Es la última ofrenda encontrada en el Templo Mayor de la vieja Tenochtitlan, la 186: un cofre de piedra repleto de tesoros marinos y 15 esculturas antropomorfas esculpidas en piedra verde, que data del reinado de Moctezuma Ilhuicamina (1440-1469 d.C.). El descubrimiento fue realizado por los arqueólogos Alejandra Aguirre Molina y Antonio Marín Calvo, y por el maestro Juan Ruiz Hernández, del Proyecto Templo Mayor — el gran hito arqueológico del México moderno, fundado por Eduardo Matos Moctezuma y dirigido actualmente por el arqueólogo Leonardo López Luján —.
En la plataforma de la fachada posterior del Huei Teocalli, a escasos centímetros de una zona impactada hace 123 años por la colocación de un colector de aguas residuales, se ha desvelado el hallazgo de una caja de ofrendas en el que resaltan 14 esculturas antropomorfas masculinas y la miniatura de una figurilla femenina. Este artefacto data de la época del primer Moctezuma.
Según los investigadores, las esculturas talladas en piedras metamórficas verdes exhiben características de estilo Mezcala de la sierra norte de Guerrero. Entre estas esculturas, destaca una de 30 centímetros de altura, en marcado contraste con una minúscula versión de tan solo tres centímetros, ambas representando rasgos esquemáticos distintivos. El estilo de las figuras, del norte de Guerrero, junto a las fuentes históricas sugieren que los mexicas obtuvieron estas reliquias al conquistar esa región.
Al igual que todos los gobernantes mexicas, Moctezuma I Ilhuicamina, cuyo nombre completo en náhuatl es Motēuczōmah īlhuihcamīna, fue un importante líder y gobernante de la civilización mexica (azteca). Gobernó entre los años 1440 y 1469 d.C y fue el quinto tlatoani de Tenochtitlan, la capital del imperio mexica. Moctezuma I es conocido por haber ampliado el territorio del imperio mexica a través de una serie de campañas militares y conquistas. Durante su reinado, la Triple Alianza (formada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan) logró someter a varios pueblos vecinos y expandir su influencia en la región mesoamericana.
Además de sus logros militares, Moctezuma I también es recordado por su enfoque en el desarrollo cultural y religioso. Promovió la construcción y embellecimiento de templos y monumentos en la ciudad de Tenochtitlan, incluyendo el Templo Mayor, el centro ceremonial más importante de la civilización mexica. Este cofre es un símbolo de una de las conquistas que ampliaron el imperio Azteca.
“Esto quiere decir que, cuando los mexicas sometieron a esos pueblos, las figurillas ya eran verdaderas reliquias, algunas de ellas de más de 1,000 años de antigüedad, y es de suponer que servían como efigies de culto, de las que se apropiaron como botín de guerra”, explica el director del Proyecto, Leonardo López Luján.
Los arqueólogos Aguirre y Marín, quienes trabajaron en el depósito junto con la restauradora Sofía Benítez Villalobos y el maestro Juan Ruiz Hernández, han concluido que, una vez traídas a Tenochtitlan, las esculturas Mezcala fueron objeto de una resignificación religiosa. Esto queda claro a través de los vestigios de pintura facial que los mexicas agregaron a una de ella que representa el dios de la lluvia, Tláloc.
Además de estas esculturas, la Ofrenda 186 albergaba dos pendientes en forma de serpientes de cascabel y un total de 137 cuentas elaboradas con diversas piedras metamórficas verdes, acompañadas de arena marina y 1,942 elementos hechos de material calcáreo, incluyendo conchas, caracoles y corales.
Originarios de las costas del océano Atlántico, las cuales fueron sometidas por la Triple Alianza en tiempos del primer Moctezuma, los caracoles y las conchas marinas han sido restaurados y la responsabilidad de su identificación biológica recae en Belem Zúñiga Arellano, miembro del PTM.
Es relevante destacar que el descubrimiento de esta ofrenda emergió del interés de los arqueólogos por verificar un patrón observado en las ofrendas 18, 19 y 97. Estas consistían en cofres de piedra que habían sido enterrados como ofrendas de dedicación bajo las cabezas monumentales de serpientes en la plataforma del Templo Mayor, correspondiente a la fase IVa.
“En náhuatl clásico, estos cofres eran conocidos como tepetlacalli –de tetl, piedra, y petlacalli, caja de petate–. En sus hogares, los mexicas acostumbraban guardar en cofres de petate sus más preciadas pertenencias, como plumas finas, joyas o prendas de algodón, y si lo vemos desde el Templo Mayor, que representa a una montaña sagrada repleta de mantenimientos, podemos imaginar a los sacerdotes almacenando en estas ‘petacas de piedra’ los símbolos por excelencia del agua y la fertilidad: esculturas de los dioses de la lluvia, cuentas de piedra verde, conchas y caracoles”, concluye López Luján.
Para 2024, el Proyecto del Templo Mayor solicitará al Consejo de Arqueología del INAH la autorización para remover temporalmente una cabeza de serpiente que se emplaza en el costado norte del Templo Mayor, con miras a explorar bajo su base.
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