La sesión que el miércoles de la semana pasada tuvo lugar en el Rayburn House Office Building, edificio de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, se podría definir como inusitada, una ocasión “suficientemente inusual o no habitual para que cause algún grado de sorpresa”, como sostiene la Real Academia Española. Se trató de la audiencia del subcomité de Supervisión de la Cámara sobre los Objetos Voladores No Identificados (ovni) o UAP (unidentified aerial phenomena) o FANI (fenómenos aéreos no identificados, en español), como las autoridades estadounidenses prefieren llamarlos.
En aquella sesión, un exfuncionario de Inteligencia de la Fuerza Aérea dijo, bajo juramento y ante un panel de parlamentarios, que Estados Unidos alberga naves espaciales extraterrestres, que se mantenía demasiado secretismo al respecto y que la nación poseía material de origen “no humano”, desatando especulaciones, debates y críticas en círculos científicos y políticos.
Pero más allá de hombrecitos verdes, naves con forma de platillo, cefalópodos con extraños métodos de comunicación o cualquier tipo de representación que el arte y la cultura haya enquistado en el subconsciente colectivo, la frase reflotó la relación entre la búsqueda de vida inteligente y la política local, lo que ha llevado al país a destinar millones de dólares. Pero también puso al descubierto la creciente presión transversal sobre las instituciones norteamericanas que políticos republicanos y demócratas están ejerciendo para acrecentar la transparencia, especialmente en instituciones que tienen que ver con la defensa y la seguridad. Algunos políticos ya hablan públicamente de un “secretismo” innecesario.
“Los FANI, sean lo que sean, pueden suponer una grave amenaza para nuestro Ejército y nuestras aeronaves civiles, y eso debe entenderse”, dijo el representante demócrata Robert García. “Deberíamos fomentar que se informe más, no menos, sobre los FANI. Cuanto más comprendamos, más seguros estaremos”, aseveró con relación a la audiencia celebrada el miércoles 26 de julio.
La preocupación fue compartida por su par rival, el representante republicano Tim Burchett, dando muestras de una unidad poco vista en otros temas de la política estadounidense. “Se trata de una cuestión de transparencia gubernamental”, argumentó. “No vamos a traer hombrecillos verdes ni platillos voladores a la audiencia… Solo vamos a llegar a los hechos. Vamos a descubrir el encubrimiento, y espero que esto sea solo el principio de muchas más audiencias”.
Lejos del tenor sensacionalista y conspiranoico que se generó alrededor de la noticia, hay preocupación real –y con tintes políticos– detrás de la historia. La posibilidad de que objetos voladores no identificados crucen los cielos estadounidenses, así como el velo de secretismo que políticos de ambos lados acusan contra las autoridades de Defensa, fueron los principales puntos que la sesión buscaba clarificar. Aunque, en palabras de Chris Impey, catedrático de Astronomía de la Universidad de Arizona, la sesión poco aportó a lo que ya se sabe.
“Aunque las audiencias llamaron la atención sobre los FANI y podrían dar lugar a más informes de personas que trabajan en el Ejército y la Aviación, los testimonios no aportaron pruebas que cambiaran fundamentalmente la comprensión de los FANI”, escribió en una columna para The Conversation.
El astrónomo, que ha escrito sobre cosmología, agujeros negros y vida en el universo, también habló con La Tercera sobre las implicancias políticas, tanto de la sesión como de la incombustible búsqueda de vida extraterrestre y, en su opinión, la rendición de cuentas políticas y económicas por parte de los políticos es un interés fundado.
“El Congreso tiene un interés legítimo en la rendición de cuentas por parte del Pentágono y las agencias de inteligencia, por lo que si bien hubo algunas posturas y teatro político durante la audiencia, el impulso a la transparencia es comprensible y razonable”, dijo a este diario.
Impey, quien ha visitado Chile y sus telescopios, agregó que “el secretismo resulta adecuado cuando está en juego la seguridad nacional o cuando podrían revelarse tecnologías militares avanzadas a los adversarios estadounidenses. Pero en este caso, está impidiendo una comprensión clara del fenómeno de los FANI. El grupo de la NASA está estudiando más de 1.000 avistamientos, todos sin clasificar, y los avistamientos clasificados suelen tener los mejores datos”.
En esa línea, e independiente de lo curioso, burdo o interesante del tema, dependiendo de la lupa con la que se le mira, el académico cree que el Congreso “necesita confiar en que el Pentágono está al tanto de la situación. Independientemente de su verdadera naturaleza, los FANI son incursiones en el espacio aéreo militar, por lo que constituyen una amenaza potencial para la seguridad”.
Un poco más crítico es el politólogo y académico del Claremont McKenna College, John Pitney, quien señaló a La Tercera que “los republicanos que controlan la Cámara de Representantes tienen un motivo político detrás de la sesión. Están ansiosos por demostrar que la Administración Biden oculta algo sobre cualquier cosa”.
Sin embargo, se mostró de acuerdo con Impey en el tema de la regulación política a las instituciones de Defensa: “Esta audiencia podría ser útil si demuestra que nuestras agencias militares y de inteligencia no están identificando correctamente objetos en el cielo como los globos de vigilancia”.
Los efectos prácticos que una resolución del subcomité pueda lograr no son claros, creen los consultados por este diario. “El subcomité puede solicitar y poner en marcha un mecanismo de notificación anónima para pilotos comerciales y militares, que ayudaría a superar el estigma de la notificación y a captar un mayor número de incidentes”, planteó Chris Impey.
“Puede presionar al Pentágono para que sea más transparente, aunque no está claro hasta qué punto sería eficaz. Por supuesto, son ellos quienes manejan los hilos del gobierno, así que pueden aprovecharse de ello para forzar una mayor transparencia. Hemos visto que esto es uno de los pocos temas bipartidistas en Washington”.
Pitney, en tanto, y con cierto grado de ironía y pesimismo, aseguró que “no es probable que tenga mucho efecto práctico, a menos que aparezca un extraterrestre espacial para saludar a los legisladores”.
Más sobre Ovni
La actual mecha fue prendida en 2017 y 2018, cuando David Fravor y Ryan Graves, comandante retirado de la Marina estadounidense y expiloto de la Marina, respectivamente, hablaron con The New York Times acerca de sus encuentros con FANIs, ambos sucesos separados por más de una década y un continente de distancia. La narración -más tres videos de la Marina filtrados- hizo que congresistas estadounidenses exigieran mayor transparencia.
Para junio de 2021, la Oficina del director de Inteligencia publicó un informe al respecto, mientras que, en noviembre del mismo año, el Pentágono formó un grupo dedicado a coordinar la detección e identificación de estos objetos en espacio aéreo restringido.
El salto político llegaría en mayo de 2022, momento en que se creó un subcomité de Inteligencia al interior de la Cámara de Representantes que trató por primera vez en más de 50 años sobre informes militares de FANIs. La resolución de aquella histórica instancia fue que los representantes consideraron que no había pruebas suficientes para afirmar que los objetos fueran extraterrestres.
Con esos antecedentes en mano, el miércoles pasado se desarrolló una segunda sesión, donde la frase más rimbombante fue la de David Grusch, un exfuncionario de Inteligencia que trabajó con el grupo del Pentágono que estudia los FANI.
“En el ejercicio de mis funciones oficiales, se me informó de un programa de ingeniería inversa y recuperación de restos de accidentes aéreos no identificados al que se me negó el acceso”, aseguró, además de la afirmación de que se tenía material de origen “no humano”. Sin embargo, cuando se le presionó, acotó que “es algo de lo que no he sido testigo yo mismo”.
El costo para la NASA de estas operaciones, detalló Chris Impey a este diario, es de “unas decenas de millones, una cantidad pequeña en el presupuesto de 18.000 millones de dólares que maneja. Nadie sabe cuánto gasta el Pentágono, y eso agita a los legisladores. Por supuesto, se inquietan por los grandes programas secretos con largas facturas. El presupuesto militar de Estados Unidos es inmenso y no está totalmente contabilizado, por lo que es difícil decir si los gastos están justificados”.
El Pentágono descartó lo vertido por Grusch, asegurando a la revista Time que la oficina a cargo “no ha descubierto ninguna información verificable que corrobore las afirmaciones de que haya existido en el pasado o exista en la actualidad algún programa relacionado con la posesión o la ingeniería inversa de materiales extraterrestres”. Y, en línea con las preocupaciones de transparencia, agregaron que “el Departamento de Defensa está plenamente comprometido con la apertura y la rendición de cuentas al pueblo estadounidense, que debe equilibrar con su obligación de proteger la información sensible, las fuentes y los métodos”.
Nacido en Pittsburgh, Pennsylvania, Grusch, de 36 años, fue oficial de combate condecorado en Afganistán y se desempeñó en el área de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Según detalla el sitio The Debrief, integró la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial (NGA) y la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO).
Entre 2019 y 2021 hizo de representante de la NRO ante la fuerza de tarea de fenómenos aéreos no identificados. Más tarde, entre 2021 y julio 2022, trabajó como codirector de la NGA para analizar e investigar fenómenos aéreos no identificados (UAP), siendo también el representante del grupo de trabajo.
Grusch habló la semana pasada ante la Subcomisión de Seguridad Nacional, Frontera y Asuntos Exteriores del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes junto con dos expilotos que tenían experiencia de primera mano con ovnis.
Grusch declaró en el Capitolio que, en medio de esas funciones a las que se le había destinado, se le informó que Estados Unidos tenía un programa secreto para estudiar y recuperar ovnis por medio de la ingeniería inversa. También añadió que el acceso a ese programa le fue denegado.
Al ser consultado si es que el gobierno estadounidense estaba al tanto de la actividad “no humana”, el exmiembro de la Fuerza Aérea dijo que sabía de ello por lo menos desde la década de 1930.
“No estamos solos y las autoridades estadounidenses están ocultando la evidencia”, fueron parte de sus palabras.
Sí. Antes de acudir al Congreso había sido entrevistado por sitios como The Debrief y NewsNation, donde entregó detalles aún más reveladores sobre la presunta evidencia y encubrimiento de naves extraterrestres.
“No estamos hablando de orígenes o identidades prosaicas”, comentó Grusch durante la entrevista con The Debrief. “El material incluye vehículos intactos y parcialmente intactos”.
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