Todas las generaciones viven su pasión extraterrestre. Cada era tiene su ufólogo de referencia. Para quienes en España se iniciaron en la lectura en los sesenta y setenta, esa persona era, sin duda, Antonio Ribera (Barcelona, 1920-La Garriga, 2001), el ufólogo catalán. Ribera escribió en revistas de culto de su tiempo, como Karma 7 o la francesa de nombre fascinante Lumières dans la Nuit .
Su prolija obra sobre el mundo de los platillos volantes se antojaba entonces creíble porque el autor era lo que se diría una persona sabia. Traductor de prestigio, Ribera fue también un activo divulgador de la vida submarina, llegando a navegar en el Calypso del comandante Cousteau. Si él sostenía que los gobiernos ocultaban la visita de seres de otros planetas, no había otra que creérselo.
Algo que se parece a lo que pasa ahora en EE.UU., donde una persona en principio tan respetable como un exoficial de inteligencia ha afirmado, en sede parlamentaria, que su Gobierno oculta naves y cuerpos extraterrestres. Esta revelación ha desatado en su país una renovada pasión por los ovnis, que se ha extendido, cómo no, a todo el mundo. Es un asunto que fascina tanto a crédulos como a escépticos, porque abre una ventana a un mundo ajeno a las miserias cotidianas. Y si lo asegura un tipo de orden, es que algo hay.
Pero lo que preocupa de verdad a otra gente de orden, no nos llevemos a engaño, es la auténtica naturaleza de unas formaciones de luces que son cada vez más visibles en las noches del planeta. Ni más ni menos que las caravanas de satélites de Starlink, división de la SpaceX de Elon Musk. Personas con sentido crítico empiezan a advertir que este asunto se nos ha ido de las manos. Mientras juguetea con Twitter, arriesgando alegremente el valor de la marca (como explicamos hoy en Economía), el empresario Musk se está haciendo con el control absoluto de las comunicaciones en el espacio, ante la pasividad de gobiernos que deberían preservar el carácter público de una infraestructura tan estratégica.
Así que los ovnis son satélites de reparto de Starlink y los alienígenas tienen los rasgos de Musk y de sus colegas milmillonarios Sam Altman, Jeff Bezos o Marc Zuckerberg. Salen en la prensa y los reciben en la Casa Blanca. No hay por qué ir a buscarlos en búnkeres ultrasecretos del desierto de Los Álamos, para desencanto de los aficionados a las teorías de la conspiración.
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