Noche cerrada en el parador de El Bruc (Barcelona). Varias decenas de personas se han reunido sobre las 23.00 horas en este oscuro parking de la cara oeste de la montaña de Montserrat, a unos 30 kilómetros de la capital catalana. Al principio impera el caos y el desconcierto, pero en seguida se alzan unas voces que tratan de guiar la expedición. «Se trata de una montaña mágica, el lugar ideal para establecer contacto con los señores del cielo que nos visitan», explica uno de los cabezas de grupo. «En su momento este lugar obsesionó al mismísimo régimen nazi», apunta otro.
La comitiva avanza por la abrupta senda iluminada por teléfonos móviles y frontales, supera una enorme roca en la que puede leerse ‘Zona OVNI’ y se reparte, alcanzado un alto mirador, en reducidos grupos para que cada ufólogo u espiritista explique su propia versión de lo que podría llegar a verse en el lugar. Afirman tener pruebas documentadas, vídeos, fotos de extraños seres… Pero no quieren mostrarlas. «Es el trabajo de toda una vida. No lo compartiré con el primero que pregunta», apunta uno. Todos tienen algo en común: no son estafadores. No piden dinero. Creen en lo que explican e interpretan a su manera lo que ven: ¿Un avión? Quizá… Pero también podría ser un platillo disfrazado de aeronave.
«De guiar estas quedadas se encargó durante más de 40 años Luís José Grifol Gutierrez», explica a ABC el creador de contenido Carles Tamayo, que ha asistido a estos encuentros más de una decena de veces. «Era un hombre que afirmaba estar en contacto directo con ‘los de arriba’. Solía llevar la voz cantante de las reuniones, pero dejó de venir por motivos personales en 2019. Desde entonces, son otros quienes han tomado su relevo, pero con diferencia, la máxima autoridad en este ‘campo’ sigue siendo él», apunta el ‘youtuber’.
Tamayo no cree en platillos volantes, susurrantes voces o revelaciones. Su presencia en los encuentros es más bien contemplativa, curiosa, pero sin ánimo de juzgar. «Acuden muchísimas personas que tampoco creen, algunas veces hemos llegado a ser más de cien curiosos. Algunos vienen en busca de respuestas: ‘vi tal luz en tal lugar ¿qué podría ser?’. Otros muchos, acuden porque de verdad creen en la mística de la montaña. Estos no suelen faltar a una sola cita, e incluso organizan cenas previas. Es todo un fenómeno en la zona, al que acuden también extranjeros», explica creador de contenido, que en su momento tuvo la oportunidad de entrevistar al propio Grifol, autor del libro ‘Vivencias de un contactado’, publicado en 1994. «Estaba realmente convencido de su encargo, el de divulgar sobre la existencia de los ‘señores del cielo’ y la realidad fantástica que se vive en las cimas de la montaña», señala.
Una montaña plagada de mitología
Fenómeno OVNI de lado, simbología y mística acompañan a la montaña de Montserrat desde la noche de los tiempos: naturaleza salvaje, apariciones misteriosas y poesía de todas las épocas; un largo etcétera de episodios que engrandecen la leyenda de la que es sin duda la montaña más icónica de Cataluña. Toda esta mitología la utilizan Javier Ambrossi y Javier Calvo, ‘Los Javis’, para dar forma a su más reciente ficción, ‘La Mesías’; una serie que descubre la historia de la montaña y la canaliza a través de la protagonista, Montserrat, que se convierte (como Grifol) en una especie de intermediaria de Dios en la Tierra. Pero, ¿qué hay de cierto en el sinfín de mitos que rodean el macizo? ¿Por qué del interés del Tercer Reich en la montaña?
La silueta de Montserrat se alza imponente entre la bruma catalana. La peculiar forma del macizo, ‘monte serrado’, en honor a las agujas pétreas que se observan en su cara norte ha sido objeto de leyendas desde, por lo menos, la remota Marca Hispánica del Imperio Carolingio. La leyenda asegura que en el año 880, unos niños pastores vieron caer una luz del cielo al interior de una cueva, donde encontraron la talla de una virgen negra: la famosa ‘Moreneta’ de Montserrat, ahora patrona de Cataluña.
El obispo de Manresa, al intentar trasladar la imagen a la ciudad, notó que ésta se resistía a la mudanza, por lo que tomó el divino encargo de construirle una ermita en el lugar, lo que sería la semilla del futuro monasterio de Santa María de Montserrat, levantado en el siglo XI y reformado a principios del siglo XX por el modernista Puig i Cadafalch. La ermita rupestre de la Santa Cova, donde se puede visitar actualmente la talla, se construyó algo más abajo, alrededor del año 1700, en la estrecha gruta donde la Virgen fue encontrada, según el mito.
La leyenda del hallazgo daría el pistoletazo de salida a un sinfín de cuentos medievales y rumores sobre la montaña, aunque en la actualidad sea de sobra conocido que La Moreneta es una talla románica del siglo XII. La simbología que la rodea, sin embargo, es mucho más alentadora para quienes buscan en el cielo la respuesta a supuestos episodios paranormales que podrían explicarse fácilmente por la cercanía del macizo a los aeropuertos de Igualada – Ódena o Sabadell, también por los repetidos tránsitos de la Estación Espacial Internacional (ISS) o, mucho más sencillo, por el estudiado sesgo de confirmación.
El interés nazi en montserrat
Sea como sea, lo cierto es que la rumorología y la leyenda no le vienen mal al monasterio, que recibió en 2019 —último año antes de la pandemia— la impresionante cifra de 2,67 millones de turistas; sin duda, uno de los destinos más visitados de Cataluña fuera de la capital (con permiso de Port Aventura). Si nos remontamos al pasado, antes de que la comunidad autónoma fuera conocida por su inigualable oferta modernista, playas y gastronomía, Montserrat era junto a los monasterios románicos de Poblet, Sant Cugat o Santes Creus, uno de los principales puntos de interés de Cataluña. Por el santuario han pasado celebridades como Barack Obama, Steven Spielberg o —quizá el peor recordado— Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS alemanas, que aprovechó la reunión entre Hitler y Franco en Hendaya el 23 de octubre de 1940 para visitar la montaña.
«El interés alemán (no sólo Nazi) en Montserrat viene de lejos», explica a ABC el experto en la montaña, Ricard Fernández, geólogo y divulgador sobre la historia, espiritualidad y simbolismos que rodean el peculiar macizo. «Todo se remonta a principios del siglo XIX, cuando el erudito prusiano Wilhelm von Humbold (hermano del explorador Alexander von Humbold) viaja a Barcelona y, cómo no, visita Montserrat. Allí queda maravillado por el colectivo de ermitaños (que no monjes) que habitan solos, en silencio, en las partes altas de la Montaña; los relaciona con el mundo salvaje del que Rousseau había hablado años atrás y, como buen romántico, escribe una carta a sus colegas Goethe y Schiller (máximos exponentes del clasicismo de Weimar) en la que describe todo lo que ha visto», apunta Fernández.
«Todos acabarían por visitar la montaña y estandarizar en los altos círculos románticos del XIX esa visión simbólica de Montserrat como un lugar fantástico. Aquella larga sombra se extendería hasta las óperas de Wagner y, como no, hasta los Nazis; a pesar de que la Guerra del Francés (1808-1814) terminó con ese mundo idealizado de ermitaños. No se sabe exactamente qué vino a hacer Himmler a la montaña, seguramente visitarla, como un vulgar turista. Se ha rumoreado siempre que el Tercer Reich creía que en el interior hueco de Montserrat estaba escondido el Santo Grial», explica Fernández, que no tarda mucho en desmontar este oscuro episodio de la montaña.
«Eso es, por supuesto, mentira. Montserrat, de hecho, dista mucho de estar hueca: la montaña es nada menos que un enorme cúmulo de 1.500 metros de cantos rodados y fango arrojados al gran mar que ocupaba el actual valle del Ebro hace más o menos unos 30 millones de años. Debido a la dureza de los conglomerados y a la actividad tectónica del borde de la cuenca, existe un fuerte contraste morfológico entre Montserrat y su entorno. Eso es lo que hace especial a la montaña, poco más. El resto, mero simbolismo: leyendas, mitos, espiritualidad, conceptos que a menudo se mezclan con la religión pero que van mucho más allá, forman parte de la naturaleza humana. La necesidad ancestral del hombre de sentirse parte de algo mucho más grande que él», termina Fernández.
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