Ken Ohm, de 86 años, profesor de física, es una de las muchas personas que decidieron participar en el envío de ADN a la Luna con la empresa Celestis. Los motivos de los participantes son todos diferentes, en el caso del docente: apuesta a que alguna civilización con capacidades de alta tecnología pueda aprovechar su ADN y clonarlo.
El hombre es una de las siete personas que figuran en la lista de la empresa para el próximo lanzamineto por un costo de base de 12.995 dólares
En relación a porqué tomó esa decisión, Ohm explicó que dentro de 30.000 o 40.000 años, puede existir la posibilidad de que «algún remanente de esta civilización u otra civilización descubra su modelo genético». Señaló que es consciente de que la civilización tendría que ser «lo suficientemente sofisticada» para hacerlo, según publicó el diario estadounidense The New York Times.
Ohm siempre esperó llegar al espacio como astronauta, pero la Nasa no lo reclutó por ser demasiado alto. «Hice todo lo que se suponía que debía hacer, excepto encogerme», dijo Ohm.
Did you know there are 4️⃣ options for memorial spaceflight – and all of them accept both DNA or ashes for launch? �� Fly together with your loved ones as a family! What a final ride together.
Learn more: https://t.co/lGO4LGgy4Y pic.twitter.com/PWsGNTWX0H
— Celestis, Inc. �� Memorial Spaceflights (@celestisflights)
February 2, 2023
¿Quiénes pueden enviar el ADN a la Luna?
Celestis lleva enviando ADN a la Luna desde 1994. «Las cápsulas conmemorativas de Celestis que transportan restos cremados y ADN permanecerán en la superficie lunar como un tributo permanente a las almas intrépidas que nunca dejaron de buscar las estrellas», se lee en el sitio web de l. compañía.
La empresa completó misiones para más de 1.000 familias en más de 20 países y en cada una transportan entre 25 y 300 cápsulas de vuelo individuales.
La primera misión de Celestis impactó en la superficie lunar dentro de un cráter permanentemente en sombra aproximadamente un año y medio después. La cápsula llevaba a bordo partes de los restos del geólogo planetario Eugene Shoemaker, quien demostró que estos cráteres eran las huellas del impacto de meteoritos y no volcanes extintos, como se llegó a pensar.
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