LAS apariencias no engañan –son eso, apariencias– pero nosotros ansiamos ser engañados. Por ejemplo, aunque el calendario nos anuncie rotundo que hoy es 3 de septiembre, nuestra cabeza prefiere pensar que el mes empieza en realidad dentro de 8 días, cuando se abran las aulas y nuestro yo infantil vuelva a aquella «monotonía de lluvia tras los cristales» que evocó Machado. Es humano ese autoengaño, como lo es ese otro según el cual vemos a los políticos como seres extraños, ajenos a nuestra especie, casi extraterrestres, y es esa esencia alienígena lo que explica algunos comportamientos que no estamos preparados para comprender. Va a ser que no.
Eso que hemos llamado la clase política es tan humana como nosotros, y por ello estas semanas atrás, una parte de ella ha decidido que era buena idea tropezar en 2023 con una piedra de los últimos años 70, como si aún estuviésemos en tiempos de Suárez. No es torpeza: creen que les conviene. El intento de resurrección del conflicto lingüístico en nuestra tierra, que tanta violencia –física y verbal– engendró en su día, ha servido para cuestionar la labor de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), de cuya ley de creación se cumplirán 25 años precisamente este mes.
El 4 de julio de 1998, el Consell Valencià de Cultura presidido por Santiago Grisolía celebró una reunión excepcional, abierta a la prensa. La AVL iba a tomar las ‘Normes de Castelló’ de 1932 como «punto de partida para la normativización» del valenciano. Así, pudimos escuchar de boca de uno de los contrarios a la unidad lingüística que en esas condiciones, la creación de la Acadèmia era una «entrega encoberta als actius invasors catalanisadors, que ara he conegut de prop». Otras intervenciones tuvieron el mismo cariz apocalíptico, pero ya saben, tal dia farà un any.
La abrumadora mayoría del pueblo valenciano asume la unidad de la lengua que aquí llamamos eso, valenciano, sin por ello considerarse parte de ninguna operación política catalanista. Lo ha mostrado reiteradamente. Supongo que quienes hoy alientan el secesionismo lingüístico confían en que aún haya agua -léase votos- en esa piscina. Pero como dijo el propio Grisolía en 2014, «si creas la AVL tienes que dejar que haga lo que debe hacer y se acabó». Para dejar de autoengañarse, mañana será tarde.
Más historias