Bajo los kilómetros de hielo que cubren el corazón de la Antártida Oriental yace una majestuosa cadena montañosa totalmente invisible a simple vista: las montañas subglaciales Gamburtsev. De proporciones y formas comparables a los Alpes europeos, estas montañas permanecen enterradas desde hace cientos de millones de años, protegidas por una gruesa capa de hielo que ha mantenido intacta su estructura ancestral.


Una imagen de radar que muestra la cordillera Gamburtsev bajo capas de hielo. Crédito: Creyts et al., Geophysical Research Letters (2014), CC BY-SA.
Un nuevo estudio realizado por los geólogos Jacqueline Halpin, profesora asociada en la Universidad de Tasmania, y Nathan R. Daczko, profesor en la Universidad Macquarie, publicado en Earth and Planetary Science Letters, ha arrojado luz sobre el misterioso origen de esta cordillera oculta. Según los investigadores, las montañas Gamburtsev se formaron hace más de 500 millones de años, durante la colisión de antiguos continentes que dio lugar al supercontinente Gondwana.
Un enigma bajo el hielo
Descubiertas en 1958 por una expedición soviética mediante técnicas sísmicas, las montañas Gamburtsev han desconcertado durante décadas a los científicos. A diferencia de otras cordilleras como el Himalaya, que se elevan por la colisión continua de placas tectónicas, estas montañas están ubicadas en una región que ha permanecido tectónicamente estable por millones de años.


Un mapa de la topografía (a) y de la elevación de la superficie (b) de la Antártida, medido en metros sobre el nivel del mar; (c) muestra el espesor del hielo en metros. Crédito: Pritchard et al., Scientific Data (2025), CC BY.
El nuevo estudio propone que el origen de estas montañas se remonta a la unión de grandes masas continentales hace más de 650 millones de años. Esta colisión provocó un levantamiento masivo de la corteza terrestre y el flujo de roca caliente parcialmente fundida en el manto terrestre, lo que dio lugar a montañas de gran altura. Posteriormente, el peso de la cordillera causó su colapso parcial mediante un fenómeno conocido como expansión gravitacional, que reconfiguró la corteza pero dejó una raíz profunda incrustada en el manto terrestre.
Cristales que cuentan la historia
Para reconstruir esta historia geológica, los investigadores analizaron diminutos cristales de circón presentes en areniscas depositadas por antiguos ríos hace más de 250 millones de años, cerca de las montañas Prince Charles. Estos cristales funcionan como «cápsulas del tiempo», ya que contienen uranio que se desintegra a un ritmo constante y permite datar su formación con precisión.
Los datos obtenidos muestran que la cadena montañosa comenzó a elevarse hace unos 650 millones de años, alcanzó alturas comparables al Himalaya alrededor de 580 millones de años atrás y sufrió un colapso parcial hace aproximadamente 500 millones de años.


La formación de montañas provoca que las rocas profundas de la corteza se deformen, se plieguen y se fundan parcialmente. Crédito: Jacqueline Halpin.
Gracias al aislamiento proporcionado por la capa de hielo antártica, las montañas Gamburtsev han permanecido casi inalteradas desde su formación, convirtiéndose en una de las cordilleras antiguas mejor preservadas del planeta.
¿Las verdaderas montañas de la locura?
Este paisaje sepultado, completamente oculto a la vista humana, evoca inevitablemente las inquietantes visiones literarias de Las montañas de la locura, el célebre relato de H.P. Lovecraft. En su historia, una expedición científica se topa con una cordillera antártica tan vasta y antigua que desafía la comprensión humana. Aunque la realidad no involucra criaturas de pesadilla ni ciudades ciclópeas, el hecho de que una cordillera comparable a los Alpes haya estado escondida bajo el hielo durante cientos de millones de años despierta un asombro muy similar: el del misterio profundo y silencioso que la Antártida sigue guardando bajo su gélido velo.


Los geólogos Jacqueline Halpin y Jack Mulder se encuentran sobre el glaciar Denman durante una reciente campaña de campo. Crédito: Jacqueline Halpin.
Y aunque perforar el hielo para acceder y resolver el enigma sigue siendo una tarea técnica y económicamente desafiante, este nuevo modelo geológico brinda pistas clave para futuras misiones científicas. Recientes trabajos de campo cerca del glaciar Denman incluso han revelado rocas que podrían estar vinculadas con las Gamburtsev, lo que abre nuevas oportunidades para estudiar la arquitectura escondida de la Antártida.
Este hallazgo subraya una vez más que el continente blanco aún guarda numerosos secretos bajo su gélida superficie. El estudio no solo ayuda a comprender la evolución de las montañas y los continentes a lo largo del tiempo geológico, sino que también pone de manifiesto la importancia de explorar lo invisible para conocer mejor nuestro planeta.
Fuente: The Conversation. Edición: MP.
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