Un guion a la altura de la mirada de sus espectadores, puesto en escena con una animación utilitaria y el ritmo adecuado para disfrutarla
Meryl Streep, una actriz de momentos para la eternidad
Cualquier película de animación que no pertenezca al grupo de la Champions League suele pasar de puntillas por nuestra cartelera, y ésta, de producción surafricana y dirigida por Gerhard Painter y Paul Louis Meyer, la primera que hacen, llega con la humildad de los equipos modestos, pero tiene varias virtudes que conviene apuntar. La primera, o la mejor, es que cuenta una historia muy entretenida y rápida y además utiliza materiales muy apropiados (sin ser bobos) para la infancia en su argumento, como el grupo escolar, la ciencia ficción, los conceptos intergalácticos, personajes de otros planetas y sentimiento de especie y civilización.
La trama ocurre a dos niveles, uno lo protagoniza un niño, Norman, obsesionado con la vida en el espacio, y otro, tres microscópicos extraterrestres que se cuelan en el interior de la cabeza de Norman y tienen que salvar al universo del villano Zolthard, instalado en el cuerpo de la directora del colegio. En fin, un guion a la altura de la mirada de sus espectadores, puesto en escena con una animación utilitaria y el ritmo adecuado para disfrutarla. Se manejan conceptos científicos muy básicos (no está el hermano de Christopher Nolan en el guion) con lo que se sigue la acción y sus inverosimilitudes con intriga y agrado. Y hay varias ideas en ella que pueden ser de utilidad de cara a la inminente llegada de extraterrestres por aquí, que los habrá encantadores y los habrá muy pelmazos. O sea, como los terrícolas.
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