Desde tiempos remotos se ha pensado y especulado sobre la posible existencia de seres inteligentes extraterrestres. No es un tema moderno, sino que es recurrente a través de la Historia e, incluso en las Sagradas Escrituras (todas ellas cargadas de simbologías), se encuentran narraciones que dan pie a interpretarlas como hechos llevados a cabo por seres superiores (divinos o no), pero no terrenales.
Tal puede ser el relato sobre Elías y Eliseo, en Reyes (2), 2, 11: «… proseguían su camino andando y hablando entre sí, cuando he aquí que un carro de fuego, con caballos de fuego, separó al uno del otro; y Elías subió al cielo en un torbellino». Y valga sólo este párrafo como botón de muestra de tantos y tantos casos (tal vez todos ficticios) de avistamientos de OVNI’s, contactos con seres extraños, y hasta pretendidas abducciones.
Por todo ello las autoridades científicas, militares y políticas de los EE. UU. se han puesto de acuerdo en atajar de una vez por todas estos temas y estudiar, desde un punto de vista riguroso e imparcial el asunto, para desmitificarlo y poder separar el «grano de la paja», en algo que se da tanto a la entelequia, cuando no al chantaje o engaño, por el puro placer de fantasear. Y así, en el seno de la NASA, se ha creado un departamento especial para analizar lo que ahora han dado en denominar «FANI» (Fenómenos Aéreos No Identificados), en lugar de «OVNI» (Objetos Volantes No Identificados), por lo que no se limitarían a objetos, sino a eventos espaciales, naturales e incluso atmosféricos.
¿Y SI NOS VISITARAN?
Pero ¿qué ocurriría si algún día se descubriera vida inteligente fuera de la Tierra? Lógicamente tendría connotaciones imprevisibles en todos los niveles: humano, social, político, filosófico, religioso … El ser humano tiene interés en buscar “hermanos” o “primos” en el Universo. Es casi una necesidad inherente a nuestros sentidos, pero al mismo tiempo no tenemos que olvidar nuestros instintos naturales en el sentido de ver en esa hipotética inteligencia unos competidores enemigos a los que temer, o unos esclavos a los que someter.
Afortunadamente esto no ocurrirá de una forma brusca e inesperada. Estamos seguros que no nos vamos a topar de la noche a la mañana con seres inteligentes con los que poder dialogar (o discutir). A pesar de los supuestos avistamientos de OVNI’s y otras atrevidas hazañas, creemos que, en el más optimista de los casos, el ser humano encontrará algún día señales evidentes de vida pasada o presente en otros lugares del Universo, pero poco más. Sin embargo la Vida (con mayúscula) ha debido existir en el Universo antes de la aparición sobre la Tierra del ser humano y, seguramente, seguirá existiendo después de su extinción.
En todo caso, nos estaríamos refiriendo a seres extraterrestres muy superiores, capaces de desplazarse a grandes distancias y velocidades, ni soñadas por nosotros.
«Ya están aquí», «Nos invaden», «Están entre nosotros», «Nos ignoran», y otras lindezas así, se leen y escuchan en muchas ocasiones en algunos medios de difusión y tertulias. Y parece que sentimos cierta simpatía hacia ellos (o al menos a su posible existencia). O, tal vez sea como una especie de «necesidad» o beneplácito que depositamos en ello, que acaricia el sentimiento de no estar solos en el Universo.
SEMBRANDO VIDA (PANESPERMIA)
Pero no hablemos sólo de vida «inteligente». La Vida (con mayúscula) puede ser toda clase de vida: animal, vegetal, microbiana, e incluso otras formas difíciles o imposibles de detectar, cuyo origen puede haber sido importado desde el espacio a través de meteoritos extraterrestres sólidos y/o líquidos (o incluso gaseosos), que hayan podido llegar a la Tierra desde la superficie marciana o desde lugares más exóticos aun, puede que a lomo de cometas.
A este fenómeno, mediante el cual la semilla de la Vida a podido ser transportada desde un mundo, para ser «sembrada» y desarrollada en otro distinto, se le llama «panespermia». Y, dando vuelo a la fantasía… ¿Podría dar este fenómeno lugar, de forma reversible, a que la vida fuera exportada desde la Tierra hasta otro planeta (del Sistema Solar o de otros sistemas extrasolares)? ¿Podríamos ser nosotros (nuestra especie, se entiende), en el futuro, posibles «extraplanetarios» en otros mundos? Con un poco de fantasía nada de esto es imposible.
DRAKE Y SU ECUACIÓN
El astrónomo inglés Francis Drake, diseñó una fórmula en 1961 (ecuación de Draje), mediante la cual se podía calcular la posibilidad de contactar con seres extraterrestres inteligentes. Siendo su expresión la siguiente: N = R * fp * ne * fl * fi * fc * L, donde:
N es el número de civilizaciones con tecnología avanzada para poder comunicarnos con ellas.
R representa el número total de estrellas en la Vía Láctea.
fp indica la fracción de esas estrellas que tienen sistemas planetarios.
ne es el número de esos planetas apropiados para la vida.
fl es la fracción de esos planetas donde finalmente se desarrolla vida.
fi indica la fracción de esos planetas donde se desarrolla la inteligencia.
fc es la fracción de esos planetas con habitantes capaces de comunicarse interestelarmente.
L es el tiempo durante el cual vive dicha civilización.
Y como prácticamente desconocemos cada uno de esos parámetros, el valor de N dependerá de lo optimistas que seamos. Y lo único que podemos asegurar es que N = 1 (estamos solos).
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