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Pasados unos días del 23J los números en el ámbito político están claros: la derecha no podrá gobernar y la izquierda, con muchas dificultades, podría hacerlo. A falta de negociaciones no hay mucho más que analizar. Lo que no está nada claro es cómo le ha ido ni qué pasará en el futuro con el factor más importante de la política española actual: el relato. Les presento al relato. El relato es esa interpretación, más o menos pegada a la realidad, que genera ambientes sociales. El relato, tradicionalmente, ha consistido en decidir si el vaso está medio lleno o medio vacío y, en función de eso, trasladar al entorno inmediato la sensación de abundancia o de escasez. En la política española de los últimos tiempos que han desembocado en el pasado 23J, el relato ha consistido en decirle a la gente que ese vaso medio lleno o medio vacío es, en realidad, un melocotón. O un platillo volante. Consiguiendo que gran parte de la población mire ese vaso –medio lleno o medio vacío– preguntándose si el melocotón está pocho o si el ovni va a abducirnos.
Ese relato generado por los grandes medios de comunicación en manos de la derecha ha sido el responsable último del reparto de sillones tras el 23J, así que hay que hacerse una pregunta: ¿ha fracasado el relato teniendo en cuenta que la derecha no podrá gobernar? Depende. Podríamos hablar del relato de Schrödinger, un relato que ha funcionado y no lo ha hecho al mismo tiempo. No ha funcionado por el motivo evidente de que el objetivo no se ha cumplido. Es un fracaso del relato que los españoles hayan preferido a una supuesta banda de irresponsables que, de la mano de terroristas, han trabajado para beneficio de violadores y okupas frente a la salvación encarnada por el PP y Vox. Es un fracaso haber invertido y quemado tantísimos recursos mediáticos en generar un ambiente que finalmente no ha logrado cambiar el rumbo político. Si el objetivo era ponerle fin al “sanchismo”, el relato ha fracasado. Sin embargo –puñetero Schrödinger–, el relato ha funcionado. Mientras España obtenía datos económicos más que buenos y desarrollaba un escudo de políticas sociales frente a las crisis nunca antes visto, el partido más votado era uno que en la anterior crisis robaba a los pobres para dárselo a los ricos y que hace un año lanzaba desde un puente al líder que osó denunciar la corrupción interna. El candidato que ha vencido al Pedro Sánchez aplaudido en Europa ha sido un tipo que se presentaba a las elecciones sin más programa electoral que escaquearse de debates, recibir teletipos firmados por Mortadelo y Filemón o hablar de un grupo terrorista desaparecido hace 12 años. El relato ha funcionado porque quienes apuestan por reducir derechos de minorías y extender la tuberculosis bovina a las mayorías se han impuesto a la Yolanda Díaz responsable de los mejores datos históricos de empleo. Si tras eso no hay un relato que funciona, que baje García Márquez y lo vea.
El candidato que ha vencido al Pedro Sánchez aplaudido en Europa ha sido un tipo que se presentaba sin programa electoral
El relato de Schrödinger, vivo y muerto a la vez, es un problema para una derecha noqueada que no sabe en estos momentos si seguir incidiendo en la fórmula mediática del melocotón y el ovni o si innovar intentando por una vez hacer política desde la política en lugar de hacerlo desde el plató de Ana Rosa. Tampoco está nada claro si quien debe liderar el futuro inmediato es un Feijóo al que no saben si cortarle el cuello o dejárselo largo. Los primeros síntomas indican que el gallego no sería el candidato más apropiado si la decisión es mantenerse firmes en la apuesta por este relato que ha funcionado y no a la vez. Haciendo curvas al volante de la derecha española, esta semana posterior a las elecciones se le ha hecho larga como un año a Feijóo. Por resumir el esperpento y hablando de relatos, en esta semana se ha declarado vencedor frente al sanchismo que destruye la patria al tiempo que le ha suplicado al sanchismo un pacto de Gobierno. La alternativa, Ayuso, tampoco parece una apuesta segura. Si la izquierda –y aquí se ha caído el relato de algunos que aseguraban que Vox ya no generaba rechazo– se ha movilizado para evitar el trumpismo a la española, ¿cuánto no se movilizaría con la trumpista madrileña al frente?
El relato lo contamina todo. También esas encuestas que aseguraban que la única duda este 23J era saber con qué holgura conseguiría la derecha esa segura mayoría absoluta. La demoscopia, cuyo principal cliente son los medios de comunicación –el 90% en manos de la derecha–, realiza dos trabajos, uno sencillo y otro complejo. El sencillo es recoger datos. El complejo es interpretarlos. Esto se hace en base a sesgos. Por ejemplo, que el encuestado que dice que votará a la izquierda es más probable que se quede en casa que el que dice que votará a la derecha. O que, históricamente, el votante de derechas ha sido más reticente a la hora de reconocer su ideología en público. Quizá en las próximas elecciones las empresas demoscópicas deban introducir un nuevo sesgo a corregir: los propios estudios tienden a sesgar en favor de eso que los medios de derechas que pagan quieren escuchar. Dicen que dato mata relato. Probablemente sea así en un mundo en el que el 90% de los medios encargados de difundir los datos y los relatos no trabajen en la misma dirección sin pudor ni código deontológico. En la España actual, el dato objetivo de que la derecha no ha logrado su objetivo tras años de manipulación mediática no mata necesariamente el relato. Eso sí, lo ha dejado tocado o, al menos, en duda. Y esa es la gran noticia de este 23J para quienes creemos que la lucha política debe tener como campo de batalla la realidad.
Pasados unos días del 23J los números en el ámbito político están claros: la derecha no podrá gobernar y la izquierda, con muchas dificultades, podría hacerlo. A falta de negociaciones no hay mucho más que analizar. Lo que no está nada claro es cómo le ha ido ni qué pasará en el futuro con el factor más…
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