No sería una noche ordinaria la de Juan Andrés Gregorini, el 28 de febrero de 1975. Este quintero se acercó entre sombras al Arroyo El Durazno, cercano a Miramar, a pasos de las vías del tren a Constitución. Y, de repente, se hizo la luz y el resplandor. Más bien se hizo el plato volador. “Lo vi perfectamente, estuvo más o menos 40 segundos, como flotando sobre el arroyo, a metro y medio del agua. Tenía un color como de la luna llena, plateado fuerte”, dijo hace unas semanas al Diario La Nación, tras décadas de silencio, debido a la burla de sus vecinos y periodistas una vez que compartió lo sucedido. Pero no solamente fue Juan sino la familia entera la que pudo observar la nave no identificada, ahora apostada detrás de un terraplén ferrocarrilero, ese verano del 75. Y varios pudieron notar más vuelos esas mismas lunas sobre Miramar y su famoso Bosque Energético-Vivero Florentino Ameghino.
La cobertura fue amplia por los medios, en los años convulsionados y extraños de la presidencia de Isabel Perón, y quien picó la primicia fue Fabio Zerpa. El más renombrado de los ufólogos argentinos, un galán uruguayo devenido en parapsicólogo y sabedor de lo desconocido, a través de su medio “Cuarta Dimensión”, cubrió profusamente el hecho con inquietantes fotos de enormes círculos que parecían quemados, aunque no lo estaban en realidad, y hongos de crecimiento anormal alrededor. Seguramente debido a que Miramar, y aledaños, ya estaba en el ojo de estos buceadores de lo bizarro ya que en 1968 a Rodolfo Fito Vivas casi lo mata de un susto una nave que flotaba a 40 centímetros del suelo. Esta zona registra varios hechos “oficiales”, más de doscientos, de los casi dos mil que reconoce la ufología argentina desde 1947.
Nuestra playa hospeda alienígenas
Fue el título de la prensa local y nacional a mediados de los setenta. Hordas de curiosos, al igual que en Capilla del Monte y el Cerro Uritorco, otros puntos posibles de pistas alienígenas, coparon las playas que hoy los lugareños recuerdan nunca estuvieron “tan densas y opacas como brea”, citan en “Guía maravillosa de la Costa Atlántica” Matías Moscardi y Andrés Gallina. Quizá un aviso de los ET para no ser molestados, tal vez la sabia advertencia de las oscuridades que se avecinaban.
Sin embargo Miramar también era objeto de gran curiosidad por otro atractivo paranormal hacía décadas, y que los entusiastas de lo raro vinculan a la predilección de los visitantes de otras galaxias por estas zonas marítimas. En el «Monte Oscuro», alias del Bosque Energético-Vivero Florentino Ameghino, quinientas hectáreas plantadas en 1924 para contener los vientos costeros, ocurren hechos inexplicables como que las ramas caídas de los árboles flotan o los electrónicos fallan. Misterio.
Bueno, no tanto, aunque durante muchos años se explicó que era producido por un meteorito enterrado, muy similar en tamaño al famoso Mesón de Fierro del Chaco. Incluso la leyenda afirma que hace cuarenta años se acercaron científicos de la NASA -la norteamericana Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio-; en particular a un terreno denominado La Gruta de Lourdes, espacio desde 1954 de peregrinaciones y demostraciones de fe. En la actualidad se afirma que simplemente existe una gran concentración de hierro, similar a otras partes de la Costa, y que eso explicaría la levitación de las hojarascas. Esto claro no convence a los seguidores de los paranormal, que siguen yendo rastreando pistas de aterrizaje extraterrestres e, incluso, aldeas de gnomos y hadas.
Para finalizar estas vueltas por el universo, un fragmento de la nota de Facundo Di Genova para La Nación, con un testimonio inédito de Mariano A., sobre un hecho que presenció en 1978 en la mismísima Miramar, “Bajó hacia el mar despacio y de repente se posa como si fuera un barco y se empieza a hundir. Tenía forma de disco gigante, no tenía colores, como si se hubiera mimetizado con el horizonte y el color del mar, pero con tonos más oscuros y un contorno perfecto del tamaño de un barco petrolero. Nos quedamos en silencio y tardamos en recuperar el habla, a pesar de nuestra ansiedad de chicos. Nunca se lo comentamos a nadie hasta hoy, solo quedó el comentario dentro de la familia”, admite casi medio siglo después.
El Otro Miramar
Y otro curiosidad para curiosos: existe otro Miramar que se dice lugar de aterrizaje de ovnis. Según las creencias, a trece kilómetros de la playa Miramar en Tampico, México, se encuentra sumergida una base extraterrestre de metal y cristal de nombre Amupac. Y esa sería la razón de que por más de un siglo no recibió esta costa ningún tifón ni huracán ni tsunami, en tanto las playas vecinas sufren todos los años la amenaza de desaparecer. Parece que Miramar es la clave de los ET para volver a casa en el planeta. Créase o no.
Imagen: Milenio
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