Ahora que los ovnis y extraterrestres están de moda, uno de los retos será cómo abordar este tema superando la etiqueta de teorías conspirativas o seudohistóricas. El más grande problema de la ufología es buscar respuestas en un pasado que ella misma inventa. Desde los relatos de “naves celestes” tripuladas por “marineros celestiales” en la Europa medieval hasta los reportes contemporáneos de objetos voladores no identificados la humanidad ha mirado hacia lo desconocido. Sin embargo, la interpretación de estos eventos puede estar más influenciada por nuestro contexto cultural que por una realidad objetiva.
En la Europa medieval la religión permeaba todos los aspectos de la vida cotidiana. Las crónicas que hablaban de barcos en el cielo se entendían en un contexto religioso. Para la gente de esa época estas visiones podían ser manifestaciones divinas o presagios.
Sin embargo, en los siglos XX y XXI, con el avance tecnológico y la secularización de la sociedad, la interpretación cambió. Estos mismos fenómenos comenzaron a ser vistos a través de una lente tecnológica, dando lugar a teorías sobre visitas extraterrestres.
El problema radica en que al revisar registros históricos con nuestra perspectiva actual corremos el riesgo de malinterpretarlos. Considerar que nuestros antepasados vieron naves espaciales, pero las interpretaron como barcos voladores debido a su limitado entendimiento, es un enfoque bastante simplista y torpe. En realidad, estaban narrando experiencias que para ellos tenían un claro significado religioso. Es nuestra interpretación contemporánea la que intenta encajar estos relatos en nuestra realidad moderna.
Siguiendo esa misma línea, el término Objeto Volador No Identificado (OVNI) no necesariamente implicaba una nave alienígena. La clave está en “no identificado”: si un gobierno moderno admite que tiene registros de fenómenos aéreos no identificados no quiere decir que esté confirmando visitas extraterrestres: simplemente reconoce la existencia de fenómenos aéreos que aún no comprende.
Percepción
La imagen contemporánea del platillo volador se puede rastrear en el incidente de Kenneth Arnold en 1947. A pesar de que su descripción inicial no se refería a objetos con forma de disco, el término “platillo volador” se popularizó en la prensa, modificando la percepción pública del fenómeno. Con el tiempo el término se asoció a la idea de naves extraterrestres discoidales.
Resulta fascinante cómo un término puede influir en la percepción colectiva. A pesar de que hubo otros reportes anteriores a 1947, como los “cohetes fantasma” en Escandinavia o los “dirigibles” en Estados Unidos a finales del siglo XIX, fue la etiqueta de “platillo volador” la que capturó la imaginación pública.
Diferentes teorías intentan explicar el auge de los avistamientos. Algunos creen que las potencias extraterrestres se interesaron en nosotros debido a la creación de la bomba atómica. Otros sostienen que estos objetos eran armas soviéticas secretas. Y hay quienes argumentan que estos fenómenos son reflejo de nuestros miedos y aspiraciones, influenciados por la literatura y el cine de ciencia ficción de la época.
Al intentar entender el fenómeno OVNI es esencial considerar el contexto histórico y cultural en el que se presentan los avistamientos. Nuestras interpretaciones son reflejo de nuestra época, nuestros miedos y nuestras esperanzas. Es un recordatorio de que a veces el misterio reside más en el observador que en lo observado.
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