En una entrevista, Arrabal explica que “hoy en día prácticamente la totalidad de los astrofísicos piensa que existe vida en algún punto del universo”. El problema, añade, es demostrarlo y determinar “cómo de frecuente es esa vida”, entendida como un organismo con una genética autorreplicable, aunque sea en el nivel más básico.
“Eso no lo hemos encontrado y estamos lejos de poder hallarlo ahora mismo, incluso en nuestra vecindad”, señala el experto, que desde hace tres años investiga en Estados Unidos el universo más lejano con ayuda del James Webb, el telescopio espacial más grande del mundo, un proyecto conjunto de la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA).
Arrabal recuerda que las nuevas tecnologías han permitido estimar el número de galaxias en el universo observable o que la mayoría de estrellas tienen un sistema de planetas, lo que añade probabilidad “a que encontremos en algún momento algo, pero ni siquiera sabemos cómo se originó la vida aquí, así que es un problema muy difícil de abordar”.
Ni el superpotente telescopio James Webb, en órbita desde el 25 de diciembre de 2021 y más grande, eficiente y sofisticado que su antecesor Hubble, ha podido arrojar luz sobre la existencia de vida extraterrestre. Seguramente habrá que esperar a nuevas generaciones de lentes telescópicas para encontrar algún día signos de vida fuera de nuestro planeta.
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Primeros éxitos del James Webb
En solo dos años, el James Webb, situado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, ha permitido a los investigadores avanzar en el conocimiento del universo, revelando imágenes “sorprendentes” y fenómenos hasta ahora desconocidos. “Ha superado las expectativas” de la comunidad científica, afirma Arrabal.
“Cuando los primeros datos empezaron a llegar, la gente se dio cuenta realmente de la diferencia que suponía con respecto a lo que teníamos antes (los telescopios Hubble y Spitzer)”, señala el astrofísico de 33 años, que vive en Tucson y trabaja en el laboratorio NOIRLab de la National Science Foundation (SNF).
Arrabal destaca algunos de los descubrimientos más relevantes que ha regalado hasta ahora al mundo el telescopio James Webb, como los agujeros negros supermasivos de baja masa.
Pero, a su juicio, el resultado “más especial” del James Webb es el hallazgo de un sorprendente número de galaxias luminosas en el universo primitivo, excediendo las predicciones de todos los modelos de evolución de galaxias previos.
Este potente telescopio espacial también ha permitido detectar por primera vez gas metano en un exoplaneta; captar un mundo dinámico de anillos y lunas en Urano y descubrir la galaxia similar a la Vía Láctea más lejana de las observadas hasta ahora.
Además, gracias al James Webb, se ha obtenido con una resolución sin precedentes imágenes de uno de los objetos espaciales más fascinantes del cielo, la Nebulosa del Anillo, formada de los restos de una estrella en descomposición que se desprende de sus capas externas al quedarse sin combustible.
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De Canarias a Tucson
Arrabal comenzó su carrera en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y en 2020 se trasladó a EEUU tras ser seleccionado por la National Science Foundation para trabajar con el James Webb, estudiando principalmente la formación y evolución de galaxias en el Universo temprano.
El astrofísico español está muy satisfecho con esta experiencia, que le está permitiendo trabajar en varios proyectos relacionados con su especialidad, entre ellos el proyecto CEERS (Cosmic Evolution Early Release Science), uno de los más prolíficos del primer año de observaciones con el James Webb y que estudia, entre otras cosas, las galaxias más lejanas jamás observadas.
En su actual puesto de trabajo en Tucson tiene contrato hasta verano de 2024, por lo que está buscando y solicitando ya en otros centros de investigación de alto nivel en EEUU para continuar su actividad científica en nuevos proyectos con el súper telescopio.
Fuente: EFE
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