Cine
Sirviéndose del simbolismo onírico del apocalipsis, la directora marroquí Sofia Alaoui se estrena en el largo con «Animalia», una fábula mística y turbadora sobre la mujer y la religión
Itto se mueve insegura por las volátiles costuras semioníricas de un escenario anclado al fin del mundo mientras los perros detectan presencias turbadoras externas y marcianas y la tierra emite llantos y quejas en un lenguaje que nadie entiende, en un idioma que parece soñado. Concebida como una odisea humana intimista y apocalíptica salpicada por la incertidumbre metafísica de lo inaccesible y lo celeste, «Animalia» comienza sigilosa y discreta, con la huida de esta joven mujer embarazada que se siente amenazada por un conjunto de factores climatológicos extraños que están sucediendo alrededor del inmenso palacio en el vive junto a la adinerada familia de su marido pero cuyos orígenes humildes rurales sin embargo, no parecen mostrar atisbo alguno de pertenencia en términos sociales ni emocionales.
De tan mística y simbólica, la ópera primera de la cineasta Sofia Alaoui que llega hoy a las salas, funciona estructuralmente con la inestabilidad de lo predictivo y la retórica decantada de todo aquello que no conocemos pero que sin embargo nos asusta, para proponer un relato en el que la mujer y su desigual tratamiento en la sociedad patriarcal marroquí se convierte en el centro de la acción y en el señalamiento velado de la misma. A este respecto, la también autora del corto «Y si mueren las cabras», rodado en las montañas del Atlas con actores no profesionales y diálogos exclusivamente en tamazight –una variante de la lengua bereber–, por el que se alzó con el César a mejor cortometraje de ficción en 2011 y en el que ya trataba asuntos que orbitan en este primer largo relacionados con lo sobrenatural y la moderada alteración de la fe, señalaba en entrevista que no hacía una película como esta para mostrarle a Europa cómo su país de origen, Marruecos, es realmente inferior a los demás o para subrayar que «nosotros, los pobres marroquíes, las pobres mujeres, sufrimos».
Y es que, «sí, cuestiono el patriarcado, cuestiono la relación de la gente con la religión en mi país. Pero esa relación vale para todas las religiones. Simplemente resulta que soy franco-marroquí, por lo que estoy más capacitada para hablar de lo que está sucediendo aquí. Además, las presencias extraterrestres en mi película no solo tienen lugar en Marruecos, sino en diferentes regiones del mundo. Cuestionar el esquema en el que vivimos no se limita solo a Marruecos. Aunque la película está arraigada en lugares muy específicos y puede resaltar problemas locales, quiero que mi película tenga una dimensión universal. Eso es muy importante para mí», indicaba sobre los posibles vicios localistas de la historia, que bien entendidos y extrapolados a una crítica generalizada tanto del sistema de clases como de la brecha de género contienen en efecto, una aplicación universal que opera más allá de las fronteras marroquíes.
El nacimiento de la esperanza
Durante el viaje emprendido por la protagonista tras declararse un misterioso estado de emergencia en todo el país en busca del inminente reencuentro con su marido –el cual se encontraba de viaje de negocios en el momento del «estallido»–, vemos cómo el paraje y las carreteras que dibujan un desasosegante escenario que pronto será invadido por los extraterrestres o por un Dios en el que todos creen pero que siempre traiciona, van deviniendo de manera progresiva en nebulosas capas de humo e indefinición religiosa.
Todo este remolino huracanado de reflexiones trascendentales palidece en un momento determinado frente a la importancia concedida a la maternidad y a su potencial capacidad de definición del futuro. «La maternidad de Itto es muy simbólica: ¿qué le dejará a su hijo? ¿Qué herencia de pensamiento? ¿De estilo de vida? Esta película trata sobre el fin de un mundo pero también sobre el nacimiento de uno nuevo. El nacimiento de su hijo marca una especie de esperanza para construir nuestras sociedades, a través de la educación, en patrones diferentes a los actuales. Las generaciones futuras son una oportunidad. Es también por eso que los “extraterrestres” que se encarnan en varios personajes a lo largo de la película parecen protegerla. Su embarazo encarna una esperanza», indica la realizadora. Una esperanza en un mundo desigual que cada vez demanda más equilibrio, incluso aunque este tenga que venir de arriba.
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