Desde Enrico Fermi a nuestro sobrino más pequeño, todos nos hemos preguntado en alguna ocasión si estamos solos en el Universo, teniendo en cuenta que este es infinito y ahí fuera tiene que haber por estadística millones de planetas potencialmente habitables. El problema es que, como todos sabemos, hay una razón que se nos escapa por la cual todavía los seres de otras galaxias lejanas aún no han querido ponerse en contacto con nosotros. Hay teorías al respecto, pero nada muy concluyente.
Eso no significa que no sigamos intentándolo y hayamos mandado distintas señales al espacio exterior con la idea de que algúbn día nos contesten, si es que coincidimos con una vida suficientemente inteligente (y amigable) como para hacerlo. Pero, aunque solemos pensar en seres verdes que vendrán en sus naves espaciales a punta de pistola para colonizarnos, ¿cuál es hasta ahora la mejor evidencia científica que hemos encontrado de la existencia de extraterrestres?
La triste realidad es que todavía no hay ninguna. No hay evidencia científica de extraterrestres en los videos de ovnis desclasificados, en vacas mutiladas o en supuestos cuerpecillos de aliens. Tampoco existe tal evidencia en la investigación académica formal, según informa Live Science. Es descorazonador, pero al menos hay razones para mantener la esperanza de que pueda haber una evidencia futura (aunque no sea con hombrecillos verdes).
Al fin y al cabo hay indicios y evidencias de condiciones habitables. En otras palabras, hay señales de que ciertos planetas y lunas podrían albergar vida, pero aún no hemos encontrado evidencia de vida en estos lugares. Puede que haya cientos de millones de planetas habitables sólo en nuestra galaxia. Los científicos consideran que los planetas son capaces de albergar vida si se encuentran en la llamada zona habitable, la distancia de una estrella a la que es posible que un planeta rocoso tenga agua líquida en la superficie, un ingrediente esencialpara la vida en la Tierra.
Los planetas y lunas fuera de la zona habitable tampoco son necesariamente inhóspitos para la vida. Por ejemplo, Europa, la luna de Júpiter, no se encuentra en la zona habitable del Sol, pero tiene un océano de agua salada debajo de su corteza helada que puede albergar vida. Todo esto basándonos en la idea de que para haya vida se necesiten condiciones de agua y oxígeno, como nos sucede a nosotros.
En la actualidad los investigadores están buscando signos de vida dentro y fuera de nuestro sistema solar. De hecho, en octubre se detectaron indicios de un océano en un planeta llamado K2-18 b, ubicado a más de 100 años luz de distancia. Sus datos también sugirieron «signos potenciales» de sulfuro de dimetilo, una sustancia química que, hasta donde sabemos, sólo es producida por la vida en la Tierra.
Los expertos son bastante optimistas y muchos aseguran que no les sorprendería que encontráramos evidencia de vida microbiana extraterrestre (vida, al fin y al cabo) en la próxima década. Pero pla manera más sencilla de confirmar la existencia de vida extraterrestre solo con misiones de retorno de muestras: recolectar muestras de otro planeta o luna y traerlas de regreso a la Tierra para su estudio, mediciones in situ o tecnología «increíblemente futurista», como una lente gravitacional solar . telescopio, un instrumento teórico que utilizaría la gravedad del sol para magnificar la luz de planetas distantes.
Con todas las herramientas que tenemos ahora, o que podríamos construir con suficiente dinero, es un retorno de muestra. Los investigadores discutirán si las posibles firmas de vida detectadas en otros planetas son reales, y luego si esas firmas son precisas, y luego si esas firmas son realmente causadas por vida, lo cual actualmente no podrán probar sin recolectar muestras.
No hay que olvidar que el espacio es increíblemente vasto. A los humanos les llevaría más de un millón de años visitar el K2-18 b con la tradicional propulsión de cohetes. Incluso enviar nuestra sonda más rápida al exoplaneta conocido más cercano , Próxima Centauri b, llevaría miles de años. En comparación, los planetas y lunas de nuestro sistema solar están justo a nuestras puertas, y los tiempos de viaje de las sondas varían desde algunos años hasta apenas meses.
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