La noticia ha recorrido el planeta entero: tres ovnis (objetos voladores no identificados) surcaban hace unos días el cielo de EE. UU., levantando una polvareda de misterio y provocando incluso que Glen VanHerck, general de la Fuerza Aérea, dejara abierta la hipótesis de que su origen pueda ser extraterrestre. Los cazas se movilizaron con celeridad y los derribaron, de tal suerte que sus restos ahora están esparcidos por la región canadiense de Yukón y por las aguas congeladas de Alaska. No va a ser fácil encontrarlos.
Ante el revuelo ocasionado por el avistamiento de estos tres objetos (uno de forma cilíndrica, otro octogonal y un tercero del tamaño de un pequeño automóvil), en EL ESPAÑOL | Porfolio hemos contactado con uno de los investigadores de ovnis más reputados del panorama nacional, Manuel Carballal. Su pasión por la ufología despertó temprano, y el motivo merece ser contado. Aunque estudió Teología, -«iba para cura», dice con simpatía-, pronto su interés pasó de «la vida y milagros de los santos» a la parapsicología: «En el año 1986 puse un anuncio en una revista llamada Karma 7, de estos temas, y me escribieron muchos chavales de mi edad, entre ellos uno que se llamaba Javier Sierra«.
Efectivamente, Manuel Carballal y el autor y ganador del Premio Planeta 2017 hicieron muy buenas migas en aquella España de la Transición, y su amistad los llevó a pasar una quincena en la casa de Carballal, en La Coruña, y otra en Vinaroz (Castellón), donde residía Sierra. Fue durante aquella estancia cuando hicieron un viaje que a ambos les cambiaría la vida: «Desde Vinaroz nos fuimos cuatro días a Barcelona, y allí, la noche del 23 al 24 de julio de 1987, Javier y yo tuvimos una experiencia ovni que nos dejó acojonados. A las 00:03 apareció una cosa encima de nosotros espectacular. Hicimos fotos, pero se nos velaron los carretes de las cámaras a ambos y a una tercera persona con la que también estábamos. A raíz de aquello nos lanzamos como kamikazes a investigar, porque estábamos convencidos de que aquello era real y era importante».
Manuel Carballal, uno de los investigadores de ovnis más reputados del panorama nacional.
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A la pregunta de si alguno de los dos ha sabido, a fecha de hoy, explicar lo que vio, Manuel responde con un suspiro. Luego añade: «A las 8 de la mañana cogíamos el tren de vuelta a Vinaroz y nos tiramos tres o cuatro días diciéndonos ‘oye, helicóptero no era, ¿no? Globo sonda no era. Avión no era…’. Fuera lo que fuese, digamos que fue el aliciente para tirarnos al precipicio de la ufología«. Desde entonces y hasta ahora, Carballal ciertamente ha consagrado su vida al fenómeno ovni, pero aquel es el único misterio que no ha podido resolver. Por eso, cuando le preguntamos por los recientes avistamientos americanos, lo tiene claro: «Cada día se lanzan miles de globos en el mundo y han generado docenas de miles de avistamientos como estos. Hay un montón de fenómenos naturales, físicos, meteorológicos… en los cielos que generan avistamientos de ovnis, porque un ovni es una cosa que el que la ve no sabe lo que es, ni más ni menos: no tiene nada que ver con extraterrestres. De hecho, yo creo que ya no quedan investigadores del fenómeno que crean en la hipótesis extraterrestre en 2023«.
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La explicación meteorológica y la militar
El caso es que estos vuelos nos siguen haciendo mirar hacia arriba con la boca abierta como una zanja. Y los pilotos siguen deslumbrándose en la noche ante esos haces luminosos que se cruzan en su ruta. ¿Qué son entonces? ¿Qué misión tenían los objetos que han cruzado recientemente los Estados Unidos? El ufólogo consultado aclara que uno de los ovnis que avistamos con más frecuencia es un radiosonda, el dispositivo que albergan los globos de sondeo meteorológico: «Solamente en España, desde todos los observatorios meteorológicos y desde todos los aeropuertos, se lanzan dos veces al día estos globos de caucho. Tienen más o menos dos metros de diámetro y a medida que van ascendiendo por el cambio de presión se van dilatando hasta alcanzar un tamaño considerable y, cuando ya no dan más de sí, explotan. Es entonces cuando cae el radiosonda colgado de un paracaídas mandando todos los datos con los que después el hombre del tiempo nos da la información meteorológica«.
Otro avistamiento frecuente: los aerostatos militares, que llevamos observando en los cielos más de un siglo. «En 1904, Alfredo Kindelán, que fundó el Ejército del Aire español, intentó junto con otro teniente batir el récord de vuelo en aerostato y ambos se convirtieron en ovni: hicieron un vuelo nocturno y muy largo, que despegó de Valencia e intentó aterrizar en un pueblecito de Lugo. Claro, cuando los paisanos del rural gallego vieron una cosa rara que bajaba del cielo y una escalerilla que descendía, empezaron a pegarles tiros porque pensaban que era gente de otro mundo», cuenta con desparpajo el investigador. Desde entonces, informa, los avistamientos de globos militares se han repetido a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Los avistamientos que llegan al Congreso
Muchos de estos fenómenos han llegado a las mismas Cortes. «Muchos colegas están entusiasmados con lo del Pentágono, pero en España el tema ovni se ha llevado al Congreso y al Senado como mínimo en media docena de ocasiones por parte de cuatro partidos políticos», reseña Carballal. La primera vez fue el PSOE quien interpuso en el Congreso una pregunta a la UCD de Adolfo Suárez a razón del caso sucedido en Manises el 11 de noviembre de 1929, un tráfico -como se conoce en la jerga- no identificado que había entrado en el espacio aéreo español y del que nadie daba explicaciones. «En las siguientes elecciones el PP hace varias interpelaciones parlamentarias con Gabriel Elorriaga y, cuando gana el PP, son IU y UPyD los que hacen otras».
El diputado del PP Gabriel Elorriaga, el tercero en llevar los ovnis al Congreso español, en su despacho de Génova.
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Willy Meyer en su despacho del Congreso de los Diputados
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Uno de los casos que más ampollas levantó en el Congreso sucedió en Barbate en el verano de 1985. «También aquella vez apareció una cosa rara en el cielo, y los vecinos describieron que hacía unos giros muy raros. Entonces llegaron dos helicópteros de doble hélice de la base de Rota, recogieron todos los restos y se los llevaron», relata el investigador. Del suceso hay fotos porque un testigo tenía en su poder una cámara por pura casualidad y llegó a capturar el momento, y esas fotos fueron expuestas por el diputado por IU, Willy Meyer, en la Comisión de Defensa del Senado: «Primero le preguntó a Defensa, que en esa época era el PSOE, qué era ese ovni y ellos se hicieron los locos diciendo que no tenían constancia, y luego cuando les sacó las fotos ya tuvieron que reconocer que era un dron espía americano de la base de Rota. Recuerdo que Willy Meyer me decía ‘claro, estos se creen que esto es Texas y que pueden hacer lo que les dé la gana, sin pedir permiso y sin hablar con la Guardia Civil ni con nadie, recogen los restos y se los llevan'».
Los nuevos ovnis
En la actualidad, los objetos voladores no identificados van con el signo de los tiempos. En El ojo crítico, la revista de parapsicología y ufología que Manuel Carballal edita desde hace 30 años, el investigador ha recabado infinidad de testimonios de pilotos, radaristas y controladores aéreos. En su opinión, ellos son los testigos más cualificados para «ahorrar trabajo e identificar cualquier estímulo aeronáutico que cualquier otro testigo llamaría ovni». Sin embargo, el último gran caso de avistamiento protagonizado por pilotos en España tuvo lugar la noche del 4 al 5 de mayo del año pasado y dio al investigador trabajo durante meses.
Aquello no parecía explicable: «Se trató de un avión que despegó del aeropuerto de Bilbao sobre las 22:30 y, hacia las 22:55, piloto y copiloto ven una cosa espectacular que les aparece por la izquierda del avión. Entonces el piloto saca el móvil y le da tiempo a tomar cinco fotos y dos vídeos del fenómeno«. Las imágenes llegan a manos de Carballal y su equipo, se sorprenden y deciden poner un anuncio en redes sociales preguntando si alguien más había visto lo sucedido: «Nos llegaron cientos de imágenes de toda España y Francia del mismo fenómeno que habían visto los pilotos, sólo que desde el suelo».
Varios de los testigos del ovni espia estrellado en Barbate encuestados por Carballal, con los restos del objeto.
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La investigación de aquel resplandor tan insólito les llevó ocho meses: «Por fin descubrimos que era el Falcón Nueve, la compañía de Elon Musk que está ahora soltando satélites por todos lados. Hay miles de personas en el mundo que están viendo carruseles de ovnis que no son tal, sino carruseles de satélites para cubrir de internet todo el planeta». El ufólogo explica a esta revista esta tarea antes se desempeñaba con globos en el llamado proyecto Loon de Google: «Así que no mentían los pilotos cuando decían ‘llevo volando 20 años y no había visto nada parecido’, porque es cierto que antes no existía nada así». El Falcon Nueve tiene dos etapas, subraya el investigador, y es en la segunda en la que se quema el combustible sobrante. Eso es lo que presenciaron los tripulantes de aquel vuelo: «Y genera una aureola luminosa espectacular. El piloto decía ‘esto es de otro mundo’. Sin embargo, sí era de este mundo».
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El comienzo del fenómeno
Para conocer el origen del movimiento ovni hay que remontarse a mediados del siglo pasado. Entonces, un nombre español fue clave en el despertar mundial del fenómeno: se trata de Óscar Rey Brea y sobre él acaba de publicar Manuel Carballal el libro El gallego sabio. Rey Brea se alistó en la División Azul, la unidad militar franquista con la que Franco tendió una mano a la Alemania nazi. Era aún menor de edad, por lo que tuvo que hacer alguna triquiñuela legal para ingresar en el cuerpo que tanto anhelaba.
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«En septiembre de 1943, cuatro años antes de que se inventara el término platillo volante, siete compañeros suyos vieron un disco volador en plena batalla aérea en el frente, y todos pensaron que aquello tenía que ser algún tipo de nave secreta de los alemanes«, expone el investigador. Aquel episodio se le quedó rondando en la cabeza a Rey Brea, pero dos años después, en su Coruña natal, sus padres le contaron un hecho aún más decisivo para su carrera posterior: «Le dicen que han visto dos platillos volantes y ahí es cuando Óscar ya dice que eso sí que no se puede explicar por un avión espía nazi, por lo que empieza en agosto de 1945 a anotar en un dietario todos los avistamientos de cosas raras que se veían en los cielos. Eso es dos años antes de se creara siquiera el término platillo volante, o sea que la historia de los ovnis se inventó en España«.
En aquel momento, con todo aún por descubrir, para Carballal «tenía sentido» que la gente empezara a creer que los extraterrestres podían visitarnos: «En los años 50 se pone en el aire el primer satélite ruso y la gente empieza a pensar que igual que nosotros estamos sacando cosas al espacio, igual hay otras humanidades en otros lugares que también nos están explorando a nosotros. Óscar sí creía entonces en los extraterrestres«.
La portada de ‘El Gallego Sabio’, el libro de Manuel Carballal.
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¿Por qué entonces ahora la hipótesis queda descartada? «Seguro que hay vida extraterrestre, incluso vida extraterrestre inteligente que ha desarrollado ya tecnología, esto no lo niega ningún astrónomo. El problema es que para llegar hasta nuestro sistema solar tendrían que superar la velocidad de la luz: no hay otra porque lo más cercano que tenemos es Alfa Centauro, que está a cuatro años luz y medio. ¿De qué manera entonces una tecnología que supera la velocidad de la luz llega a la Tierra y aparece en los radares? Desde 1947 tenemos programas de invisibilidad al radar. ¿Y por qué aterriza y deja un pasto chamuscado? Si esto sucede es porque hay un motor a combustión, ¿los marcianos vienen con motores a gasolina?», pregunta retóricamente.
Los extraterrestres en el imaginario popular
Más allá de la posibilidad de que los extraterrestres nos visiten con mayor o menor cortesía, el cine y la literatura ha especulado con su aspecto físico, atribuyéndoles en no pocas ocasiones rasgos humanoides y gestos muy similares a los nuestros. Sin ir más lejos, E.T. deshizo en ternura a varias generaciones con su parpadeo lento y la determinación de su dedo índice. «Claro, es otro error, no hay ninguna razón para que la vida extraterrestre tenga un aspecto como el nuestro. Hay una disciplina científica llamada Exobiología que especula cómo podría ser la vida que tarde o temprano vamos a encontrar en otros puntos del universo, y esta depende de la presión o de la gravedad». Así, aclara Carballal, si en vez de terrestres fuéramos marcianos «seríamos mucho más bajitos porque allí hay mucha más gravedad» y «dependiendo de la luz disponible tendríamos unos ojos más grandes o más pequeños».
Manuel Carballal.
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Además, la comunidad científica considera en la actualidad que, de llegar a tener contacto con los extraterrestres, este se producirá con mayor probabilidad con su Inteligencia Artificial: «Es también lo que haremos nosotros dentro de no mucho: para qué vas a arriesgar la vida de un astronauta cuando todas esas cuestiones las puede hacer una Inteligencia Artificial«.
El idioma de ese supuesto encuentro es también un tema aparte: «En las películas aparece un extraterrestre y habla en castellano, inglés o telepáticamente, pero sin una formación para asociar un significante a un significado en una cultura determinada es muy difícil que se dé esa comunicación, como explica el filólogo Alberto Gómez«. Como conclusión, el ufólogo remite a Steven Spielberg, quien en sus Encuentros en la tercera fase representaba una comunicación matemática o a través de notas musicales entre humanos y visitantes extraterrestres: «Eso es mucho más razonable que a través de palabras. Los extraterrestres no pueden hablar castellano como nosotros no podemos hablar saturniano ni jupiteriano«.
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