17 de diciembre de 2024

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Ummo: el ovni de Alcorcón… ¿que nunca estuvo allí?

Ummo: el ovni de Alcorcón… ¿que nunca estuvo allí?

Por mucho que ahora quieran llamarlos FANIs (Fenómenos Anómalos No Identificados), nos seguimos aferrando al OVNI clásico, el cual, hace ya décadas, perdió sus mayúsculas para integrarse en el club de los acrónimos más coloquiales. Y, digámoslo todo, también denostados. Así se han seguido llamando durante estas últimas semanas, en las cuales el término ha

Por mucho que ahora quieran llamarlos FANIs (Fenómenos Anómalos No Identificados), nos seguimos aferrando al OVNI clásico, el cual, hace ya décadas, perdió sus mayúsculas para integrarse en el club de los acrónimos más coloquiales. Y, digámoslo todo, también denostados. Así se han seguido llamando durante estas últimas semanas, en las cuales el término ha retomado el protagonismo perdido tras los derribos protagonizados por EE UU en Alaska y Canadá. Y, por supuesto, así se llamaban el 1 de junio de 1967, cuando un supuesto platillo volante fue inmortalizado a su paso por el barrio de San José de Valderas, en Alcorcón.

El caso de «Ummo», tal y como era conocido el planeta extrasolar del que, presuntamente, procedían sus tripulantes, sigue siendo material sensible. Investigadores especializados como Manuel Carballal no dudan en señalarlo como «el mayor fraude ufológico de la historia mundial». Por su parte, el escritor J.J. Benítez, como se reseña en la entrevista adjunta en este artículo, afirma tajante que «no es ningún fraude». No solo es el caso que más predicamento tuvo en nuestro país: traspasó fronteras hasta llegar a Francia, Italia, Japón, América Latina… Es más: ni mucho menos es un expediente finiquitado, habida cuenta de que sus seguidores confirman que, aún hoy, reciben mensajes de los ummitas. Si antaño era por correo convencional, hoy, los comunicados llegan también a través de las redes sociales.

Para entender un fenómeno como el de Ummo hay que retroceder a la España de la década de los sesenta y al «boom» de la ufología, fenómeno que comenzó a fraguarse a finales de los cuarenta en EE UU. «España vivía una dictadura férrea en la cual no había libertad de prensa ni de opinión», asegura a LA RAZÓN Eduardo Bravo, autor de «Ummo: Lo increíble es la verdad». Surgen así grupos como la Sociedad de Amigos del Espacio, fundada por Fernando Sesma, que sorteaban la prohibición de asociación. «El mito ufológico, sin ser político, tenía ciertas similitudes con algunas teorías», argumenta Bravo. «Había pensadores soviéticos que se figuraban a las sociedades extraterrestres como socialistas: más avanzadas que la nuestra, sin enfermedades, sin tener que trabajar en minas… Siendo superiores, tenían que haber abrazado aquel ideal de perfección», añade.

A mediados de los sesenta, esta sociedad de amigos espaciales aseguró que comenzó a recibir una serie de cartas con el sello estampado de Ummo: esa suerte de hache con un asta de más. «Digamos que los ummitas habrían estado entre nosotros desde los años cincuenta, recopilando datos sobre la civilización terrestre. Pero como tenían un sentido ético muy acentuado, consideraban que se habían inmiscuido demasiado en los asuntos de la Tierra. Había llegado el momento de que, a modo de compensación, facilitaran, a una serie de personas seleccionadas, información concreta de su planeta: su ciencia, su tecnología…», explica a este diario José Juan Montejo, investigador y escéptico de la autenticidad del caso. Estas misivas son conocidas como las «cartas del mecanógrafo»: una persona fue seleccionada por los extraterrestres, tras contactar con él a través de anuncios en prensa, para transcribir toda esa valiosa información bajo su dictado. «Nunca se localizó a esa persona», afirma Montejo. De ser así, habría sido el único en ver a los ummitas en carne y hueso.

Esto último no es solo una frase hecha: el «mecanógrafo» dejó escrito que se trataba de «individuos altos, rubios, del tipo escandinavo»… Esto es, totalmente humanos. Entre esa información, figuraba su origen: Wolf 424. Una estrella real, binaria, perteneciente a la constelación de Virgo y a 14,2 años luz de la Tierra. Del mismo modo, los comunicados también daban cuenta de próximos aterrizajes.

El primero de ellos se habría producido en febrero de 1966, en el barrio de Aluche. Noticia recogida por «El Caso». La prueba estaría en las marcas que dejó el platillo durante su aterrizaje. Y aunque en un principio se afirmó que «todo el pueblo» lo presenció, investigadores que se trasladaron a la zona solo dieron con dos testigos del fenómeno. Uno de ellos, amigo de un miembro de la Sociedad: José Luis Jordán Peña.

Llegados a este punto, hay que detenerse en el gran protagonista del mito. Ingeniero técnico, aficionado a lo paranormal e integrante de la Sociedad de Amigos del Espacio, a Jordán Peña se le atribuye este fraude ufológico. Y más concretamente, la foto que acompaña a este artículo, y que, junto a otras, fueron enviadas anónimamente al diario «Informaciones» en junio del 67. Supuestamente, las instantáneas fueron tomadas por una pareja que paseaba por San José de Valderas: un disco blanco con el símbolo de Ummo en su lomo. Por supuesto, fue portada del diario.

Ufólogos de la época, como Oscar Rey Brea, ya ponían en duda su veracidad. Por ejemplo, por la nubosidad que podía verse en las mismas. Los testigos anónimos explicaron que las fotos fueron tomadas en un lapso de 40 minutos. De ser cierto, no se tendrían que observar cambios tan bruscos en la posición de las nubes. Del mismo modo, por el tiro de cámara –a metro y medio del suelo, según calculó–, el ufólogo estimó que las imágenes no habían sido tomadas de forma espontánea: se sirvieron de un trípode.

«Aquel informe era demoledor», dice Manuel Carballal, cuyo último libro, «El gallego sabio», está dedicado precisamente a Rey Brea. Perteneciente a la «tercera generación de investigadores», Carballal indagó, ya en los años noventa, sobre la veracidad de la historia. Se trasladó a San José de Valderas y logró replicar unas imágenes idénticas a las tomadas en los años sesenta.

Carballal comenta que, por aquellos años, el propio Jordán Peña le confesó la autoría de las fotos. Junto a su amigo Vicente Ortuño –uno de los testigos que había afirmado ver el ovni de Aluche–, se sirvió de una maqueta, un trípode, una caña y un hilo. Entonces, hasta que no se revelaban, no había forma de saber cómo habían quedado las fotos. «Y como algunas les salieron mal, porque se veía la caña o el hilo, recortaron los negativos antes de ponerse en contacto con el periodista de ‘‘Informaciones’’», relata Carballal. Por otro lado, el símbolo ummita que lucía el ovni fue realizado con un troquel.

Ya en los noventa, y de forma pública, Jordán Peña reconoció el montaje. En su defensa, argumentó que todo se trataba de un experimento sociológico, financiado por organismos internacionales, y con el que quería estudiar los límites de la credulidad humana. Aquello incluía también las cartas de los supuestos ummitas. En todo caso, como apunta Montejo, nunca se ha podido confirmar con ningún documento que el ingeniero fuera contratado para tal fin.

Según esta última versión, Ummo era, efectivamente, humo. ¿Pero por qué su confesión? Quizá sin pretenderlo, Jordán Peña había creado un monstruo que se había descontrolado. Una de las secuelas más penosas del ovni alcorqueño, y sin relación alguna con los creadores del mito, fue el caso de la secta Edelweiss, cuyo fundador, Eduardo González Arenas, fue condenado por abusos sexuales a menores. ¿La conexión? Aquellos niños eran marcados con el símbolo de Ummo en sus brazos. Del mismo modo, Carballal recuerda el caso del argentino Hospital de Cañuelas, en el que se usaba «ciencia ummita» para tratar el cáncer.

«Hay mucha gente que sostiene que Jordán Peña, presionado, se autoinculpó para salvar el secreto», apunta Bravo. En los últimos meses, el hijo del ingeniero, Jordán Moreno, ha querido defender el legado de su padre, sobre todo a raíz de la emisión del documental «Ummo. La España alienígena», en Movistar. En todo caso, si tenía alguna otra verdad sobre aquellos alienígenas, Jordán Peña se la llevó consigo tras su fallecimiento en 2014. «Él reconoció ser autor de todo el mito hasta 1988, año en el que sufrió una trombosis. Sobre las cartas que vinieron después, aseguró que él no tenia nada que ver», concluye José Juan Montejo.

J. J. Benítez: «Ummo no fue un fraude: aquellas naves fueron vistas en muchos países»

J.J. Benítez. Foto: Cristina Bejarano
J.J. Benítez. Foto: Cristina Bejaranolarazon

Solo uno de los expertos consultados por LA RAZÓN defiende la veracidad de la historia de Ummo: J. J. Benítez, una de las voces más autorizadas en lo que respecta a la investigación ufológica. De hecho, uno de sus libros dedicados al caso es «El hombre que susurraba a los ummitas». En conversación telefónica con este diario, se muestra tajante a la hora de rechazar que estemos ante un fraude. «Ni hablar, no es ningún fraude. He investigado sobre Ummo muchísimos años. A lo largo de todo el mundo, en épocas muy anteriores a 1967, se habían visto naves similares a la de San José de Valderas», explica. Entre otras experiencias, Benítez tiene documentados testimonios similares de la tribu de los dogón, en Mali. «Conservan en su mitología la presencia de esas naves», subraya.

Benítez apoya su defensa en el informe realizado en 1996 por la Guardia Civil sobre los negativos originales de aquellas fotos, que fueron entregados por el propio investigador. Se trata de un «informe técnico de autentificación de negativos fotográficos» en el que la Jefatura de Investigación y Criminalistica de la Dirección General del Instituto Armado sacó varias conclusiones: los negativos remitidos y examinados «no contienen indicios de haber sido manipulados»; no se observa en las imágenes ningún «elemento sustentador del ovni», ya que lo que muchos interpretaban como un hilo sosteniendo una maqueta era, en realidad, una rayadura del negativo; y, por último, si bien «no aparecen señales inequívocas de que los negativos examinados sean producto de montaje», la «no concordancia en la luminosidad entre los negativos y entre los objetos fotografiados, así como la aparente iluminación artificial en el negativo 19 (…) no se descarta la duda de que su elaboración haya sido fraudulenta». Es decir: pudo ser un fraude… o no.

«Este informe de la Guardia Civil es determinante», apunta Benítez. «Para empezar, justifica todas las rayaduras que se veían en la imagen, debido a la antigüedad del negativo. No era, como decían algunos, un objeto colgado de una caña», añade. Y es que «el hecho de que Jordán Peña mintiera, o fuera un mentiroso patológico, o tratara de apropiarse del mito de Ummo, no significa que aquellas naves no fueran reales. Aquellas naves fueron vistas en muchos lugares del planeta y mucho antes de aquel ‘‘affaire’’. Tuve la oportunidad de hablar con testigos en Bolivia y Brasil que vieron el mismo objeto, con la hache en su panza. ¿Qué hizo Jordán Peña? ¿Montar tinglados similares en Brasil y Bolivia?», se pregunta Benítez.

Rayo luminoso

Al informe de la Guardia Civil, hay que añadir uno más, encargado por Benítez a expertos informáticos. En ese análisis tampoco se descubrió «hilo» alguno, sino una especie de «tubo» o «rayo luminoso», emitido por el ovni… Es decir, un elemento aún más inquietante. Sea como fuere, cree que esto basta por sí solo para, por lo menos, desterrar la historia de la «caña y el hilo»

En su opinión, considera que el descrédito de Ummo responde a que hay «muy pocos investigadores que, de verdad, cojan la carretera y viajen hasta Bolivia para contrastar. Eso es lo difícil; lo fácil, es desacreditar». Por eso, Benítez aconseja «estudiar bien estos informes, así como las revelaciones de los ummitas a través de sus cartas, con detalles técnicos, científicos, astronómicos y de física que, por aquel entonces, se desconocían».