El 7 de febrero de 1966, Aluche amaneció con olor a misterio. Los periódicos de la época aseguraron que un platillo volante había sobrevolado la noche anterior aquel barrio madrileño. “A las ocho de la tarde, un disco anaranjado se posó cerca de la finca del ‘Relajal’, e inmediatamente emprendió rumbo hacia el cielo”, rezaba un artículo en Informaciones, diario que tuvo acceso al testimonio de gente como José Luis Jordán Peña, un emprendedor español que dijo haber visto aquel ovni.
Al año siguiente, algo semejante ocurrió en la localidad de San José de Valderas, donde varias personas afirmaron que fueron testigos de la presencia de un objeto extraño que pasó volando a gran velocidad. Uno de ellos tomó incluso fotografías del supuesto ovni. Después, las depositó en una tienda de revelado y avisó a un periodista de Informaciones que no dudó en acudir allí para verlas y publicarlas luego en su diario con el título: “¿Platillos volantes sobre Madrid? Centenares de personas los vieron ayer en las cercanías de la capital”.
El reputado ufólogo Óscar Rey Brea cuestionaba la veracidad de las misteriosas imágenes, cuyas tiras de negativos habían sido cortadas y no tenían un número correlativo. Sin embargo, la mayoría de los expertos en extraterrestres las dieron por buenas. A partir de ahí, el fenómeno ovni pasó de la tertulia ufológica que se celebraba semanalmente en el sótano del café Lion al debate público.
Las cartas de los ummitas
“La ufología se puso de moda gracias a señores como [Fernando] Jiménez del Oso, que se convierte en el gran divulgador de este tipo de temas”, explica el periodista Eduardo Bravo en Ummo. La España alienígena, una serie documental de Movistar Plus+ que combina elementos de ficción y no ficción para rememorar lo ocurrido y analizar su influencia en la televisión y la sociedad.
Durante años, la gente se aficionó a espacios televisivos a los que acudían por igual ufólogos deseosos de exponer sus teorías sobre los alienígenas y celebridades expertas en relatar con habilidad anécdotas insustanciales. “He visto y no he visto [platillos volantes]”, contó una vez Sara Montiel. “En realidad, vi una luz muy grande una vez que iba en avión desde Chicago a Los Ángeles. Todos vimos una luz muy fija que esperábamos que fuera un ovni o algo extraterrestre. Luego resultó que la luz se marchó y nos quedamos como antes”.
Uno de los habituales recurrentes de aquellos programas de ciencias ocultas era José Luis Jordán Peña, un hombre con carácter manipulador y gran capacidad de seducción que aseguraba estar recibiendo cartas enviadas a la Tierra por los habitantes de Ummo, un planeta solidificado, que cuenta con una tecnología avanzada y está situado a catorce años luz (distancia que, con la tecnología actual, se tardarían cientos de miles de años en recorrer).
Según la versión de quienes entonces defendían la existencia de aquella civilización exterior, los ummitas vivían también entre nosotros, estudiando nuestra cultura y costumbres, sin que nadie pudiera apercibirse de que eran extraterrestres. “Ellos no pueden escribir a máquina porque tienen una sensibilidad especial en las manos que les impide también, por ejemplo, pulsar los timbres de llamada de un ascensor. Esta especial sensibilidad es el único dato característico que conocemos de ellos”, aseguró el periodista Luis Jiménez Marhuenda.
Por lo demás, según él, aquellas criaturas eran tan normales como los humanos. O más bien como algunos humanos, porque se decía que los ummitas guardaban un gran parecido físico con los extranjeros procedentes de países de Europa del norte. “Tiene sentido”, explica el cineasta Nacho Vigalondo, “bajo la posible lectura socioeconómica, entender por qué los ummitas eran rubios y altos, el paradigma de un ser humano superior que viene a España a bendecirnos”.
Los peligros del fenómeno ovni
La sociedad española de los años sesenta y setenta tenía tantas dificultades para poder contrastar la información supuestamente científica como necesidad de ilusionarse. Y, sin duda, los extraterrestres ilusionan. Bravo opina que existe un vínculo muy estrecho entre los alienígenas y el tipo de sociedad en la que surgen. “Tú lo que buscas en los extraterrestres es que hayan solucionado muchos de los problemas que tú tienes en tu vida cotidiana”, apunta.
A lo largo de tres episodios, los directores de Ummo (Laura Pousa y Javier Olivera) arrojan luz sobre una historia en la que, además de misteriosos alienígenas, se mezclaron nazis, sectas, y experimentos de control social. Muchos se tomaron siempre a cachondeo el asunto. Otros mostraron su preocupación por sucesos como el de los dos ufólogos aficionados que en 1972 se arrojaron a las vías del tren en una estación de Terrassa, dejando una nota que decía: “Los extraterrestres nos llaman. Pertenecemos al infinito”. La prensa de la época empezó entonces a advertir sobre el peligro que el fenómeno ovni planteaba para la salud mental de los ciudadanos.
También hubo gente sinvergüenza que empleó la popularidad del caso Ummo para montar sectas cuyo fin era doblegar la voluntad de sus adeptos y abusar de ellos. El caso más mediático fue el de Edelweiss, que entre 1971 y 1984 destruyó la vida de cientos de niños por toda España. Su líder, Eduardo González Arenas, utilizaba simbología de Ummo y organizó un grupo de montaña con el fin de educar en las ideas nazis y agredir sexualmente a chavales que captaba normalmente en colegios y parroquias de barrios acomodados de Madrid. Las víctimas de Eddie guardaron el secreto porque creían que solo así podrían alcanzar el planeta Delhais, donde estarían a salvo de una catástrofe planetaria inminente.
Destapado el fraude
Años después, un vídeo grabado con cámara oculta les abrió los ojos a muchos de los aficionados a lo extraterrestre. En las imágenes, Jordán Peña aparecía confesando a un periodista (al que creyó un miembro de la benemérita) que era él quien estaba detrás del envío de las cartas alienígenas. Tras ser descubierto, el autor intelectual de aquella farsa dijo que lo había hecho movido por un experimento social consistente en demostrar lo fácil que resultaba manipular la opinión de ciertos sujetos.
El perverso charlatán, fallecido en 2014, declaró igualmente que, para mantener su ambicioso entramado durante varias décadas, contó con el apoyo de potentes organizaciones internacionales (de las que nunca llegó a dar demasiados datos). “En sus últimos días, estuvo ingresado y quería que yo estuviera con él por la noche”, comenta su hija Maite Jordán. “Era curioso, porque yo nunca había tenido una relación afectiva con él. Durante ese tiempo, me dijo que me iba a contar la verdadera historia de Ummo pero, de repente, falleció. Tampoco sé si me hubiera contado la verdadera historia, porque yo también cuestiono su verdad”.
La confesión de Jordán Peña llevó a que muchos de sus seguidores dejaran de creer en Ummo. Otros aficionados a lo paranormal se negaron a aceptar que todo pudiera obedecer a un fraude. Para ellos, los ummitas llevan visitando la Tierra desde que el mundo es mundo, y aún hoy siguen entre nosotros (incluso, enviando mensajes a sus fans a través de Twitter). Como dijo en su día Giménez del Oso, “no hay pruebas objetivas. Solamente está esa fe que el hombre mantiene a toda costa para escapar de la angustia. Pero, aparte de creencias o promesas, aparte de deseos o esperanzas, ¿sabe alguien qué hay más allá?”.
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