagansky estaba sentado en una esquina. Según Johnson, dijo: “¿Qué piensas de los extraterrestres, Kenny?” y él le contestó con un grito exasperado. “Simplemente, no quería tirar por ahí”, reconoce.
Tartikoff murió en 1997, pero Sagansky, que más adelante presidiría CBS Entertainment y copresidiría Sony Pictures, recuerda bien aquella conversación. “Me levanté, me acerqué a la ventana y dije ‘piensa en pequeñas naves espaciales surcando Burbank Boulevard. Estos aliens dicen venir en son de paz», cuenta.
Johnson salió de aquella reunión con la cabeza a mil por hora. “Me puse como loco. No quería que me encasillaran como el tío de la ciencia-ficción», cuenta. Una vez se le pasó, comenzó a pensar en cómo podría funcionar. Rod Serling en su día contribuyó a la denuncia social empleando tropos del género en En los límites de la realidad, y lo mismo hizo Ray Bradbury con sus libros. “Aquella noche fui a casa y me di cuenta de que la idea de Jeff era brillante. V siempre trató sobre cómo los individuos reaccionan al poder. Habrá quienes le bailarán el agua, como hicieron los franceses del gobierno de Vichy con los nazis, y otros agacharán la cabeza. Los héroes dirán ‘hay un abuso de poder y tenemos que contraatacar», explica.
Johnson se tomó V de manera personal. Se crió en hogares en los que el fanatismo y la tolerancia eran lo habitual. Nacido en Pine Bluff, Arkansas, en 1942, era apenas un infante cuando su familia se mudó a Washington, DC durante la II Guerra Mundial para que su padre, que se había alistado en el ejército, pudiese servir como personal de un general. Sus padres se divorciaron cuando tenía cuatro años. “Papá volvió a Arkansas. En verano lo visitaba a él y a mis familiares sureños, pero me crié a las afueras de Washington, DC, con mi madre y mi padrastro, un yanqui de Worcester, Massachusetts, que era aún más racista con la gente negra que mi madre. Además era muy antisemita”. Mientras tanto, su padre biológico adoptó teorías de la conspiración deshumanizantes sobre la gente racializada, ninguna de las cuales su hijo se creyó. “Por algún motivo que no alcanzo a explicar del todo, nunca se me quedaron grabadas”, asegura.
A mediados de los 60, cuando trabajaba como productor en The Mike Douglas Show, se dio cuenta de la eficacia de la comunicación de masas a la hora de convertir en aceptables las opiniones repulsivas. El afable Douglas era una versión diurna de Johnny Carson, y solía entrevistar a políticos, famosos y deportistas. Johnson fue ascendido a showrunner a los 25 años después de que su predecesor, un joven productor de televisión llamado Roger Ailes que más adelante se convertiría en una de las personas más influyentes e infamemente tóxicas de Fox News, trabase amistad con Richard Nixon durante un programa al que acudió como invitado en 1967 y renunciase para convertirse en el primer asesor de medios de comunicación de su campaña presidencial.
Johnson recuerda sentirse tentado de seguir sus pasos: “Una noche recibí una llamada: ‘Kenny, somos Roger y Dick’. Dick era, como no podía ser de otra manera, el propio Nixon, que le dijo lo siguiente: ‘Quiero que dejes el programa. Quiero que te vengas conmigo. Vamos a hacer un mitin en el Madison Square Garden. Roger dice que eres un gran director”.
Johnson no tardó en entrar en razón y responder así al dúo: “Muchas gracias, pero no quiero dedicarme a ese tipo de cosas”. Algo que no dijo, no obstante, fue “¿Y acaso querría hacerlo contigo? No. Ahora bien, si me lo hubiese pedido Bobby Kennedy habría sido más difícil de rechazar», asegura.
V sería su tratado sobre el atractivo corruptor del prejuicio y del poder. Si tiene que ser con lagartos humanoides, que así sea.
Johnson reescribió su guion para centrarlo en una invasión alienígena y le dieron luz verde. Una vez se contó con el compromiso de la NBC de emitirla, Warner Bros. accedió a producir la miniserie de cuatro horas de duración por unos 8 millones de dólares, más o menos lo mismo que George Lucas había obtenido seis años antes para hacer La guerra de las galaxias. «Desde el momento en que Brandon se leyó el guión durante un fin de semana y dijo ‘adelante’ hasta el día en que yo dije ‘¡Acción!’ pasaron dos semanas y media», dice Johnson. La NBC necesitaba emitir V en mayo de 1983, un mes de «barridos» en el que la audiencia influía directamente en las tarifas publicitarias. Pero aquel apretado calendario también implicaría días laborales más largos y trabajar durante el fin de semana para el equipo. Entre eso y todos los efectos visuales y la caracterización, el precio de V fue ascendiendo cada vez más.
V era una historia coral con un reparto amplio, centrada en una joven estudiante de medicina llamada Juliet Parrish que pasaba de trabajar en un laboratorio a liderar una revolución; un cámara de televisión llamado Mike Donovan, cuya cámara capta la verdadera naturaleza de los Visitantes y una despiadada comandante suprema de los Visitantes conocida únicamente por el nombre Diana, cuya tarea era aplastar silenciosamente a la resistencia mientras sus superiores alienígenas daban la mano a los líderes de la Tierra y ponen un rostro público tranquilizador a la invasión. Los rebeldes ganan fuerza gracias a quienes habitan los márgenes de la sociedad (inmigrantes, obreros, ancianos e incluso parias y criminales), mientras que quienes viven más cómodamente aceptan a regañadientes los cambios graduales que implantan los Visitantes. Algunos humanos incluso son colaboracionistas, como un joven resentido que obtiene poder a cambio de informar sobre los disidentes y una mujer rica ansiosa por ascender en la nueva jerarquía. Esta última también resulta ser la madre de Donovan, el periodista que hace saltar las alarmas. «Era mi madre», admite Johnson. «Ella era esa mujer».
Hubo también algunos alienígenas «buenos» que se opusieron a la invasión, como Willie, interpretado por Robert Englund. Tras una década de papeles secundarios en películas, el actor se convirtió en una estrella en V gracias a encarnar al bondadoso y divertido Visitante que no quería hacer daño a nadie. Irónicamente, un año después triunfaría aún más interpretando al Freddy Krueger con dedos en forma de cuchilla en Pesadilla en Elm Street, un personaje que lo único que quería era hacer daño… a todo el mundo. Englund dice que las referencias veladas referencias de V a la Segunda Guerra Mundial estaban más que claras para todos los que trabajaron en la serie: “Si estuviste ahí cuando sucedió, entonces tienes que preguntarte qué es lo que habrías hecho”.
El reparto estaba formado en su mayoría por recién llegados a la industria, y el papel de Juliet Parrish recayó en Faye Grant, de 25 años. Su personaje trabajaba en un laboratorio de investigación bioquímica antes de convertirse en la líder de una rebelión. Dado que los científicos pueden revelar la verdadera naturaleza de los alienígenas de aspecto humano, son el primer grupo vilipendiado por los Visitantes.
Para inspirarse, Grant recurrió al ejemplo de Marie-Madeleine Fourcade, que tenía 30 años cuando dirigió una red de espionaje durante la ocupación nazi de Francia, canalizando informacióna las fuerzas aliadas sobre las actividades de los nazis alemanes: «Vivía en París por aquel entonces. Era mayor y le costaba un esfuerzo hablar», recuerda Grant, así que se cartearon: “Quería saber qué movía a una persona a hacer algo así. Estaba casada, tenía hijos y parecía la persona con menos probabilidades de unirse a la resistencia y convertirse en líder”. Fourcade respondió encantada a todas las preguntas de la actriz. ¿Y qué pensaba aquel azote de los nazis de aquellos reptiles de aspecto humanoide? «Resultaba difícil explicar el componente de ciencia-ficción», acusa Grant.
El otro protagonista de V, el periodista televisivo, se basó en el editor de periódico transformado en revolucionario de Eso no puede pasar aquí. Johnson contrató a Marc Singer, entonces con 34 años y protagonista de El señor de las bestias, para interpretar a Donovan, al cual atacan y se ve obligado a esconderse tras captar imágenes del verdadero plan de los alienígenas: «Creo que esa es la cualidad de heroísmo que más interesaba a Kenny: la del ciudadano de a pie que de repente se encuentra con que su moral y su ética se llevan al límite», aclara Singer.
El papel más importante de entre los alienígenas fue el de la seductora a la par que letal Diana, y la tarea de interpretar a la esbirra extraterrestre le fue encomendada a Jane Badler, una actriz de 28 años que entonces protagonizaba la telenovela The Doctors. “No tenía ni pizca de humanidad. La mayoría de la gente tiene una chispa de bondad, de compasión, pero lo había ni rastro de eso en Diana, por mucho que profundizaras», cuenta la actriz.
La velocidad vertiginosa de la producción de V se le hizo evidente al instante. Un día después de presentarse a la audición supo que el papel era suyo: “Recibí una nota en la que ponía ‘No salgas de la ciudad’. Lo siguiente que supe fue que me harían pruebas para una prótesis enorme”.
El personaje de Badler procuraría el golpe de efecto con el que los espectadores se enterarían de que los Visitantes estaban allí para darse un festín con cierto gran grupo abundante de mamíferos de la Tierra: nosotros. Los artistas de efectos especiales crearon rápidamente una versión falsa de la cabeza de Badler con una mandíbula mecánica que se desencajaba como la de una serpiente para que Diana pudiese engullir un roedor vivo de gran tamaño. El equipo también construyó un artilugio para la subsiguiente toma utilizando un dispositivo inflable escondido alrededor del cuello de Badler para crear una serie de protuberancias, simulando así el trayecto de la criatura peluda por el gaznate de la temible Diana. «Ahora, por supuesto, lo miramos y decimos ‘venga ya», dice Badler, refiriéndose a los efectos especiales. «Pero en aquella época la gente se asustaba mucho con aquello. Veían esa gran cabeza falsa comiéndose a esa rata y se pensaban que era yo».
Una de las subtramas más emotivas de la miniserie original de V era la protagonizada por un anciano superviviente del Holocausto llamado Abraham Bernstein (interpretado por el difunto Leonardo Cimino) que se da cuenta de lo que traman los Visitantes en cuanto empiezan a desaparecer científicos y reporteros. Se ofrece a acoger a un antropólogo y a su familia, pero su nieto, Daniel (interpretado por David Packer), es un chaval problemático que idolatra a los Visitantes, se viste con su uniforme y es miembro de los cuerpos de Juventud de los Visitantes.
Desde una perspectiva actual, Daniel sería un incel que alberga un deseo no correspondido hacia su vecina, Robin, cuyo padre es precisamente el antropólogo que se esconde en su garaje. Daniel utiliza este hecho para chantajear a la chica interpretada por Dominique Dunne, que acababa de debutar como la hermana mayor en el taquillazo Poltergeist.
A Robin le repugnan sus amenazas, pero también se siente atraída por uno de los apuestos extraterrestres que patrullan su barrio. Al final se queda embarazada de él. Queda en el aire la cuestión de qué clase de criatura será.
Aunque la puesta en marcha de V fue una tarea ardua, la producción iba por buen camino cuando ocurrió lo impensable: “Asesinaron a una de mis protagonistas en la cuarta semana de rodaje”, afirma el creador de la serie.
Un titular de Los Angeles Times lo resumió así de brutalmente: “Dominique Dunne muere tras caer en coma: el exnovio de la actriz será acusado de asesinato».
La joven, de 22 años, había sido atacada a las puertas de su vivienda West Hollywood el 30 de octubre de 1982 durante una discusión con un ex llamado John Thomas Sweeney, que trabajaba como sous-chef en el restaurante de moda Ma Maison. Su padre, el periodista Dominick Dunne, documentaría más tarde el juicio por asesinato en Vanity Fair y se convertiría en defensor de los derechos de las víctimas después de que el jurado rechazase un cargo de asesinato en segundo grado y condenara a Sweeney únicamente por homicidio voluntario y delito menor de agresión. El forense había declarado que las lesiones mortales de Dominique se produjeron como consecuencia de ser estrangulada durante cuatro minutos. Sweeney fue puesto en libertad condicional al cabo de tres años y siete meses.
El reparto de V estaba mucho más unido de lo habitual y la pérdida fue extremadamente dolorosa para sus compañeros de reparto y todo el equipo: “Era mi amiga. Le dije a Dominique: ‘Vas a ser una gran estrella de cine’. Tenía muchísimo talento. Vaya, es algo que se ve en pantalla. Cuando alguien lo tiene, se sabe al instante”, confía Grant. “Tengo una colgada foto en mi pared de nuestro ensayo. Tuvimos un fin de semana rápido de ensayos. La suya es la única cara que se ve en este ángulo en concreto y la miro cada mañana al entrar en mi despacho”, cuenta Johnson.
Tanto Grant como Johnson visitaron a Dunne en el hospital pero ya no quedaba nada de ella, a todos los efectos. Su cerebro quedó privado de oxígeno durante demasiado tiempo durante la agresión. Tras cinco días sin esperanzas de recuperación, su familia le retiró el soporte vital. Aquel día se rodó V durante toda la noche en pleno centro de Los Ángeles. Se trataba de una secuencia en la que los alienígenas contactan por primera vez con las Naciones Unidas. Johnson reunió al resto del elenco y del equipo para darles la trágica noticia: «Había mucha gente llorando y apoyándose los unos en los otros. Fue todo lo que pude hacer para hablar y conseguir hilar las palabras. Fue como haber perdido de repente a uno de tus hijos. Y todos nos quedamos muy afectados».
Packer estaba en casa de Dunne cuando fue atacada y más adelante se convertiría en un testigo clave en el juicio por asesinato. Mientras Robin y el inquietante Daniel jugaban al gato y el ratón, los dos actores habían entablado amistad. Fueron a comer juntos el sábado por la tarde antes del asesinato, y Packer se encontraba allí cuando Sweeney llegó aquella fatídica noche, gritando y aporreando la puerta. Cuando Dunne la abrió al fin, Packer declaró más tarde que Sweeney le miró y le preguntó: “¿Quién es este?”.
Packer se ofreció a marcharse y declaró ante el tribunal que Dunne negó con la cabeza, indicando que quería que se quedara. Se quedó dentro la casa mientras Dunne salía con Sweeney: “Quiero poner de relieve que era un chaval. Era una persona muy joven cuando aquello sucedió, y eso es todo lo que puedo decir al respecto. Si uno recuerda lo joven que era… creo que tenía apenas 19 años”, matiza Grant.
Packer declaró en el juicio que pasó a la acción cuando escuchó gritos y «ruidos de golpes o caídas». Tras llamar a la policía, salió y se encontró a Sweeney arrodillado sobre Dunne, que yacía inconsciente en la entrada de la casa de un vecino. Packer no fue acusado de ningún delito, pero se enfrentó al escarnio público de quienes consideraban que debería haber hecho más. Sus compañeros en V siguen discrepando a día de hoy: «El grupo aceptó por completo el hecho de que hubiese formado parte de una tragedia, y que aquello le abrumara. Faye y yo estábamos sentados con él en el funeral y sollozaba, sollozaba desconsoladamente sin parar», recuerda Johnson.
La familia de Dunne ha declinado hacer declaraciones para el presente reportaje, optando por no revivir la tragedia. Packer no respondió a nuestras solicitudes de entrevista. En su papel como el deplorable Daniel, el actor, que llegó a aparecer en películas como RoboCop y Días extraños, además de aparecer en numerosas series de televisión, sigue siendo uno de los elementos más escalofriantes de la mítica miniserie.
Una actriz de 22 años llamada Blair Tefkin entró en una producción sumida en el luto. Acababa de debutar en la gran pantalla con un pequeño papel en Aquel excitante curso y le pidieron que se hiciese cargo del papel que había dejado vacante la muerte de Dunne. «Alguien tenía que hacerlo. Pero fue duro, sin duda. Lo normal es estar muy emocionada y feliz de haber conseguido un papel, pero aquella fue una experiencia diferente», concede Tefkin.
Se añadió una semana más de rodaje a la producción para recrear lo que Dunne ya había rodado: «Tuvimos el problema físico de tener que volver atrás y volver a rodar escenas con una actriz completamente nueva, que tenía que meterse en el papel que había estado interpretando una persona muy querida», explica Johnson. Tefkin resume esos nuevos rodajes con dos palabras: “Difícil” y “triste”.
Irónicamente, su Robin es uno de los aspectos más estimulantes de V: una joven efervescente que únicamente anhela que las cosas vuelvan a la normalidad cuando su vida se trastoca por completo. “En realidad, no pensé en lo que simbolizaba sino más bien desde el punto de vista de una adolescente egocéntrica. Su vida y su mundo se desmoronan. Le interesan los chicos y sus flechazos y tiene una perspectiva un poco corta de miras”, comenta la actriz.
Una vez terminado el rodaje, el reparto y el equipo de V se reunieron una vez más en una fiesta para proyectar la miniserie. El ambiente fue festivo hasta el final, cuando los créditos concluyeron así: «En memoria de Dominique Dunne. Sus amigos la echan de menos».
“Fue entonces cuando todos y cada uno de los que estábamos en la sala empezamos a llorar. En ese momento», recuerda el director.
El debut de V fue todo un éxito de crítica y audiencia, pero resultó ser una victoria pírrica para Johnson. NBC quería más pero Warner Bros. se resistía a hacerla. El presupuesto inicial de 8 millones de dólares se había disparado hasta alcanzar los 13 millones, y les parecía demasiado riesgo económico: «Creo que no tenían claro lo valiosa que era», asegura Sagansky, antiguo ejecutivo de la NBC. Johnson achaca los problemas presupuestarios de V a la cantidad de horas extra en las que se incurrió en aquella carrera por terminar antes de mayo. El uso de efectos especiales era realmente único en la televisión de la época, y al ser tan novedosos no estaba claro cuánto costaban», amplía. La culpa recayó en el propio Johnson, aunque Sagansky cree que fue un error: “No creo que Kenny haya recibido todo el reconocimiento que se merecía por lo que consiguió”.
Finalmente, la NBC ofreció unas condiciones que convencieron a Warner Bros. para dar luz verde a una segunda miniserie. La secuela se llamaría V: La batalla final. Justo antes de que comenzase la producción, Johnson cuenta que recibió una llamada de un ejecutivo de Warner Bros. TV, que le dijo lo siguiente: “Kenny, no queremos que dirijas absolutamente nada de la secuela. Tenemos miedo de que no dirijas una secuela tan rápida, barata y sucia como queremos que se haga”.
En resumen, le dieron la patada por esforzarse demasiado.
Sus súplicas a la NBC pidiendo que interviniera no llegaron a ninguna parte: “Llamé a Brandon, por supuesto, y me dijo: ‘Quiero ayudarte, pero la cadena no me deja meterme en los asuntos internos de Warner».
Los actores afirman que estaban tristes por haberle perdido pero estaban obligados a continuar por contrato. “Creo que alteró radicalmente la naturaleza de la serie. La política global quedó relegada y se centraron en la parte de la historia con más acción y aventura. Todos lo percibimos de inmediato”, explica Singer.
En cualquier caso, V: la batalla final fue un éxito cuando se emitió en mayo de 1984. En la miniserie, Juliet lideraba un ataque contra los Visitantes durante una ceremonia televisada en directo en la que sujetaba a John, su comandante supremo ante las cámaras, desgarrándole la cara y dejando al descubierto al depredador reptiliano que había debajo. El personaje de Daniel tuvo un final merecidamente kármico: fue consumido (literalmente) por el régimen alienígena al que tan obedientemente sirvió. Robin, por su parte dio a luz a sus mellizos fruto de su unión con un Visitante: uno era un bebé humano con una fina lengua de serpiente, el otro una abominación verde y escamosa… «Nunca vi nada de aquello. Todos mis amigos que trabajaron en ella me dijeron: ‘Kenny, ni se te ocurra ver lo que le han hecho a tu serie original. No lo hagas», cuenta Johnson.
La batalla final empleó partes de su guion, pero Johnson trasladó el crédito a Lillian Weezer, una combinación del nombre y el apodo de su golden retriever. La NBC encargó una serie semanal, pero quien la concibió se quedó completamente fuera. ¿El resultado? «Puf, fue lo peor», responde Sagansky.
La serie V devino en bodrio con maneras camp. En ese sentido, Badler hace mención a lo mucho que cambiaron las influencias tras su militarista Diana: «Stalin y aquellos líderes tremendamente poderosos y corruptos se aproximaban más a mi idea cuando empecé con el papel. Más adelante llegó el factor ‘Joan Collins’, cuando la serie se volvió un poco ridícula y empezó a transformarse en un culebrón en el espacio exterior».
La mayoría de los actores harían cualquier cosa por asegurarse un papel protagonista en un drama emitido en una cadena nacional, pero Grant estaba desesperada por dejarlo: “De hecho, como tenía tantas ganas de dejarlo, no paraban de darme más y más dinero”. Ella, por su parte no cesó de proponer maneras en las que Juliet podría sacrificarse por la causa. “En fin, pensé literalmente en 50 maneras de matarme, pero ellos no lo aceptaban. Y la dirección que tomó la serie… intentaron meter una pelea en el barro entre Diana y Juliet, y yo no pasé por el aro”, resume Grant.
Pero los espectadores tampoco lo hicieron. La serie fue cancelada tras emitir una temporada incompleta.
Johnson tampoco participó en el reboot de V producido en 2009 por la cadena ABC, cuya duración fue algo mayor que su predecesora de los 80: contó con 22 episodios divididos en dos temporadas. Badler y Singer se sumaron al proyecto interpretando a otros personajes, pero constituían la única conexión con el original. Los efectos especiales eran mejores, sin duda, pero el impacto no tenía nada que ver.
Johnson creó la serie televisiva Alien Nación a finales de los 80 y siguió en activo como productor y director durante décadas. Ahora está trabajando en revivir su propia versión de V. Ya ha publicado varias novelas que revelan cómo quería seguir desarrollando la historia y su acuerdo original con Warner Bros. estipulaba que ostenta el control de los derechos cinematográficos de la historia. Pese a no tener poder sobre lo que se haga con V en televisión, alberga la esperanza de poner en marcha un revival para la gran pantalla. Está buscando inversores dispuestos a participar.
Considera que sigue teniendo público ahí fuera. Guarda una carpeta del tamaño de un cajón llena de cartas y correos electrónicos, muchos de ellos escritos por personas que eran críos cuando vieron la miniserie original. Muchos le dan las gracias no solo por los sobresaltos y emociones, sino por incularles una moraleja valiosa: “Si las imprimiese todas, tendría una pila que llegaría hasta el techo. Sinceramente, es una locura. Pero benditos sean. Me encantan esos fans, y el hecho de que tantos de ellos capten el mensaje”, admite.
No obstante, en los últimos años, ha empezado a detectar una tendencia preocupante en su bandeja de entrada: “QAnon ha adoptado toda una tesis que sostiene que los demócratas son extraterrestres disfrazados. Se me hizo difícil imaginar que la gente pudiese malinterpretarme hasta el punto de creer que de veras había una raza de reptilianos y que yo había estado tratando de poner en antecedentes a todo el mundo”.
Los teóricos de la conspiración que merodean los chats e hilos de comentarios creen fervientemente en una raza secreta de seres parecidos a lagartos que manipula en secreto los medios de comunicación, el gobierno y el sistema bancario. Parece absurdo, pero en Estados Unidos, una encuesta de Public Policy Polling de 2013 sobre teorías conspiratorias reveló que 12 millones de estadounidenses lo sostienen. Es decir, en torno al 4% del país. De hecho, la teoría se ha convertido en una obsesión letal en algunos casos. En 2020, el FBI comunicó que un hombre envió cartas a amigos advirtiendo sobre la llamada conspiración reptiliana antes de suicidarse y herir a otras ocho personas en un atentado con coche bomba en Nashville. Un año después, un hombre que asesinó a sus dos hijos dijo a los investigadores que lo hizo porque su esposa les había transmitido su «ADN de serpiente» a las criaturas.
La teoría de la “conspiración reptiliana» se remonta al siglo XIX y a menudo se nutre de ideas antisemitas, racistas y anti-inmigración, amén de ser utilizada para deshumanizar a dichos colectivos. Johnson concibió V precisamente para combatir esas tonterías deshumanizantes para, años después, ser consciente de que su creación ha sido utilizada para propagarlas. Los usuarios de redes sociales suelen referirse a las arrugas en los rostros de Joe Biden y Kamala Harris como pruebas fehacientes de que en realidad son reptiloides encubiertos.
Pero no todos los que malinterpretan V son conspiracionistas. Algunos son simplemente unos inconscientes. La alegoría puede transmitir un mensaje importante de manera codificada, pero no todo el mundo hace lo necesario para descifrar el código. Algo parecido sucedió con Matrix, cuando los activistas de derechas adoptaron la expresión «red-pilling» (en referencia a la pastilla roja) para definir a quienes “abrían los ojos” para adoptar sus mismas creencias.
Englund, uno de los invitados más queridos en las convenciones de ciencia ficción de todo el mundo, recuerda haber conocido a un superfan de V que se bajó con orgullo el cuello de la camisa con orgullo para mostrar un tatuaje del símbolo alienígena que adorna los sombreros, uniformes y naves estelares de los Visitantes. Se trata de una larga línea vertical, con dos rayas horizontales que se extienden desde abajo a la izquierda y desde arriba a la derecha. A ambos lados de la línea vertical, en el centro, hay dos círculos. Englund no pudo sino explicar el origen de aquel símbolo: “Se horrorizó al oírlo. En serio, no ató los cabos. Porque al unir los puntos te das cuenta de que es una esvástica”.
Johnson se queda cuando menos descorazonado al conocer esta anécdota. “La gran mayoría de la gente que me escribe, de lejos, no tiene nada de teórico de la conspiración. Pero sí, alguno aparece de vez en cuando, no tiene sentido negarlo. Y más en los últimos años», admite. Siempre contesta a sus mensajes. “Les digo: ‘No, verás, si la ves prestando verdadera atención te darás cuenta de que en realidad trata sobre esto’. Y trato de apoyarlos en su proceso”.
El creador de V sigue tratando de decirnos algo importante. Aunque sea de uno en uno.
Artículo original publicado por Vanity Fair US. Accede aquí.
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