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«Los extraterrestres no existen. No existe nadie más. Ni siquiera la vida microbiana. ¿Y si la humanidad implosiona y nunca llegamos a ver las estrellas o a construir ciudades en otros planetas? ¿Es la humanidad lo mejor que el universo podía inventar?». Esta es tan solo una de las muchas y alucinantes teorías sobre el espacio y los extraterrestres que se pueden encontrar en Internet. Una que haría llorar al agente Mulder de Expediente X y que, peor aún, echaría por tierra de un plumazo todo el (interesantísimo) artículo que estás a punto de leer sobre la abducción alienígena que fue la madre de todas las abducciones alienígenas. Por suerte, al igual que puedes elegir creerte o no lo que estás a punto de ver aquí escrito, puedes elegir no creer esta teoría y apostar en su lugar, por ejemplo, por la de un científico que sugiere que los extraterrestres crearon nuestro universo en un laboratorio.
Creas o no en la existencia de seres del espacio, los muchos especiales de La casa árbol del terror de Los Simpson y todas esas películas sobre alienígenas y extraterrestres que hemos visto desde hace décadas, han ayudado a cimentar en la cultura popular la idea de que en cualquier momento puede surgir de la nada un platillo volante que te capture con un rayo de luz y te suba a bordo para que unos marcianos practiquen el medievo con tu culo, como en aquella famosa escena de Pulp Fiction.
Betty y Barney Hill sujetan un diario con la noticia de su abducción.
Y si alguna vez te has preguntado de dónde surgió todo este lore espacial, la culpa la tuvo en gran medida el matrimonio formado por Barney y Betty Hill. Todo empezó un buen día (o una buena noche para ser más exactos) de 1961 cuando ambos circulaban por una solitaria caretera de New Hampshire y comprobaron cómo detrás de ellos apareció una gran luz muy brillante que parecía estar siguiendo el movimiento de su automóvil.
Barney tuvo la extraña sensación de que alguien había recogido su semen.
Delsey, el perro salchicha de la pareja, se retorció y tembló en el asiento entre ellos. Cuando la luz siguió allí después de unos kilómetros, Barney detuvo su Chevy del 57 para verla mejor. Los dos salieron del coche y, compartiendo un par de prismáticos, vieron un objeto con forma de disco en la oscuridad, que destellaba luces multicolores. Lo que ocurrió a continuación conmocionó al mundo e introdujo a los estadounidenses de mediados del siglo pasado, y posteriormente al planeta entero. en la posibilidad de sufrir *música ominosa* una abducción extraterrestre.
El incidente Zeta Reticuli
Los Hill afirmaron haber sido secuestrados por aliens aquella noche del 19 de septiembre de 1961. Según los informes del Gobierno, no solo avistaron un platillo volante: aseguraron que sus ocupantes los llevaron a bordo y los sometieron a experimentos médicos. La pareja describió sucesos traumáticos, no al principio, en su testimonio ante las autoridades militares y civiles, sino más tarde, tras sufrir pesadillas y pasar por meses de hipnosis. Su historia fue tan extraña y a la vez tan pionera, que aún hoy domina nuestro concepto de las abducciones alien en películas, series de televisión y libros. El incidente pasaría a denominarse «La abducción de los Hill» o el «Incidente Zeta Reticuli» porque dos ufólogos relacionaron el mapa estelar mostrado a Betty Hill con ese sistema estelar.
Una ilustración basada en el relato de los Hill.
Salvo por su ‘matrimonio mixto’, como se llamaba entonces –Barney era negro y Betty blanca– los Hill llevaban una vida de clase media totalmente normal. Vivían en Portsmouth, New Hampshire, donde Betty trabajaba como asistente social y Barney se desplazaba a Boston para trabajar por las noches en Correos. Ninguno de los dos creía en extraterrestres ni en ovnis, según declaró más tarde su sobrina Kathleen Marden a un entrevistador de la televisión británica. No parecían personas propensas a ser abducidas por extraterrestres. Pero eso es exactamente lo que decían ser.
Según su relato de los hechos, tras detenerse para comprobar la luz, los Hill continuaron su camino con los ojos clavados en el objeto del cielo. De repente, el ovni bajó delante de su coche y se quedó suspendido, en silencio, como si les estuviera esperando. Barney se detuvo en medio de la carretera y volvió a salir con los prismáticos. Esta vez vio a unos diez alienígenas de ojos enormes y piel grisácea que le miraban desde el interior de las ventanillas de la nave. Llevaban uniformes de color negro brillante con gorras a juego. Barney dijo más tarde a los investigadores que «de alguna manera no eran humanos». Tenía la sensación de que se comunicaban con él telepáticamente.
«¡Tenemos que salir de aquí!», gritó a su mujer mientras se metía en el coche. «¡Nos van a capturar!». La pareja se alejó a toda velocidad. Entonces, oyeron pitidos procedentes del maletero y ambos sintieron un hormigueo. Aseguraron haber hecho un giro brusco, se toparon con una especie de barricada y vieron «un orbe ardiente». Lo siguiente que supieron es que habían pasado dos horas y estaban a 55 km de donde habían detenido el coche, sin saber cómo habían llegado hasta allí. Delsey estaba escondido bajo el asiento.
Al amanecer, los Hill llegaron exhaustos a la entrada de su casa y, aunque estaban a salvo, no podían evitar tener la sensación de que algo iba muy mal. El maletero del coche mostraba ahora unos extraños círculos brillantes que antes no estaban allí. Cuando acercaban una brújula magnética a esos puntos, la aguja giraba enloquecida. Sus relojes se habían parado y la correa de sus prismáticos estaba rota. Los zapatos de Barney estaban arañados y el vestido de Betty estaba rasgado y lleno de un extraño polvo. Para rizar el rizo y no nos preguntéis cómo es eso posible, Barney tuvo la extraña sensación de que alguien había recogido su semen.
Al día siguiente, los Hill llamaron a la cercana base de las Fuerzas Aéreas en Portsmouth para informar del incidente. Betty y Barney ocultaron la mayoría de los detalles de lo que habían presenciado porque temían ser tachados de locos. Las primeras investigaciones llegaron a la conclusión de que la pareja confundió el planeta Júpiter con un ovni y presentó el informe al Proyecto Libro Azul, el programa clasificado del Departamento de Defensa para investigar ovnis.
Objeto Volante Sí Identificado
Pero los Hill querían respuestas sobre lo que les había ocurrido. En su biblioteca local, Betty sacó un libro sobre platillos volantes de Donald Keyhoe, un aviador retirado, con el que se pusieron en contacto. Este, entusiasmado, les invitó a contarle toda su historia. Pero tras la satisfacción de haber contado su versión completa de los hechos, llegaron las pesadillas. Pesadillas muy gráficas. Las entrevistas parecían desenterrar recuerdos inconscientes de Betty: En un sueño, los alienígenas les llevaban por una rampa hasta una nave de aspecto metálico. Una vez dentro, los conducían a habitaciones separadas y eran sometidos a experimentos por dos alienígenas, el líder y un examinador. Cuando este le introdujo una aguja en el ombligo, Betty sintió un dolor atroz, pero tan solo momentáneamente. El líder le pasó la mano por los ojos y el dolor desapareció.
¡Oh, esos ojos! ¡Están ahí, en mi cerebro!
Las sesiones con un psiquiatra de Boston les (ex)trajeron más recuerdos extraños. Betty y Barney buscaron ayuda para su ansiedad e insomnio durante cinco meses de terapia de hipnosis. Durante ellas, Betty dibujó un mapa estelar que el líder alienígena le había mostrado en sueños. Representaba el cielo visto desde el planeta natal de los secuestradores, en órbita alrededor de Zeta Reticuli. En general, los recuerdos de Barney eran similares a los de Betty, pero con menos detalles.
«¡Oh, esos ojos!», gritó ella en una ocasión, recordando la fría mirada de los alienígenas, antes de añadir: «¡Están ahí, en mi cerebro!». Cuando terminó la última sesión, el psiquiatra llegó a la conclusión de que los recuerdos de Barney no eran más que fantasías influidas por los sueños de Betty.
Los Hill, Dalsey y un ovni.
Los Hill no hicieron pública su historia hasta 1963, cuando compartieron su relato con un pequeño grupo religioso. Pero John Luttrell, columnista del Boston Herald-Traveler, se enteró de su sensacional relato y publicó una columna sobre ellos que atrajo la atención de todo el país. Cuando United Press International recogió la columna de Luttrell, su alcance fue mundial.
¿Qué pasó después de la abducción?
Desde entonces, los detalles de la abducción de Betty y Barney Hill –un platillo volante, alienígenas con ojos grandes y penetrantes y misteriosos exámenes médicos– han inspirado innumerables ficciones en la cultura popular, incluyendo el bestseller de 1966 que contó la historia de los Hill: El viaje interrumpido, Dos horas perdidas a bordo de un platillo volante. Estelle Parsons y James Earl Jones interpretaron a Betty y Barney en el telefilme de 1975 El incidente OVNI. Y sus descripciones de alienígenas humanoides se colaron en clásicos de la ciencia ficción como Encuentros en la tercera fase de Steven Spielberg y, por supuesto, en Expediente X.
Los Hill nunca buscaron la fama, algo que sí podrías conseguir tú, más un millón de euros, si grabas a unos aliens en vídeo. Tan solo querían entender lo que había ocurrido. Barney Hill murió de un derrame cerebral en 1969 a los 46 años, quizá debido al estrés de la situación y sus secuelas. Betty Hill murió de cáncer de pulmón en 2004, a los 85 años. Pero su legado sigue vivo, sobre todo en el recóndito rincón de New Hampshire donde empezó todo. Allí, una gasolinera de la ruta 3 hace las veces de museo de las abducciones alienígenas, con recortes de periódico y fotos de la pareja. Y cerca de allí, la División de Recursos Históricos de New Hampshire ha colocado una placa conmemorativa en el lugar de su misterioso encuentro.
Jorge es experto en cultura pop y entretenimiento. Lleva más de 5 años en Esquire escribiendo temas de música, con artículos que repasan la trayectoria de artistas como Jim Morrison o David Bowie y con listados de canciones bajo su particular criterio. No hay género musical que se le escape. También escribe de cine, de series y de algunas de las estrellas de Hollywood más conocidas. Allí donde hay un fenómeno cultural, está él dándole a la tecla.
Su versatilidad hace de él un especialista en contenidos de entretenimiento en Esquire: lo mismo hace un test de cultura que te acerca los mejores chistes de la historia, las frases y citas más motivadoras o los acertijos más complejos. Se define a sí mismo como “mercenario de la tecla” y su objetivo es que te encuentres con algún tema suyo cuando busques algo de entretenimiento en Google.
También se define como “jugón y disfrutón” y la mejor prueba de ello es que una de sus grandes pasiones son los videojuegos. En Esquire puedes leer sus rankings con lo mejor de cada videoconsola o con los mejores juegos de las sagas más famosas, de Zelda a Spiderman.
Su pasión por el periodismo viene de lejos, al quedar finalista a los 10 años en un premio literario organizado por una marca de refrescos que se niega a mencionar si no se le paga por ello. Años después se licenció en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y desde entonces ha tenido una amplia trayectoria en diferentes medios de comunicación. Trabajó durante cuatro años en Televisión Local de Gijón y posteriormente comenzó una extensa andadura en revistas masculinas como FHM, DT y Stuff.
Actualmente compagina su labor en Esquire con la de relatar la vida de las celebrities y de la realeza en Vanitatis, escribir preguntas para los juegos de mesa Cranium y Trivial Pursuit y traducir al castellano manuales de instrucciones de electrodomésticos desfasados para la Teletienda India (sorprendentemente, todo esto es verdad). ¿Su próximo objetivo? Escribir un libro.
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