¿La inutilidad de las ciencias sociales?
Sabíamos que era muy probable que ocurriera, pero las ciencias sociales no tienen nunca certezas incontrovertibles que sirvan para poner remedio. De hecho, muchas veces me pregunto para qué sirven las ciencias sociales si no alcanzan el estatus de ciencia predictiva, capaz de alertar a los gobiernos de las consecuencias exactas de sus decisiones. En otras palabras, si no son capaces de tener herramientas que certifiquen que determinadas causas generan determinados efectos y que, por tanto, sirvan para diferenciar entre los políticos que mienten -por ejemplo, prometiendo bienestar bajando los impuestos o mayor seguridad aumentando la vigilancia-, y los que no lo hacen.
Pero la ciencia política sufre una suerte de castigo divino: intuyes lo que va a pasar, incluso a veces tienes la certeza, pero nadie quiere oírlo. Porque los modelos fallan y la única evidencia es la historia, y a la historia alguien siempre puede darle la vuelta. Así, de qué vale decir si votáis a Milei vais a empeorar las condiciones de las mayorías en Argentina, por tanto, las vuestras; si dejáis que entren en los Parlamentos los fascistas, los fascistas no van a hacerse parlamentarios sino que el Parlamento se va a convertir en un tugurio regentado por matones; si eliges a un empresario como Presidente, no va a repartir los beneficios con el pueblo sino que va a convertir al pueblo en su beneficio; si confías en fuerzas políticas que vienen del bipartidismo y no las marcas de cerca, más temprano que tarde volverá el bipartidismo…
Todas las crisis en el sistema capitalista dejan nacer expresiones autoritarias. Como ha recordado Boaventura de Sousa Santos, haciendo un listado de los nuevos monstruos – neoliberalismo, extrema derecha, chauvinismo nacionalista y patriarcal, neopentecostales, fundamentalismo islámico, el sionismo, el lawfare-, cada época, como dijo el superviviente de Auschwitz Primo Levi, tiene su fascismo. Y no es verdad que de aquel horror se saliera con mayor estatura moral. Primo Levi tuvo enormes dificultades para publicar sus memorias (Si esto es un hombre), ni EEUU ni Europa aceptaron a los judíos que huían del Holocausto -por su mala conciencia, decidieron mandarlos a Palestina y que allí pudieran finalmente hacerles a los palestinos lo que los nazis hicieron a los judíos-, las víctimas vivas de los campos de concentración tuvieron que ver cómo una parte enorme de sus torturadores siguieron siendo jefes en la Alemania que gobernó la democracia-cristiana. Muchos cuadros que levantaron el entramado jurídico neoliberal en el entorno internacional venían de haber militado en el partido nazi (Grégoire Chamayou, La sociedad ingobernable.Una genealogía del liberalismo autoritario, Madrid, Akal, 2022).
Cuanto peor, peor
No funciona el «cuanto peor mejor», y las carnicerías contras los derechos humanos dejan desmontadas las defensas morales de una sociedad. Solo muchos años más tarde, parecen las sociedades atreverse atreven a enfrentar aquel horror, cuando notan que las piezas no encajan. Eso sí, sin garantías de éxito.
No ha sido amable el 2023. Apenas alguna buena noticia -en España se paró los pies al gobierno de las derechas posfranquistas, en Polonia se sacó del gobierno a la derecha del PiS y en Guatemala ganó la izquierda de Bernardo Arévalo-, en un escenario global terrible que llena de nubes de tormenta el año que entra: guerras en Ucrania, Yemen, Nagorno-Karabaj, Etiopía, Siria, con el genocidio de Palestina llenando de sangre la cena de Nochebuena; el «jardín» de la Unión Europea convirtiéndose en una fortaleza contra los inmigrantes provenientes de la «jungla» (externalización de las fronteras a países donde no se respetan los derechos humanos y más facilidades para detener y deportar migrantes, incluidos menores; la COP28 zanjándose en otro gran fracaso mientras que los efectos de la crisis medioambiental ya son un lugar cotidiano, con temperaturas extremas en muchos lugares del planeta, desórdenes climáticos -huracanes, inundaciones, heladas, granizos, sequía- e incendios; los decadentes EEUU, cuya imagen hoy es la de los enganchados al fentanilo apenas manteniendo el equilibrio en el Boulevard de las estrellas de Hollywood, teniendo que elegir entre un criminal demente como Trump -ya condenado por delitos fiscales y obligado a llegar acuerdos por delitos sexuales- y un senil Biden, que deja un enorme espacio para el partido republicano escorado cada vez más hacia la extrema derecha; Rusia que, como le ocurre a todos los países capitalistas, terminó enzarzado en una guerra en Ucrania, además de ver cómo los mercenarios de Yevgueni Prigozhin, finalmente ejecutado, estuvieron a punto de entrar en Moscú; China que, pese a que nunca ha solventado sus problemas internacionales a la manera norteamericana, el horizonte de Taiwan puede brindarle a EEUU la excusa por la que está suplicando para seguir justificando su estado permanente de guerra; la vivienda, que se ha convertido en un problema radical en muchos lugares del mundo, al tiempo que uno de los principales tenedores de vivienda, la estadounidense Blackrock, es el principal accionistas de muchos bancos y medios de comunicación, con lo que el problema no tiene fácil solución de no mediar voluntad política; quiebra del Banco de Sillicon Valley; compra de Twitter, en nombre de la libertad, por Elon Musk (que terminó el año en un acto de los Fratelli d’Italia con la fascista Giorgia Meloni y el ultraderechista Santiago Abascal de VOX.
La derecha ¿condenada a mentir?
Es evidente que la extrema derecha gobierna para algunos centenares de familias, por lo que tiene que mentir cuando se presenta a las elecciones. Sus dos principales mentiras son: primero, que opera en nombre de la libertad; en segundo lugar, que opera en nombre de la nación. La libertad para ellos es el derecho a que nadie le dicte reglas a los leones. Tiene expresiones castizas (Aznar diciendo «¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber?», en un país donde cada año mueren más de mil personas en accidentes de tráfico) o realidades trágicas (7291 ancianos muertos durante el COVID en residencias de Madrid por órdenes de la libertaria Díaz Ayuso). Para lograr su ideal de libertad, restringen radicalmente las libertades de las mayorías, incluidas las recogidas en la Constitución. El «libertad, carajo» del presidente argentino Milei se convierte en una durísima represión de derechos constitucionales como el de reunión y huelga, acompañado de amenazas de quitarle los derechos sociales a quien se manifieste, usurpando así, además, el lugar de los jueces.
La patria de las derechas es, en todas partes, una patria excluyente, a la que se agita como si estuviera en peligro permanente, lo que genera un odio hacia los «malos patriotas» (los que tienen otra idea de patria) y un ataque constante a los inmigrantes, a los que se construyen como una amenaza a las esencias de la nación.
El año 2023 ha sido el canario en la mina de lo que, me temo, nos espera en 2024. Ningún conflicto está en vías de solucionarse. Aún más, los callejones sin salida del modelo neoliberal se van a intentar solventar, en todos lados, con más medicina de la que nos está enfermando o matando. En los años 70, el neoliberalismo, esa venganza de los ricos contra el Estado de bienestar, ofreció una solución a la crisis del keynesianismo, apuntillado por la guerra del Yon Kippur y la subida de los precios del petróleo. Medio siglo después, esas políticas de desregulación laboral y financiera, esa apertura indiscriminadas de fronteras a capitales, bienes y servicios, esa privatización de los bienes públicos, esa mercantilización de todos los ámbitos de la vida, ese vaciamiento fiscal del Estado, han vaciado la democracia, multiplicado las desigualdades, devastado el medio ambiente y entregado la democracia a las finanzas internacionales y a empresarios de dudosa moral como Elon Musk. El auge de la extrema derecha es la expresión desesperada de los que han perdido la esperanza.
La crisis de 2008 generó las primaveras indignadas. Intentos de solventar desde la izquierda -o simplemente desde la democracia- los cuellos de botella austericidas del modelo económico, del bipartidismo y de la falta de democracia en África y Oriente Medio. Al principio, el sistema pareció tambalearse, pero pronto se recuperó. El caso de Podemos, que pasó de cinco millones de votos a resguardar a sus cinco diputados actuales en el grupo mixto es una expresión de ese viaje, similar al del Bloco de Esquerda en Portugal o Syriza en Grecia, y que toma contornos aún más dramáticos en los sitios emblemáticos de las primaveras árabes, como Túnez, Egipto, Libia, Omán, Siria, Yemen o Jordania.
Si estamos prevenidos, igual tenemos más herramientas
El canario muerto en la mina del 2023 puede servir para advertirnos de la fuga de gas que amenaza por todas partes. ¿Aprenderá el mundo del escenario catastrófico que, con bastante probabilidad, va a vivir Argentina? Tras el Decreto de Urgente Necesidad de Milei, la violencia, las presiones judiciales, la represión y la manipulación mediática van a volver a poner en riesgo la democracia en el país. Es muy probable que ni siquiera la venta de los bienes públicos genere un bienestar momentáneo, y es más factible que solo sirva para el enriquecimiento de unos pocos. ¿Servirá el dolor de Argentina para que se entiendan mejor los partos terribles del neoliberalismo en el siglo XXI?
En Europa es igualmente probable que se empeoren las condiciones económicas, ya terminada la COVID, con los enormes gastos de la guerra de Ucrania y con presiones de la ortodoxia económica para regresar a la senda del ajuste. Con la inflación sufrida, que ha dejado las economías familiares maltrechas, con el precio de las viviendas por las nubes, con la subida de los tipos de interés por parte del Banco Central -y, por tanto, de las hipotecas- y los problemas de desempleo o precariedad aún pendientes de una solución más avanzada, los recortes que reclama la Unión Europea van a empeorar la vida de muchas familias.
En el caso de España, el gobierno de coalición deberá navegar entre las exigencias europeas y de la OTAN y su condición de gobierno de izquierda, lo que, con bastante probabilidad, devuelva protagonismo a la sociedad civil y a los movimientos sociales críticos. El gobierno se verá marcado, por la derecha, con VOX y el Partido Popular en un plan demolición que deja a los ultras de desokupa como tiernas gacelillas. Por la izquierda, por Podemos, Bildu y ERC, arrastrados también cada uno de ellos por sus contradicciones. Por un lado, tienen que sostener al gobierno al que le brindaron la mayoría en el Parlamento. La alternativa, incluso cuando el gobierno de coalición haga políticas neoliberales o se someta a los dictados de la OTAN, sería permitir uno de la extrema derecha, algo que castigarían sus votantes si piensan que se ha colaborado en ello (recordemos lo que pasó en Portugal, cuando el socialista Costa sacó mayoría absoluta tras la negativa de la izquierda de aprobarle los presupuestos). Ese equilibrio va a necesitar mucho «arte» en la izquierda. Por otro, todas las fuerzas están sometidas a tensiones. Bildu, desafiada por su ala izquierda más radical después de su podemización; ERC, por su competencia con Junts que le arrastra al foso del independentismo cerril; Podemos, por el desafío de hacer las cosas de diferente manera que como hasta ahora para intentar obtener un resultado diferente del obtenido. Algo que pasa por solventar sus cuitas internas en todos los territorios, dejando espacio a una mayor pluralidad, encontrando alguna renovación y desterrando la imagen antipática que le han construido y ha abrazado.
En 2023, en un subcomité de la Cámara de Representantes de EEUU, tres militares retirados afirmaron haber visto objetos voladores no identificados. Las autoridades, afirmaron, tenían pruebas de ello. La NASA finalmente intervino y dijo que estarían atentos. Un ovni debió pensar en coger Luis Rubiales cuando vio que el beso no consentido a Jenni Hermoso no iba a solventarse ni con mentiras ni con soberbia. Los ovnis son muy socorridos. El 2024 viene con malos ánimos. Aunque si viniera una expedición de ovnis a invadir la tierra (o a ayudarnos), igual solventábamos mejor el año que regresando a los textos clásicos del marxismo. Mientras tanto, sigamos estudiando. Que para lo de los ovnis siempre hay muchos candidatos y son siempre reaccionarios.
Más historias
La terrible confesin de Donald Trump a Logan Paul sobre la existencia de los extraterrestres: «He hablado con gente…»
le profette terrible de los extraterrestres – M24
El terrible presagio de Parravicini, el Nostradamus argentino, sobre una invasión extraterrestre