[Este artículo contiene spoilers de La Mesías]
Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi han cerrado un ciclo. Las tres actrices interpretaban en La Mesías, la nueva serie de Javier Ambrossi y Javier Calvo, al mismo personaje, la matriarca de la familia Puig Baró. Una figura presentada a través del paso del tiempo, desde sus primeros días como una conflictiva madre enfrentada a una serie de relaciones tóxicas y despreocupada por sus dos primeros hijos, Enric (Roger Casamajor) e Irene (Macarena García), hasta los días en los que se convierte en una líder de culto para dejar atrás todos sus errores del pasado.
La serie original de Movistar Plus+ nos mostraba la evolución del personaje de Montserrat y el descenso a la locura auspiciado también por su matrimonio con Pep (Albert Pla) y el nacimiento de sus siguientes hijas, que posteriormente conformaban el grupo de pop cristiano Stella Maris. Algo que terminaba afectando a la vida de todos sus hijos, quien debían pugnar contra sus traumas y una relación conflictiva con la fe.
El séptimo y último capítulo de la serie apostaba por explotar al máximo el tema de los diversos credos, tantos los religiosos como los centrados en las personas de nuestro alrededor, en un desenlace que también apuesta por llevar a sus protagonistas al extremo, dejando algún que otro interrogante por el camino.
Enric (Roger Casamajor) y los abusos sexuales
Con evidentes paralelismos con el filme Oscura inocencia (Mysterious Skin), de Gregg Araki, los creadores de La Mesías jugaban al despiste con el personaje de Enric y su encuentro con los aliens. En el último episodio de la serie, Enric iba en la búsqueda de su amiga y experta ufóloga Alicia (Cecilia Roth), introduciéndose finalmente en una secta para desintoxicarse y buscar sanar las heridas de una vida traumática.
Así, el último capítulo de la serie se titula Wonderland, mientras Enric busca a Alicia siguiendo al conejo blanco, referencias constantes al clásico Alicia en el país de las maravillas, la historia escrita por Lewis Carroll y popularizada posteriormente por Disney.
En relación a los ritos de esta curiosa secta que lucha contra sus fantasmas, Enric experimenta con la ayahuasca, la droga psicodélica que provoca alucinaciones y que se popularizaba entre aquellos que viajaban al Amazonas en la búsqueda de respuestas, llevándole a alcanzar una serie de revelaciones.
De esta forma, y de una manera muy sutil, La Mesías deja caer los abusos sexuales a los que podría haberse enfrentado Enric en su infancia y que este habría intentado bloquear, en una narrativa construida de la manera más marciana posible. En los primeros episodios ya veíamos cómo Montserrat, interpretada entonces por Ana Rujas, se enfadaba con el novio de turno por una cercanía demasiado física con sus hijos.
Lo que inicialmente parecía un ataque de celos injustificado podría finalmente no haberlo sido tanto, y es que la serie nos mostraba el trauma de Enric cuando otro de los novios de su madre se introducía en la cama y le tocaba el hombro. Un shock que le perseguiría toda su vida en forma de extraterrestre, debido a que ni él mismo pudo explicarse jamás lo que había sucedido.
Sin embargo, la ausencia de más pistas sobre ello podría dividir al público ante un final abierto, pudiendo ser interpretado también como una pelusa extrema hacia el novio de su madre. Algo demasiado superficial como para quedarse ahí. Y más viniendo de una serie de los Javis.
En mitad de estas alucinaciones también éramos testigos del complejo de Edipo de Enric, evidenciado a través del beso que le da su madre en los labios durante unos cuantos segundos incómodos. Esto es aupado también por su posterior despedida al ser abducida por los extraterrestres, presentándose como una figura extraña y totalmente inalcanzable. Todo de manera previa a enterarse de la muerte de esta.
De esta forma, Enric termina aceptándose a sí mismo, su propia historia vital y lo acontecido en su infancia mientras busca una nueva fe para sanar sus heridas, incurriendo en los peligros de verse amparado de nuevo bajo una líder de culto que emule el papel de su madre.
Irene (Macarena García) hace visibles su cicatrices
El duelo de Irene (Macarena García) resulta de una mayor complejidad aún si cabe. Apostando por un silencio ensordecedor en su deseo de que nada de lo que ha vivido existiera, la mayor de las hermanas elude enfrentar su pasado hasta que se ve proyectada en Cecilia (Amaia Romero). En ella termina encontrando una oportunidad de redimir sus propias equivocaciones y asumir de una vez por todas cómo debería haber sido su huida del hogar.
De esta forma, Irene comienza a abrirse con los de su alrededor, contando qué fue de ella después de comenzar sus clases como modista y tras casi morir junto a su familia para cumplir una de las profecías de su madre. Una manera de adentrarnos en las vivencias y los sentimientos de la que resultaba hasta el momento la más fría de los hermanos, acompañada de un cambio físico sutil, pero gustoso.
Desde el principio de la serie, Irene ocultaba con su pelo las cicatrices de su rostro, ocasionadas por el incendio que casi acaba con su vida de niña y que se cobró la vida de su vecino. Una vida repleta de dolor que intentaba esconder de la mayor manera posible, pero que finalmente decidía visibilizar ante todos.
Tras abordar qué fue de ella, Irene termina dejando ver al resto sus heridas físicas y espirituales, reconociendo sus propios errores al dejar atrás a sus hermanas y reflexionando también sobre lo egoísta que fue al echarle en cara a Enric lo mismo que ella hizo. Una aceptación que la lleva a realizar un trato con Pep tras la muerte de su madre.
Sin embargo, hasta ella misma era presa de un momento de flaqueo en el desenlace, obligando a ver a sus hermanos el cadáver de la matriarca para que finalmente todos erradicaran de su mente cualquier atisbo de duda sobre su presencia divina. Algo que también provocaba que finalmente pudiera abrazar de nuevo la fe, alejada del fanatismo religioso y la locura, comprendiendo que existen muchos tipos diferentes de creencia.
Cecilia (Amaia Romero) y las Stella Maris
Amaia Romero, como la Cecilia adulta, se transformaba en la protagonista del sexto episodio de La Mesías en su reencuentro con sus hermanos mayores, Irene y Enric, regalándonos canciones inéditas como El árbol. La cantante de las Stella Maris terminaba sumándose a sus hermanos, huyendo del encierro de su madre y comenzando a descubrir el mundo tal cual es, con sus cosas buenas y sus cosas malas.
Precisamente, su readaptación al mundo real tras en el encierro, con la complejidad que supone esto y accediendo a acudir a un psicólogo, ponía de manifiesto el sufrimiento que sus hermanos vivieron tras huir y ser rechazados por los suyos. Esto continúa sucediendo a día de hoy en ciertas religiones que abandonan a los que deciden dejar atrás sus congregaciones, independientemente de si son sus hijos, sus primos o sus amigos.
En este desenlace también somos testigos de cómo Cecilia quiere dejar atrás su pasado más claustrofóbico, pero no así su amor por la música (con guiño incluido a la cantante de Un ramito de violetas), la fe y sus hermanas, probando que estas cosas no están reñidas. Así, esta hace comprender a sus hermanos mayores sus necesidades vitales, mientras forma parte del pacto que Irene hace con su padre para ver a sus hermanas y que la pequeña de la familia, aún mejor de edad, sea escolarizada.
Pese a la apertura de miras de los tres hermanos, el resto de componentes del grupo Stella Maris siguen estando aleccionadas por su padre, quien ni siquiera deja que acudan al velatorio de la madre, puesto que defiende que ha resucitado y ha ascendido a los cielos. Y es que no hay mayor ciego que el que no quiere ver, como también podíamos comprobar en la escena en la que Aina (Cristina Rueda) prefería creer que realmente había mantenido una correspondencia amorosa con el Rey Felipe, incluso con las pruebas que demostraban lo contrario delante de sus narices.
El último coletazo a una historia en la que, hasta el último instante, la influencia de filmes como Mustang, de Deniz Gamze Ergüven, o Las vírgenes suicidas, de Sofia Coppola, estaba muy presente, y donde la vida real de las Flos Mariae también ha sido un tema de debate constante, pese a que los Javis incidían en su distanciamiento de la ficción. Una serie de semejanzas que popularizan tuit virales comparando ambas historias.
Así, La Mesías retrata en su final la necesidad de tener fe en algo al sentirnos perdidos en la inmensidad de un mundo que no podemos comprender. «La Mesías habla más de la fe que de la creencia. De hecho, la serie da un paso más allá en su retrato de la fe a través de la aparición de extraterrestres y ovnis, como vemos en la trama protagonizada por Cecilia Roth», señalaba Ambrossi para CINEMANÍA. El mantra que hemos encontrado desde el inicio de la serie y que se siente de una mayor manera el desenlace de una serie llamada a formar parte de las listas de las mejores producciones de este 2023.
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