El joven francés de diecisiete años Frank Fontaine, natural de Cergy Pontoise, en las inmediaciones de París, dará la vuelta al mundo en la primera línea de la actualidad, por razones de magia extraterrestre: ayer, el joven mercader ambulante, según él cuenta, tras ocho días de estancia en los espacios infinitos, secuestrado por un platillo volante, fue liberado en el mismo lugar en el que había desaparecido el pasado 26 de noviembre. Nuestro corresponsal en París, Feliciano Fidalgo, cuenta la historia de este viaje alucinante que ha dejado boquiabiertos incluso a los espíritus más cartesianos del país vecino.
El muchacho, Frank Fontaine, de entrada, cuando fue confrontado ayer a la policía, desarmó a todo el mundo: «Yo comprendo que lo que cuento se ponga en duda. » Espontánea o inteligentemente, o las dos cosas a la vez, la advertencia predispuso al auditorio policial para escucharle con la mejor voluntad. Y, en consecuencia. no hay veredicto, sino duda; es decir, que Frank, mientras no se demuestre lo contrario, fue secuestrado por un platillo volante el pasado 26 de noviembre, a las cinco de la mañana. Tras una semana de vivencias incontables, ha reaparecido en una huerta de repollos del planeta Tierra, sin que haya mediado uno de esos rescates, mezquinos, de los que se llevan aquí, abajo, en este tipo de operaciones.La historia fue así: Frank y sus dos amigos Jean-Pierre Prevot y Salomon N’Diaye, jóvenes como él, al alba del día 26 de noviembre, en Cergy Pontoise, hacinaban su mercancía de vendedores ambulantes (camisas, pantalones, chaquetas, etcétera) en un viejo automóvil, para dirigirse al mercado de un poblado cercano, Gisors.
Cuando todo estaba a punto, los muchachos adivinaron en el horizonte un objeto extraño que, en un principio, confundieron con un avión, pero que, de repente, comprobaron que se acercaba a ellos y se transformaba en una burbuja de fuego. Alucinados por el fenómeno, Salomon y Jean-Pierre decidieron correr hasia el domicilio del primero, para buscar la máquina, fotográfica y, con ella, eternizar este momento luminoso de su existencia. Pero, a su vuelta. minutos después, la bola de fuego había desaparecido y Frank Fontaine, su amigo, también. ¿Qué había ocurrido? Aquí empezó el misterio del muchacho secuestrado por un platillo volante. Salomon y Jean Pierre acudieron a la policía para informar sobre el suceso maravilloso que les había usurpado a su amigo. En un primer momento, pocos creyeron en el milagro. Pero los días pasaron y Francia entera empezó a preguntarse. La policía, por su lado, especuló racionalmente: «Existen tres posibilidades. Primera, que Frank haya sido asesinado ya; en tal caso, encontraremos su cuerpo. Segunda, que Frank se haya escapado, vaya usted a saber por qué, y antes o después volverá. Tercera, que esto sea una broma urdida por los tres mozos y, de ser así, Frank será el primero en aburrirse y reaparecerá. »
Una embajada en Francia
Más o menos, cada cual pensó lo mismo los dos primeros días; pero a medida que el tiempo se escurría, la imaginación popular, la de los dos amigos de Frank, la prensa, hincharon el globo hasta la angustia, hasta la broma y hasta la imaginación, o la realidad, de todos los gustos. Anteayer, ya en pleno delirio nacional, un joven rubio, neorromántico según su propia apreciación, se presentó a los gendarmes para explicarles el asunto: «Frank Fontaine», dijo, «está viviendo una aventura fantástica que se va a reproducir con mucha frecuencia. Y, esto, porque los extraterrestres quieren entrar en contacto con los terrestres, e incluso desean construir una embajada en la Tierra. Yo lo sé», añadió Claude Rael, «porque mantengo relaciones telepáticas con ellos. »El mozo aun explicitó que «los hombres verdes» (los extraterrestres que han secuestrado a Frank) escogieron a Francia, para lo de la embajada, «porque, después de la revolución de 1789, nuestro país tiene una buena imagen de marca … » Por fin, ayer, cuando no sólo Francia, sino el mundo entero se interrogaba sobre el destino extraplanetario de Frank, el chico, a la misma hora en que había desaparecido hace una semana, y exactamente en el mismo lugar, y vestido de igual manera, fue depositado por invisibles e indefinibles burbujas del más allá de la imaginación terrestre. Frank, inmediatamente, comprobó que el coche no estaba en su lugar y, por otro lado que sus dos amigos también habían desaparecido. Caminó hasta la casa de uno de estos últimos y, al abrirle la puerta, le interrogó simplemente: «¿Nos vamos o no al mercado? ¿Dónde está el coche?» Su amigo le hizo saber que había pasado una semana y Frank, estupefacto, poco después, le explicó a la policía que no comprendía nada y que no sabía en dónde había estado, «pero, como mis amigos, creo que me ha secuestrado un objeto volante no identificado».
Durante dos horas, Frank, su madre y su novia, así como los dos amigos, fueron interrogados por las fuerzas del orden. A pesar del peso de su racionalismo, terminaron por liberarlos a todos, «porque no hay razones para inculparlos». Acto seguido llegó la ciencia, es decir, un físico, un psiquiatra y un biólogo, pertenecientes al Grupo de Estudios de Fenómenos Aeroespaciales no Identificados, y, tras el primer careo, concluyeron: «No podemos pronunciarnos.» Intriga, nada más.
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