Era el inicio de su campaña, y el veterano británico disparó una andanada de tiros a las líneas francesas. O mejor dicho, el director Ridley Scott estaba promoviendo su última película, que se estrenará en noviembre.
Napoleón promete ser un relato épico sobre el ascenso del emperador, interpretado por Joaquín Phoenix, que se enfoca en la volátil relación del emperador con su primera esposa Josephine (interpretada por Vanessa Kirby).
Y aunque todavía no se estena, se ha generado una conversación alrededor de la película biográfica, mayoritariamente gracias a comentarios que hizo Ridley Scott en una entrevista con la revista de cine Empire:
“Yo lo comparo [a Napoleón] con Alejandro Magno, Adolf Hitler, Stalin”, dijo Scott, cuando explicaba su versión del personaje.
“Escucha, tiene un montón de cosas malas en su haber. Al mismo tiempo, destacó por su valentía, su capacidad de hacer y su dominio. Fue extraordinario”.
¿Qué? ¡Detente! Los franceses no perdieron el tiempo en devolver el fuego y corregir al insolente británico.
“Hitler y Stalin no construyeron nada y sólo provocaron destrucción”, dijo a The Telegraph Pierre Branda, director académico de la Fundación Napoléon.
“Napoleón construyó cosas que todavía están en pie hoy“, añadió.
Thierry Lentz, de la Fundación Napoléon, dijo en el mismo artículo: “Napoleón no destruyó ni Francia ni Europa. Su legado fue posteriormente celebrado, aceptado y ampliado”.
Entonces, ¿cuál es la verdad del asunto? ¿Ridley Scott tiene algo en qué apoyarse?
El fulgurante ascenso de Napoleón
Napoleón, un comandante militar brillante, llegó al poder en 1799, durante el período de inestabilidad política que sucedió a la Revolución Francesa.
Sus admiradores dicen que convirtió a Francia en un país más meritocrático de lo que había sido bajo el Antigüo Régimen, anterior a la revolución.
Napoleón centralizó el gobierno, reorganizó la banca, impulsó la educación e instituyó el Código Napoleónico, el cual transformó el sistema legal y se convirtió en modelo para muchos otros países.
Pero también llevó a cabo una serie de guerras sangrientas en Europa buscando establecer un imperio que en su auge se extendía desde la Península Ibérica hasta Moscú.
Hacia 1812, las únicas áreas de Europa que no estaban bajo su control -ya sea a través de mando directo o a través de alianzas- eran Gran Bretaña, Portugal, Suecia y el Imperio Otomano.
Finalmente fue derrotado en 1815 por una alianza de naciones liderada por Gran Bretaña, en la batalla de Waterloo.
Napoleón y su Código Napoleónico figuraban de manera prominente en las mentes de los británicos de la época, y lo han hecho durante décadas. Los caricaturistas estaban obsesionados con él.
Aparece en el fondo de las novelas de Jane Austen. Por ejemplo en Orgullo y Prejuicio, que se publicó en 1813, aparecen las milicias que iban a repeler una invasión napoleónica.
El gran detective Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, se refiere a su archienemigo, el profesor Moriarty, como el “Napoleón del crimen”. En la novela corta Rebelión en la Granja, de George Orwell –que se publicó en 1945– el cerdo que se convierte en dictador se llama Napoleón.
Pero, ¿es realmente justo referirse a Napoleón como dictador, o equipararlo con otros famosos dictadores?
Dictador, tirano, estadista…
El profesor de historia de la Universidad de Newcastle, en Australia, Philip Dwyer no lo cree. Dwyer escribió una biografía de Napoleón de tres tomos.
“Puedes tener un debate sobre si Napoleón era un tirano o no –yo me inclinaría por el lado de tirano– pero ciertamente, no era un Hitler o Stalin, que fueron dictadores autoritarios que reprimieron a sus propios pueblos de manera brutal, ocasionando millones de muertes”.
Algunos incluso han argumentado que el imperio era un “estado policial” debido al intrincado sistema de informantes secretos que mantenía bajo control a la opinión pública.
“Pero muy pocas personas –un número de aristócratas más o menos involucrados en tramas para derrocar al régimen, algunos de ellos periodistas– fueron ejecutados por su oposición a Napoleón. Si fuera a comparar a Napoleón con alguien. sería con Luis XIV, un monarca absolutista que llevaba a cabo guerras innecesarias que costaban miles de vidas”.
“También es cierto que Napoleón hizo la guerra –debatible si eran necesarias o no– y eso le costó la vida a millones de personas, aunque no sabemos cuántos civiles fueron muertos directa o indirectamente por las guerras”.
La periodista francesa y columnista del Telegraph Anne-Elisabeth Moutet concuerda en que Napoleón no es comparable a Hitler o a Stalin.
“Napoleón no tenía campos de concentración”, le dijo a BBC Culture. “No escogía minorías para masacrarlas. Sí, había una policía intrusiva, pero la gente ordinaria podía vivir la vida como quería y decir lo que quisiera”:
Moutet dice que los franceses principalmente ven a Napoleón como un reformador.
“Tenía una mente extraordinaria y fue el instigador del cuerpo legal e instituciones bajo las cuales nos regimos hoy en día”.
“Nos gusta pensar –y no es del todo falso– que muchas personas estaban mucho más felices bajo el gobierno francés que bajo cualquier tipo de leyes feudales que tuvieran antes”:
Sin embargo, Charles Esdaile, profesor emérito de Historia en la Universidad de Liverpool y autor de varios libros sobre Napoleón, incluido Las Guerras de Napoleón: Una historia internacional 1803-1815, tiene una posición diferente:
“Veo a Napoleón como un jefe militar. Un hombre impulsado por su ambición personal que fue absolutamente despiadado. Un hombre que tenía una clara visión del tipo de Francia que necesitaba construir, y de hecho de la Europa que necesitaba construir, para sostener su maquinaria de guerra. Cualquier idea de que él fuera algún tipo de liberador, algún tipo de hombre del futuro, es esencialmente parte de la leyenda napoleónica”.
Opina Esdaile que “la maquinaria de propaganda napoleónica era una herramienta muy, muy poderosa para el imperio y exportó una versión de las guerras en las que mucha de la culpa recaía en la pérfida Albión (Inglaterra)”.
“No era Francia para nada, eran todos declarándole la guerra a Francia. Esta poderosa leyenda napoleónica continúa operando hasta el día de hoy. Napoleon es una presencia viva. Continua operando desde más allá de la tumba, moldeando la manera en la que lo vemos”, concluye el historiador.
Pero Esdaile también rechaza las comparaciones con Stalin o Hitler:
“Napoleón tenía muchas fallas y era un personaje detestable pero la ideología racial que caracterizó al régimen Nazi simplemente nunca estuvo allí”.
“Napoleón no fue culpable de genocidio. Napoleón no cae en purgas completas. Para ser justos con Napoleón, el número total de presos políticos en el curso de su reinado es relativamente limitado. Compararlo a él con Hitler y con Stalin es una tontería histórica”.
Por supuesto, Ridley Scott es un titán de la industria de las películas –dirigió Blade Runner, Gladiator, Thelma y Louise, Alien, entre otras– que ha estado en el negocio lo suficiente como para saber promocionar una película.
Es totalmente factible que supiera que los comentarios de Hitler y Stalin fueran a generar publicidad y que lo haya hecho por esa razón.
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