17 de diciembre de 2024

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A medio siglo del descenso de un humanoide en Ringuelet con un mono como testigo

A medio siglo del descenso de un humanoide en Ringuelet con un mono como testigo

dibujo ovni.jpg Uno de los dibujos para recrear lo que vieron los testigos del ovni en Ringuelet. Revista "Ovnis, un desafío a la ciencia", 1976 "Se hallaban reunidos viendo televisión en la sala del living la señora Rosario Segura, viuda de Perique (57, ama de casa), su hija Lidia Graciela Perique de Nicolini (25, empleada

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Uno de los dibujos para recrear lo que vieron los testigos del ovni en Ringuelet.

Uno de los dibujos para recrear lo que vieron los testigos del ovni en Ringuelet.

Revista «Ovnis, un desafío a la ciencia», 1976

«Se hallaban reunidos viendo televisión en la sala del living la señora Rosario Segura, viuda de Perique (57, ama de casa), su hija Lidia Graciela Perique de Nicolini (25, empleada de comercio), y el esposo de esta, Rubén Horacio Nicolini (28, mecánico de la policía). En tanto, en la finca lindera, los cuatro componentes de la familia Deluchi, integrada por el matrimonio y sus dos pequeños hijos, habían dispuesto irse a dormir a eso de las 22.30 horas, más temprano de lo habitual, pues en la velada anterior habían asistido a una reunión festiva de carácter familiar», introdujo Banchs.

«La finca, que estaba en penumbras, se iluminó plenamente a través de una ventana ubicada a espaldas de la familia. Se trataba de una luz color ceniza, plateada, comparada en intensidad por la señora Lidia con la emitida en directo por los faros de un automóvil, agregando su madre que el ambiente parecía estar cubierto por una fina neblina, no observada por los restantes. Presurosos se alzaron de sus respectivos asientos y se dirigieron al patio, en los fondos de la vivienda, para ver lo que supusieron podía ser una tormenta, comprobando entonces una formidable claridad ‘como si fuera de día’, bastante diferente a la registrada dentro de la casa, que fue constatada por otros vecinos cercanos», continuó el relato.

«El primero en salir fue el señor Nicolini, quien alcanzó a observar cómo un objeto de regulares dimensiones se elevaba desde unos 4 metros de altura del terreno vecino, con una velocidad vertiginosa y constante, pasando detrás de la copa de un sauce a unos 6 metros de donde se hallaba, hasta desaparecer en un cielo diáfano y despejado«. En ese momento, Lidia comentó que «era como una esfera o cúpula de color amarillo pálido, con una base plana saliente de color rojo, este último de un material similar al acrílico. Tendría 1.80 de diámetro por 2 metros de alto. Se alejaba raudamente en dirección al noreste sin modificar su trayectoria, perdiendo la forma hasta convertirse en una luz; luego no se vio más».

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El plano de las casas de las familias que observaron lo sucedido.

El plano de las casas de las familias que observaron lo sucedido.

Revista «Ovnis, un desafío a la ciencia», 1976

Rosario, su madre, contó por su parte que cuando ella salió, segundos después de que lo hiciera su hija, «se encontraba alto, a unos 150 metros de distancia, pues se alejó como una bala hasta desaparecer en apenas unos segundos». Tenía la forma de un huevo, como si fuera un globo alargado de las dimensiones de un automóvil pequeño, sin ningún tipo de detalles en su estructura. Era transparente como si fuera de vidrio, porque se veía clarito, vacío adentro. Emitía una luminiscencia anaranjada, con algunas tonalidades celestes que provenían de su interior, aunque con mayor intensidad en sus contornos. Me quedé muy impresionada al verlo».

La familia optó por no contar a los medios lo que vieron, y por eso en todas las semanas posteriores ningún periódico ni revista local reprodujo el episodio. «Nosotros nos enteramos por comentarios de boca en boca un mes después, por eso encontramos la huella difuminada. En los medios de época no se publicó nada», recuerda hoy Burgos.

Y precisamente la huella es la evidencia física de que algo ocurrió esa noche. En su crónica, Banchs lo relató de la siguiente manera: «Tras lo ocurrido, los testigos optaron mantener en reserva el suceso, trascendiéndolo únicamente entre sus familiares y amistades cercanas. Fue así como cuatro días más tarde, la señora Rosario manteniendo una informal charla con su vecina la señora Concepción Deluchi, decidió comentarle su experiencia del martes anterior y, sin salir de su asombro, la señora Concepción halló entonces explicación a unas extrañas marcas aparecidas en su jardín».

«Se trataba de un perfecto anillo circular de 0,05 metros de ancho y de un diámetro de 3,40 metros, además de una considerable cantidad de marcas triangulares de 10 centímetros de lado, distribuidas a 25-30 centímetros una de la otra y extendidas a partir de la huella circular en dirección a los fondos de la finca, exactamente donde se encuentra un árbol de laurel, implantado a unos 12 metros. Hallóse totalmente calcinada, cubiertas de un polvillo plateado que alcanzaba los pastos verdes. A su vez, el sector de la copa de un sauce que se vuelca hacia esa propiedad, ubicado a un par de metros del anillo, está aún visible, con las hojas achaparradas», continuó el cronista.

La testigo, 50 años después

En diálogo con este medio, Burgos recuerda que a mediados de los años 70′ existía el Centro Investigador de Fenómenos Anómalos (CIFA), un grupo conformado por investigadores platenses que se dedicaba a estudiar estos casos. «A finales de 1974 llegó a nuestros oídos que un plato volador había bajado en Ringuelet y ante semejante noticia fuimos a buscar al dueño del lugar y localizamos a los primeros testigos», detalla. Medio siglo después decidió volver a rastrear a Lidia, quien entonces tenía 25 años, para rememorar este misterioso acontecimiento.

«Recuerdo todo. Nosotros estábamos sentados en un sillón contra la ventana y se puso todo plateado. El que salió primero fue Rubén, que lo vio salir del lado de la pared, de 1,80; y yo cuando salí ya era un huevo con una parte abajo, y cuando salió mamá lo vio como un huevo ya», cuenta la mujer, ante la sorpresa de Burgos. «No dijimos nada porque no nos dejó mi mamá, nos iban a decir que estábamos locos», agrega en referencia a la duda de por qué los medios no publicaron nada durante las semanas posteriores.

«Sin dudas un ovni había aterrizado allí, probablemente con su tripulante en tierra y había dejado notables evidencias físicas que lo convertirían en uno de los casos top de la casuística nacional referida al fenómeno aterrizaje asociado al fenómeno huella y tripulante, nada más y nada menos», repite por su parte Burgos, quien continúa con el relato: «A su vez, las ramas superiores del sauce lindero a las huellas, presentaban sus hojas como de haber sufrido los efectos de una fuente de color y en el piso yacían un par de gorriones calcinados».

«Días después, los testigos se enteran que un vecino que regresaba a su casa a esa hora pudo observar también una gran luminosidad elevarse de las cercanías. Tiempo más tarde aparece en escena la figura de un monito que los vecinos de los Deluchi tenían en una jaula y dormitaba de noche afuera, por lo tanto con seguridad tiene que haber presenciado la totalidad de la escena, incluso la salida del humanoide a tierra. Dicho animal a los pocos días empeoró su salud, fue llevado a un veterinario, a la Facultad, hasta que falleció«, agrega. La mujer también recuerda ese episodio: «Nosotros nos enteramos que la vecina tenía un mono que se alteró mucho».

Hoy en día, Burgos destaca otro momento clave en su historia personal en relación a este caso. Algunos años después, ya en la década del 80′, al momento de brindar una charla, una persona del público se sorprendió cuando lo escuchó hacer mención a lo que había ocurrido con el laurel en el caso Ringuelet, ya que él había investigado un suceso similar en Mar del Plata, con esa misma característica. Se trataba de José Alberto Marengo, un profesor de física que más adelante también trabajaría con Burgos en algunas investigaciones. Para el fundador de la FAO, lo que sucedió con el laurel es una constante en varios casos posteriores.

Las conclusiones

Para los estudiosos de este caso, los hechos configuran uno de los mayores misterios en cuanto a estos fenómenos en nuestro país. Para el experto es uno de los episodios más emblemáticos, que además lo tocan de cerca: «Para mí significa mucho porque fue uno de los primeros casos contundentes que investigué».

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De esta manera describieron al ovni los testigos de Ringuelet.

De esta manera describieron al ovni los testigos de Ringuelet.

Revista «Ovnis, un desafío a la ciencia», febrero de 1976

Por su parte, Banchs escribió a finales de los setenta que «a poco de ocurrir el incidente, las huellas tenían signos de una profunda calcinación. Con posterioridad se realizó una serie de análisis tendientes a conocer la naturaleza de las marcas, determinando un excedente destacable de calcio, no constatable en el resto del terreno. A pesar de que este mineral se encuentre en la actualidad en forma de carbonato de calcio (CO3Ca), por causa de su natural descomposición, las primeras experiencias demostraron la existencia de un elevado índice de óxido de calcio (CaO)».

«El razonamiento seguido para interpretar las causantes de la huella circular por combustión, no alcanzan a aplicarse de manera muy satisfactoria a las marcas triangulares, aunque hayan arrojado resultados químicos semejantes. Dicho de otra forma, es posible que este tipo de marcas puedan haber sido producidas por un molde caliente, siendo curiosamente las que han perdurado más tiempo a la intemperie. Y si fuera así, no deja de intrigarnos cuál fue el elemento impresor», agregó.

Por último, para Banchs este caso es comparable a uno ocurrido en Kansas, Estados Unidos, en septiembre de 1954. En aquella ocasión, «el joven John Swain regresaba de los campos en dirección a su casa, alrededor de las 20 horas en el tractor de su padre, cuando de pronto vio a una entidad humanoide de pequeña talla que se dirigía a un artefacto discoidal que se hallaba suspendido a 1.50 metros del suelo. Al día siguiente se dirigió con sus padres a examinar el lugar, encontrando en la tierra blanda unas huellas de formas similares al caso en estudio, hechas por el calzado del hombrecillo antes visto».

Como sentencia Burgos, «este caso integra el ranking de los que mayores evidencias tienen en Argentina».