¿Un OVNI? El origen de una impactante aparición en el cielo turco

Una figura redonda y de un intenso color naranja se paseó en el cielo de la ciudad turca de Bursa, pareciendo ser un OVNI a punto de aterrizar en nuestro planeta. Pero finalmente no se trató de ninguna intervención extraterrestre: la figura dibujada en el cielo no era más que una nube muy espesa.

Las «nubes lenticulares», como se las suele llamar a estos fenómenos, son formaciones nubosas estacionarias que, por raro que parezca, no son tan extrañas en las cercanías de las zonas montañosas. El ejemplo en Bursa no tardó en viralizarse en redes sociales, cautivando a cientos de internautas, despertando el escepticismo de algunos incrédulos y, seguramente, asustando también a algún que otro devoto de la ufología -la ciencia que estudia los OVNIs.

Pero, por mucho que la escena capturada por los habitantes de la ciudad se asemeje a la aparición del vehículo interestelar de la película La Llegada, la forma creada sobre el cielo de Turquía no es más que un mero fenómeno atmosférico de los más comunes.

Situada al noroeste del país, Bursa está ubicada al pie del Ulu Dag, una montaña de 2.543 metros de elevación sobre el nivel del mar. Una geografía como ésta favorece la generación de este tipo de nubes, que aparecen cuando un obstáculo perturba el ordenamiento de las capas de aire de la atmósfera.

Imaginá una acumulación de capas perfectamente organizadas, una encima de otra, solo por su densidad. En circunstancias normales, esas capas se preservan separadas. Pero si algo, como por ejemplo, una montaña, se cruza en el camino de varias de ellas, el aire de más abajo puede verse empujado hacia arriba, modificando la estructura de capas.

Otro ejemplo popular en el mundo es la nube de Levante que se puede ver, de vez en cuando, envolviendo el Peñón de Gibraltar, Reino Unido. Sin embargo, su forma no es tan perfecta como puede ser la de Bursa. Aunque lo que hizo más llamativa la nube lenticular turca no fue tanto su silueta redonda, sino su color, motivado por la hora del día a la que se formó.

La nube apareció justo antes de que el sol saliera, y a una altitud de entre 10.000 y 20.000 pies. Fueron las condiciones perfectas para que la formación natural recibiera la luz solar antes de que el propio sol se viera sobre el horizonte, dando lugar así a ese tan destacado tono rojo.