“No, no es que estemos fuertemente ahítos de cine y televisión, y trastornado nuestro cerebro con tanto guión hollywoodiano…”
Redacción (15/06/2024 16:39, Gaudium Press) ¿Y qué hacemos si llegan los extraterrestres?
No, no es que estemos fuertemente ahítos de cine y televisión, y trastornado nuestro cerebro con tanto guión hollywoodiano que sigue machacando las pupilas de los millones y millones de prisioneros de las pantallas negras.
Es que son ahora las letras de molde de los informativos las que quieren hacernos creer que la ficción se puede tornar realidad.
“Un equipo de investigación de la Universidad de Harvard propone una corriente de hipótesis distinta para explicar los fenómenos que son anómalos: si existen extraterrestres o civilizaciones avanzadas, ya viven en la Tierra y están ocultos entre los humanos. Esta teoría surge en respuesta a las explicaciones convencionales y a las de alienígenas que provienen de otras galaxias”, decía La Nación, hace unos días.
Resumiendo lo que aventuran los harvardianos —que no marcianos, o vaya uno a saber…—, es que quienes van a hacer su aparición no son tanto los ‘ultra-terrestres’ cuanto los ‘cripto-terrestres’, esto es “seres inteligentes ocultos sigilosamente aquí en la Tierra (por ejemplo, bajo tierra) y/o sus alrededores cercanos (por ejemplo, La Luna), y/o incluso caminar entre nosotros (por ejemplo, hacerse pasar por humanos)”; eso dijeron. Sí, no es cuento.
Son legiones los que vieron los filmes de la saga Men in Black, donde dos eficaces miembros de una especializada policía secreta se dedican a aconductar a alienígenas que se han salido de los rieles o incumplido las normas del discreto convivio intra-terrestre. La saga, mezcla de acción y comedia con algo de suspense, exponía justamente a humanos que no eran tan humanos, a la manera de los ahora visibilizados por La Nación: panaderos que tras la caparazón craneana exterior ostentaban era dos cabezas; mujeres fatales que cuando se molestaban de su boca salían tentáculos verdes más venenosos que las peores serpientes; eficientes empleados de correos que con sus ocho ágiles brazos distribuían a la velocidad del remolino sobres y cartas de acuerdo a su destino; y así por delante.
Pues resulta que ahora no es que la ficción sea más atrayente que la realidad, sino que unos sesudos investigadores harvardianos quieren transformar la ficción en realidad, o mejor, decirnos que la fantasía sí era realidad. Y lo dicen no desde el planeta Muérase-de-la-Risa o La-Hora-Feliz, sino de la prestigiada luna Boston-Harvard, con altoparlantes y ecos en el mundo entero.
Y después critican a los conspiranoicos…
En fin; en medio de esta ola loca de cosas locas que amenaza transformarse en materia y ‘verdad’, los creyentes tenemos una brújula que siempre indicará el norte (también el de la sanidad mental) hacia el cual mirar, siguiendo el dictamen cartujo: Stat crux dum volvitur orbis, “Mientras el mundo gira la cruz permanece de pie”.
En una época en que de acuerdo a ciertos ‘profetas’ de ultratumba la religión ya debería estar muerta y sepultada, el cristianismo empieza a vivir un renacer, casi a la manera de una resurrección, no tanto en los territorios más tipo Harvard (aunque a veces sorpresivamente también), cuanto en las naciones jóvenes y con futuro, algo no sólo explicable por las dinámicas naturales propias al auge y decadencia de las sociedades, sino por una acción renovada de la gracia del Crucificado. La Cruz y su gracia permanecen de pie. Así ha pasado siempre, y así pasará por los siglos de los siglos amén.
Por eso, si mañana se aparecen los ‘ultra-terrestres’ o se revelan los ‘cripto-terrestres’, lo mejor es dirigir la mirada a la Cruz que ya redimió a los terrestres, y que siempre ha quedado de pie, en medio y después de todas las invasiones, tanto las humanas cuanto las más extrañas…
De hecho en el Gólgota, habían dos columnas, la de la Cruz y otra que lloraba pero también robusta como el pedernal, pues Stabat mater dolorosa: Iuxta crucem lacrimosa, estaba la Madre Dolorosa, al lado de la cruz, lacrimosa.
Que la Virgen sea nuestra columna y nuestra luz, para llevarnos al Cielo, ese maravilloso y verdadero reino extra-terrenal.
Por Carlos Castro.
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