Por: Por Marcelo Metayer
La existencia de entidades inteligentes ajenas a la humanidad aparece en relatos del folklore de todos los pueblos. En los últimos tiempos, el mito moderno construido por el fenómeno ovni ha hecho surgir una figura que se ha hecho famosa: el ser pequeño, de cabeza grande y ojos saltones. Estos “enanitos” han sido vistos en muchas circunstancias, y aunque no aparezcan platos voladores cerca siempre se habla de su procedencia extraterrestre. Probablemente el caso más recordado en el ámbito de la provincia de Buenos Aires sea el de los “enanitos verdes” de La Plata, que tuvo muchos testigos entre noviembre y diciembre de 1983. Pero hay otra situación no tan conocida que conmovió a una ciudad bonaerense y también sucedió en esa década: la aparición de seres con “piel de sapo” y de entre 50 y 70 centímetros de estatura en Pergamino, al filo de una medianoche de octubre de 1988.
El hecho ocurrió casi a fin de mes, el jueves 27 de octubre. Fue uno de los títulos principales de la edición del diario local La Opinión al día siguiente, que se preguntaba desde la tapa: “¿EXTRATERRESTRES EN PERGAMINO?”.
En el interior del ejemplar una doble página daba cuenta del impacto que había causado el hecho en la comunidad. Había fotos del lugar, de los testigos, y, lo más chocante, un dibujo de uno de los seres que habían visto, con un solo ojo en el centro del rostro.
El sitio donde se habían topado con lo insólito era, de acuerdo con el texto, “un tramo de la calle 14 del barrio Parque General San Martín, lindante con el sector del Club de Viajantes” de la ciudad del norte bonaerense, emplazado casi sobre la Ruta Nacional 188.
El medio “Colón Doce” afirmó en 2004: “El fenómeno de Pergamino sería un fraude más grande que una casa”
“CALVOS Y CON CUERO DE RANA”
Los cuatro testigos eran adolescentes varones, uno de 14 años, llamado Cristian Cassio, y otros tres de 19: Silvio Peña, Darío Durán y Javier Jáuregui. Habían visto a un grupo de seres “de setenta centímetros de estatura, totalmente calvos y con ropaje de ‘un color similar al cuero de ranas’”, que les hicieron señas y al parecer intentaron comunicarse con ellos. Tres de los jóvenes vieron seis enanitos, y otro de ellos afirmaba que eran cinco. Durán fue quien hizo el “identikit” que aparece en el diario.
La nota afirmaba que “la sorpresiva situación se originó aproximadamente a las 0.30 de ayer jueves, cuando estos cuatro vecinos transitaban por un tramo de la calle 14, lindera con la parte trasera de las instalaciones del Club de Viajantes, cuando en forma sorpresiva a tres metros de distancia, cinco o seis ‘enanitos verdes’ les hicieron señas, despidiendo imperceptibles sonidos guturales. Todos los jóvenes coincidieron en señalar que trataron de ganar distancia lo más rápido posible, destacando que los pequeños extraterrestres habían aparecido entre las ligustrinas del Club de Viajantes”.
Los chicos contaron en el pueblo lo que habían visto al día siguiente los vecinos se pusieron en alerta. La Opinión fue a hablar con responsables del Club de Viajantes. Alicia Leal, conserje de la institución, relató: “Creo que serían alrededor de las 0.30 cuando por la parte trasera del comedor, una especie de linterna, con una luz de color indefinido, trataba de abrir la puerta. Apagué todas las luces e inmediatamente traté de observar más de cerca si se trataba de ladrones. No oía ningún ruido ni conversación. Segundos después, esa misma luz iba corriendo hasta que desapareció. Vi a unos 100 metros al sereno Héctor Juan Martínez y a uno de mis nietos que estaban conversando afuera, pero evidentemente sin observar nada anormal”.
El testimonio más importante resultó ser el de Cristian, el chico de 14 años, que contó en la redacción del diario que los seres “eran cinco, todos pelados y no hablaban claramente. Lo hacían en una especie de quejidos guturales. Cuando me vieron me señalaron todos al instante. Tendrían una estatura de 70 centímetros. Yo pegué un salto que no le temo a los que ganaron en Seúl [NdR: en referencia a los entonces recientes Juegos Olímpicos]. Después con mis amigos fuimos hasta la Caminera, donde al principio no nos creían sobre lo que habíamos observado. Después, cuando llegaron a la conclusión que estábamos en nuestro sano juicio, fuimos todos para el Club de Viajantes”.
Los chicos contaron en el pueblo lo que habían visto al día siguiente los vecinos se pusieron en alerta
Al día siguiente del hecho, según el diario, todavía quedaban sobre el pasto, en un sector cercano a una fuente del club, “algunas huellas que a simple vista parecían pertenecer a un niño de corta edad. O en su defecto a alguno de los extraños visitantes”.
El texto mencionaba el “incesante peregrinaje de vecinos hacia el lugar donde habrían estado los presuntos extraterrestres”, a toda hora del jueves. Y el anónimo cronista pergaminense escribió en el párrafo final que “todo tipo de rodados sirvió para satisfacer la curiosidad pública de un hecho que no hace más que ahondar el misterio que siempre taponó como un esotérico velo, si somos o no los terrestres, los únicos seres que habitamos el Universo”.
EL “BEBÉ EXTRATERRESTRE”
A diferencia del caso de La Plata, ésta fue la única mención de los enanitos de Pergamino. No apareció nada más en el diario ni volvieron a ser vistos.
Pero hay otro caso, sin relación directa con éste de 1988, que vale la pena referir. Una mujer llamada Palmira Pajón, dueña del negocio Casa Graciela, en San Nicolás al 800, exhibía en su local allá por los primeros años de este siglo un ser de unos 60 centímetros de alto, de color ocre y que había sido “pescado” durante unas vacaciones en Monte Hermoso.
La mujer le contó a un periodista que estaba segura de que se trataba de un “bebé extraterrestre”. Incluso afirmó que por poseer al ser recibió visitas de los enigmáticos “Hombres de Negro”.
El medio “Colón Doce” afirmó en 2004: “El fenómeno de Pergamino sería un fraude más grande que una casa”. Y resaltó que “la ‘criatura’ no es otra cosa que una variedad de las rayas o mantas, conocida como pez murciélago o pez diablo”.
Más allá de la veracidad de este asunto, lo cierto es que en Pergamino, como en toda la provincia de Buenos Aires, ocurren hechos muy extraños. Como se suele decir, es cuestión de creer o reventar.
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