“Hay una fascinación global sobre los Fenómenos Anómalos No Identificados”. Con estas palabras, que encajarían en un capítulo de la mítica serie “Expediente X”, arrancaba su comparecencia pública el administrador de la NASA, Bill Nelson, la semana pasada. Si alguien hubiera permanecido en hibernación durante los últimos 50 años y hubiera despertado en ese preciso instante para escucharle hablar de “avistamientos”, quizá habría pensado que se trataba de una ficción. Pero el jefe de la NASA y las otras tres autoridades que le acompañaban en la presentación del nuevo informe hablaban muy en serio. Y anunciaron, con toda pompa y solemnidad, que la agencia no ha encontrado ninguna prueba de que los FANI (el nombre ampliado y remozado de los OVNIS de toda la vida) tengan un origen extraterrestre, pero que seguirán investigando.
Esta estrategia de la NASA ha sido recibida con división de opiniones en la comunidad científica, aunque predominan las cejas levantadas. La agencia espacial se suma al esfuerzo iniciado previamente por el Pentágono en esta materia en nombre de la “seguridad nacional” y al revuelo causado por el subcomité del Congreso de Estados Unidos que el pasado mes de julio pidió al Gobierno que informara de los datos que tiene sobre los FANI tras escuchar a una serie de exmilitares hablar de supuestas tecnologías extraterrestres y de sus “ocupantes no humanos”. A pesar de ser un campo sembrado de pseudociencia y fantasías enloquecidas, la NASA ha querido ofrecer sus medios a la causa y reclama fondos para invertir en instrumentos de observación y ayudar a aclarar la cuestión. Con el objetivo, en palabras de Nelson, de “que la conversación sobre los UAP pase del sensacionalismo a la ciencia”.
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