Los restos arqueológicos son fecundos en teorías sobre aterrizajes de extraterrestres. Del más remoto Egipto al más nuevo hallazgo centroamericano, pululan por entre las culturas versiones de ovnis, de momias marcianas, de secuestros interplanetarios. Hay Gobiernos que ignoran estas cosas y otros que les prestan cierta atención.
Entre estos últimos está México, cuyo Congreso sostuvo a fines del año pasado su segunda reunión internacional, con asistencia de tres momias extraterrestres (tres dedos en cada mano) y un par de parlamentarios peruanos, felices de acudir a la invitación. No se les conocía, que se sepa, afición a lo volador no identificado. No descartemos que hayan sido correos entre Pedro Castillo y su familia asilada. Un encargo muy terrestre.
La idea de culturas antiguas llegadas de otros mundos, o visitadas por extraterrestres, siempre ha estado difundida, pero nunca ha alcanzado la aprobación de la ciencia. Pero no por falta de esfuerzo. Los libros dedicados al tema son best sellers en casi todos los idiomas, y pruebas que se reclaman contundentes aparecen todos los años.
En el Perú, por ejemplo, es verdad sostenida que solo dominando una altura aeronáutica se pudo haber concebido los diseños de la pampa de Nazca. En una hipótesis fueron “marcianos”; en otra los propios nazca conocían el globo aerostático, porque se lo inventaron o porque un ovni les transfirió esa tecnología intermedia.
Pero la estrella de lo arqueológico extraterrestre es la momia deformada por el tiempo y contagiada por la imaginación de miles de dibujantes del cómic. Es por ese camino que se busca la presencia de lo no humano en los ancestros de lo autóctono. Es también el camino más corto para llegar a una superchería con público propio.
A diferencia de lo que sucede en otros lugares, en las américas no basta la estética para volver lo antiguo atractivo. Aquí se necesita, al lado de la abundante belleza, el misterio: ciudades perdidas, tesoros ocultos, orígenes extraterrestres. Es evidente que al Parlamento mexicano no le basta con el interés que despiertan sus tesoros culturales en el mundo.
Entre los ovnis y sus tripulantes de la antigüedad y los actuales, sin duda estos últimos son los más interesantes. Por ejemplo los ovnis artesanales de Chilca, en el sur chico, quizás atraídos al lugar por los nuevos panes a la leña.
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